Correo del Sur – Danilo Arbilla
Brasil será noticia este año más que en el 2016. Sin necesidad de hablar de los juicios por corrupción, Petrobras y sobornadores y sobornados en la cárcel hay quienes, por ejemplo, tienen la expectativa, y otros que lo afirman, de que habrá elecciones anticipadas (las previstas para octubre del 2018). Eso a su vez implica la renuncia previa del presidente Michel Temer, amenazado por investigaciones judiciales.
Éstas no serían noticias chicas. Marina Silva, la líder ambientalista y excandidata presidencial insiste con la renuncia del presidente y el adelanto de las elecciones. Silva tiene una salpicada trayectoria dentro de la izquierda pero es coherente en el reclamo. En su momento, cuando se planteaba el juicio político a Dilma Rousseff, sostuvo -y con fundamento- que la solución pasaba por anular las elecciones del 2014 (saltaban Dilma, Temer y los demás) y llamar a elecciones de inmediato.
Hoy Marina es la favorita. Para los que sostienen que el esquema es el señalado y con ese orden de importancia -militares primeros, luego diplomáticos (categorías no involucradas en los escándalos de estos años) y los empresarios -en Brasil no priman los intereses y reclamos políticos partidarios y menos las ansiedades electorales.
Temer, por lo que se sabe y se va sabiendo, debería irse. Era claro, como lo plantearon Marina y otros, que era pertinente anular las viciadas elecciones de 2014 que sacar a Dilma. Pero eso no ocurrió.
La realidad decía que frente a la situación que vivía el país era preciso hacer un fuerte ajuste de la economía, lo que le era difícil a Dilma, con un apoyo menguado del PT para hacerlo, y era un albur confiar en que lo hiciera un nuevo presidente electo, (éste además no ganaría anunciando que había “que apretarse el cinturón”).
Se necesitaba un interregno, y el interinato era la fórmula. Una solución institucional sin presiones electorales y sin riesgos populistas. Temer encara ese ajuste y de ahí que hay quienes afirman que ese es su salvoconducto para “salvarse” y hasta catapultarse si tiene éxito en tiempo breve. La incógnita es hasta donde apretará la Justicia.
Este “interregno” tendría un segundo propósito: dar tiempo a que la Justicia acabe con las investigaciones y resuelva sobre las responsabilidades e involucramientos de Lula en los casos de corrupción que escandalizan a Brasil. Hoy a Lula le va bien en las encuestas, pero habrá que ver cómo inciden en la opinión pública y en el 2018 los “trapitos” que se ventilen de aquí hasta allá, sobre la “gestión” y “gestiones” del exmandatario.
Por ahora todo esto encaja en el marco de las especulaciones, pero en este 2017 pasarán cosas en Brasil que serán noticia. Y grande.