Maduro en el laberinto

Por Rafael Bayed

Las dotes políticas de Maduro están en el terreno de la negociación y el diálogo, pero para no lucir débil ante los radicales se muestra duro e implacable.

Después del juramento  del Samán de Güere, en Venezuela, la izquierda como posición política, desapareció. La han enterrado los militares sin serlo al proclamarse chavistas, ahora leales a Maduro. Todo un negocio. Por decir que están en el poder, socialistas, comunistas y anarquistas aceptan el chantaje de los militares.

La gran mayoría de los dirigentes del PSUV que andan blasonando de ser unos revolucionarios, en realidad son unos burócratas sin ninguna formación doctrinaria ni intelectual. Quienes para simular estar con el proceso se convierten en megáfonos de peroratas ideológicas que no entienden, ni ellos mismos.

Y no es que ser socialista sea bueno o malo, es igual de inútil como autoproclamarse defensor de la economía de mercado. Todo se reduce a jugar un ajedrez político en el cual lo ideológico funciona como investidura teórica para enmascarar las reales motivaciones de los involucrados. El Poder, conquistarlo, mantenerlo y disfrutarlo en forma descarnada.

El problema para quienes optan por autodefinirse como socialistas es que se ven obligados a manejar temas escabrosos, obtusos y absolutamente distantes de la cotidianidad, ya que el socialismo o el comunismo se ataron desde sus orígenes a lo filosófico.

Por supuesto, que por esta angosta entrada quedan fuera del socialismo millones de personas que orgullosamente dicen serlo, aunque nada hay de ridículo o de impostura en apropiarse de un espacio sobre el cual nadie, en especial, ha podido ejercer dominio y quienes podrían hacerlo (académicos e intelectuales de tiempo completo) son unas musas con poco interés hacia la política.

Otra cosa es ser de izquierda, lo cual sí es una posición política (la inician los jacobinos) que no requiere de extenuantes lecturas ni de mortificantes revisiones epistemológicas para asumir las rupturas paradigmáticas como vía para el establecimiento de un nuevo cuadro de valores. Ser de izquierda es simplemente estar, aparentemente, con las clases  más débiles y en contra de los grupos que concentran el poder político y económico al mismo tiempo.

Y es que a los obreros, campesinos y gente de a pie en general (franja social que conforman los territorios naturales de la izquierda, tierra fértil, por la  ignorancia y falta de cultura), no les importa mucho el embrollo teórico de los intelectuales sino que están centrados en aspectos más pedestres de la vida, que no califican en el menú de transcendencias heurísticas que deben abordar los auténticos revolucionarios socialistas.

Hugo Chávez, quien llenaba los espacios de sus carencias ideológicas con una excepcional inteligencia retórica, lograba vestir con antologías verbales y citas explosivas sus posiciones y argumentos gubernamentales.

Este es uno de los dramas de Nicolás Maduro, quien intenta parecerse a Hugo Chávez y esto abre las puertas para comparaciones que lo colocan como un imitador nefasto. Todos los analistas y políticos saben que sus dotes políticas están en el terreno de la negociación y el diálogo, no obstante para no lucir débil ante Diosdado y el sector radical se lanzó por el camino de convertirse en un dirigente duro e implacable.

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