DELCY DICE

Si el régimen cree que «ganando» las elecciones mejorará su situación nacional e internacionalmente y que le serán levantadas las sanciones está muy equivocado porque todo empeorará, de acuerdo con el diputado Henry Ramos Allup.

La plenipotenciaria y polifacética Delcy Rodríguez, una de las voces más autorizadas de este régimen junto con su hermano Jorge, dijo hace unos días que “jamás entregarán el poder político”. A esa desparpajada confesión, sin duda dirigida a desalentar más a la gente, reposté que entonces ¿para qué hacían elecciones? La afirmación de Delcy Rodríguez amerita algunos comentarios que me propongo en este espacio y que eran imposibles de formular al desgaire en medio del acto político que hicimos los del Frente Amplio el sábado antepasado en la Urbanización Montalbán, precisamente para pedir condiciones electorales que permitan a los ciudadanos votar y elegir, asunto que el gobierno impide sistemáticamente. Quise decir que no era necesario que hicieran elecciones porque si ya tienen decidido quedarse con el poder no hace falta que hagan elecciones ni sucias ni limpias.

Comienzo por decir que yo sí creo plenamente lo dicho por Delcy Rodríguez: dijo la verdad porque es cierto que quieren quedarse con el poder político “como sea” (la expresión es del mismísimo Nicolás Maduro), que no quieren entregarlo y que harán lo indecible para quedárselo. Y no es cosa de que merezcan mantenerlo, porque se sabe sobradamente que todo lo que han hecho y dejado de hacer es como para ser arrojados del poder por las buenas o las malas. También se sabe que el enorme miedo de perder el poder por las inexorables cuentas que deben rendir y de las que saldrán mal parados, los impele a mantenerlo “como sea”.

En el comando madurista existe  la convicción de que el régimen no necesita elecciones, pero eso tiene sus bemoles, porque no es fácil despachar el tema así a la machimberra ante propios y extraños. Definitivamente, el gobierno no quiere elecciones limpias porque las perdería de calle y es por eso que las impide. Pero como sería muy complicado hacer elecciones limpias, perderlas y arrebatar los resultados, también sería muy embarazoso quedarse en el poder sin hacer elecciones.  Por eso ha tomado la decisión de hacer un simulacro electoral con resultado anticipado y decir que ganó. En eso anda.

Ante el hecho inaceptable de participar en elecciones acomodadas de antemano, una evidente mayoría del electorado, mayoría creciente por cierto, expresa que no votará. Y no es porque los venezolanos mayoritariamente sean abstencionistas, sino porque no quieren someterse a la burla de concurrir a las urnas para que su decisión sea irrespetada. De eso se trata. Estamos seguros de que si el gobierno diera garantías suficientes para que el ciudadano recuperará la confianza perdida en el sistema electoral, concurriría masivamente a votar, y eso es precisamente lo que el gobierno no quiere. El principal promotor de la abstención es el gobierno.

En el seno del régimen se dice que tiene capacidad de mover unos 6 millones de votos vía carnet de la patria, funcionariado público y mecanismos varios de intimidación y presión, y que eso, combinado con la abstención de gran parte del electorado fundamentalmente opositor, les permitiría controlar los resultados y montarlos en un 60-40 a su favor, ante eventuales candidatos inermes. Eso es perfectamente posible. Por eso es que el régimen sigue abusando del poder para aumentar la abstención en el inmenso universo que se le opone. Así, es perfectamente posible que un gobierno con alrededor del 80% de rechazo resulte “triunfador” en las elecciones. Ahora bien, ¿creerá el gobierno que ganando “esas” elecciones mejorará su condición fuera y dentro del país? ¿Le levantarán las sanciones? ¿Mejorará la economía, el abastecimiento de alimentos y medicinas, detendrá la inflación, se acabará la inseguridad y la diáspora?  Al contrario, después de que gane esas “elecciones” todo empeorará no solo para el régimen, que es lo de menos, sino para nuestro adolorido y maltrecho país. Lamentablemente, Maduro a costa de mantenerse como sea, no le importa ser el presidente de un cementerio.