Mujer sentada, vestido azul, de la época cubista del genial pintor español, Pablo Picasso, fue vendida en la reciente subasta de la casa Christie´s de Nueva York por 45 millones de dólares -por debajo de la puja que lo situaba en torno a los 50 millones- a un coleccionista estadounidense.
Pintado en 1939, el lienzo es uno de los tantos retratos que Picasso realizó a la francesa Dora Maar, su compañera y musa durante nueve años de tormentosa relación. Dora, además de pintora y escultora, era fotógrafa, y fue la fotografía el arte que mejor se le dio. A ella debemos la invalorable secuencia fotográfica (colección Museum Picasso de Barcelona) sobre el proceso creativo del Guernica, obra magistral ejecutada por Picasso para la Exposición Internacional de 1937, de la cual se cumplen 80 años.
El primer dueño de la obra fue un marchante de Picasso, Paul Rosenberg, a quien los nazis confiscaron su colección en 1940, pero la resistencia francesa logró interceptar el tren con destino a Alemania, logrando los combatientes el rescate de las obras saqueadas. Desde entonces, varios han sido los tumbos que ha dado Dora sentada antes de volver al martillo de la casa de subastas del Rockefeller Center.
New arrivals! La moda a lo recoge lata, viene con todo, dispuesta a marcar tendencia. ¿Quién es la osada que saldrá a la calle con esta pinta? Como sucede con las medias panty cuando se les va un hilo, el jean roto en las rodillas subió hasta el muslo. Pero este verano 2017, la cosa sigue subiendo, más arriba, con ventilación directa a la ingle, donde se juntan los muslos y el vientre, bien rajado para soportar las altas temperaturas de este veranillo, que se nos antoja caliente. Hot! Se venden como pan caliente en las exclusivas cadenas de ropa Nordstrom, y en las sofisticadas Burberry, entre otras tiendas chic. Cuestan 425 dólares. El must para enchufadas, siempre a la última moda.
Saqueando el pasado
El click es en Mi vaca y yo, en la carretera de Baruta, 1958, con Lulú, la vaca estrella del lugar, cogiendo pista. Mi Vaca y yo era un cabaret (todavía las discotecas no se llamaban así) encantador, donde se bailaba divino, según evocaciones de una conocida del cayenero Henri Charriére, el famoso Papillón, el empresario del local nocturno, que tenía como pianista a Lalo Scalise. Además de la vaca entrando a la pista ladeando la cabeza con su campana de bronce, estaba el chasco que se llevaban las señoras en el baño con el retrato de un caballero despojado de ropas que cubría su virilidad con una hoja de parra, a lo Adán, que al movérsele la hojita disparaba una alarma en la sala y todos miraban para ver salir del baño a la ruborizada dama. Bella época.