El Proyecto Cassandra confirma el tema de seguridad de EE.UU. hacia Latinoamérica y Venezuela

El relanzamiento del Proyecto Cassandra confirma el privilegio del tema de seguridad en la política de EE.UU. hacia Latinoamérica y Venezuela. Con Trump, la presencia de Rusia, China e Irán junto a las organizaciones terroristas y criminales trasnacionales es percibida como una amenaza que enfrentar.

Luego de un período de relativo desentendimiento (Bush) y otro de apaciguamiento (Obama), Trump llegó con una política de confrontación. Su dura actitud, el nombramiento de Pompeo en la CIA y Bolton como asesor de seguridad, mas ahora el reflote del proyecto Cassandra, muestran una nueva política hacia América Latina y en especial hacia Venezuela basada en el tema de la seguridad.

La presencia de Irán y los Guardianes de la Revolución, en particular de los Quds -sus operadores extraterritoriales- en Venezuela así como de Hezbolá -organización musulmana chií libanesa formada y financiada por Irán- está bien documentada por los servicios de inteligencia. Están aquí con la autorización de Chávez y Maduro, quien como Canciller negoció con Hasán Nasralá, jefe de Hezbolá, las condiciones de  su presencia  en Venezuela.  Establecieron “un acuerdo marco que amparaba actividades de narcotráfico, blanqueo de dinero, suministro de armas y entrega de pasaportes” a condición de que no lanzaran ataques desde nuestro territorio.

Esta alianza permitió a Irán circunvalar las sanciones que EE.UU. le impuso por su programa nuclear. Esto se hizo patente con el arresto del iraní iraní Ali Sadr Hashemi Nejad, responsable de la construcción de viviendas en Venezuela, por evadir las sanciones de EEUU, fraude bancario y lavado de dinero.

Obama minimizó estos asuntos  para facilitar la firma del acuerdo nuclear con Irán. Hillary Clinton llegó a afirmar que la presencia de Irán y sus aliados en Venezuela no era una amenaza para EE.UU. pero que los estarían vigilando. Con Trump esto ha cambiado radicalmente. No solo quiere revisar el famoso acuerdo de Obama con Irán sino que está dispuesto a ponerle presión al país chií.

Latinoamérica ahora es un espacio geopolítico importante. Los EE.UU. han comprendido que su falta de acción ha permitido que otros entren en su “patio trasero”. El almirante Kurt Tidd, comandante del Comando Sur recientemente decía «…países con intereses y enfoques diferentes, como China, Rusia e Irán, buscan activamente puntos de apoyo en nuestro hemisferio» -léase Venezuela y aliados de la ALBA.

El Proyecto Cassandra, que había sido congelado por Obama, ha sido relanzado por Trump y está orientado a investigar la presencia de Hezbolá dentro de EE.UU. y América Latina.  El fiscal general, Seassions, aseguró que “el primer objetivo será Hezbolá en América Latina” y que se propone  “frenar la devastación social que genera el tráfico de drogas, el lavado de dinero y otros crímenes conexos con los que se financian los terroristas”.

En el pranato que nos gobierna se debe haber prendido más de una alarma. Y no me refiero solo a Tareck el Aissami, bien conocido por sus vínculos con Hezbolá y el fundamentalismo islámico sino todos aquellos que de una manera u otra están vinculados a lo que Tillerson señaló como amenaza: las organizaciones criminales trasnacionales vinculadas al “trafico de drogas, el lavado de dinero y otros crímenes conexos”.