González Ordosgoitti: A la sociedad hay que leerla desde abajo

Por Macky Arenas

El sociólogo y antropólogo, Enrique Alí González Ordosgoitti, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) aseguró en entrevista exclusiva a ENPaís que los cambios dentro de una sociedad pueden generarse a partir de la estructura de la vida cotidiana.

Para el experto en Ciencias Sociales, la sociedad debe “leerse desde abajo” y los cambios reales pueden darse solamente en el día a día, de lo contrario “son superficiales y no echan raíces”.

_  ¿Cómo hay que interpretar a la sociedad hoy desde la perspectiva humanista cristiana?

_  Es preciso llamar la atención acerca de una manera limitada de analizar a la sociedad que ha imperado hasta ahora en el plano de la ciencia social, cual es pensar que existen solo dos formas de sociedad, la civil y la política, algo que viene desde el siglo XVIII y finales del XIX, desarrollados bajo esquemas de Hegel, Marx –a su manera- y luego Gramschi. Eran visiones limitadas pues la sociedad política presenta instituciones claramente formalizadas, es decir, que poseen una dinámica de auto-reproducción consciente y evidente. La sociedad civil, que viene formándose como una especie de “alterno” a la sociedad política, crea organizaciones que finalmente, pueden llegar a ser formalizadas. Por ejemplo, lo que sucede en América Latina con las organizaciones de vecinos las cuales, primero, funcionan como juntas en los barrios –sectores populares- con un mínimo de formalidad hasta que llegan a convertirse en auténticas organizaciones vecinales de la cuales podemos decir que estamos en presencia de una sociedad civil estructurada.

_  ¿Qué es lo que las hace limitadas?

_  Están dejando de lado otros elementos que incluyen lo antropológico, lo cotidiano, lo cual es muy importante. Implica lo que, a partir del desarrollo de la sociología francesa de los años 70, se llamó la vida cotidiana. Por ello nosotros hemos planteado hablar de “la sociedad de la vida cotidiana”. Se diferencia de la civil y la política porque no se encuentra estructurada formalmente, incluso su manera  de funcionar es con estructuras informales pero son tan importantes cuanto que allí es donde se da la reproducción de lo social.

_ ¿De qué manera?

_  Se manifiestan allí muy claramente siete grandes  estructuras sociales. Estamos acostumbrados a hablar de estructura política, económica y cultural, que son, ciertamente, tres mega-estructuras. Pero hay otras siete que sí funcionan y que muestran un contenido mucho más cercano a lo antropológico como son: la estructura de la amistad, la edad –solidaridad generacional-, la étnica que es fundamental, la estructura de la lengua, la del parentesco, la del sexo –o el uso social del sexo- y la estructura de la vecindad que es la forma de crear lazos en parroquias o lugares donde se hace vida cotidiana. Estas estructuras se movilizan,  son las que condicionan la vida cotidiana y, por ende, gran parte de la vida social.

_  ¿Quiere decir que involucran a la gente desde un punto de vista más humano?

_  Absolutamente, porque son las estructuras más estrictamente antropológicas, que nunca varían. Podemos hablar de sociedad política y hacer una historia de la humanidad antes y después de la aparición del Estado; igualmente con la sociedad civil por su estrecha relación con el Estado. En cambio, estas estructuras de que hablamos existen desde que existe el ser humano. Son relaciones de amistad, de edad, étnicas y todas las que hemos mencionado.

_  ¿Cuando hablamos de cultura, de política, de economía, todas esas formas de organizarse no están comprendidas, es decir, de alguna manera implícita?

_  No. Y ello responde a la falta de desarrollo teórico que había hasta los sesenta. Querían abarcar todo lo demás pero, en el camino andado por las ciencias sociales, esas otras formas de organización social se iban manifestando en el campo de la sociología y de la politología. De hecho,  descuidaban lo que venía descubriendo, por una parte la antropología y lo que luego se va a llamar una sociología comprensiva que buscaba trabajar más los elementos de la base social. La separación que hubo en la forma de mirar de esas ciencias es algo del siglo XX pues al principio los grandes sociólogos como Durkheim y Weber mezclaban todo esto porque partían de una sola visión. Igualmente, cuando se desarrolla la politología harán hincapié solamente en la sociedad política y, por supuesto, en su versión de la sociedad civil descuidando la verdadera manera de funcionar de la humanidad.

_  ¿Cuáles son los orígenes de esta gran discusión teórica?

_ Obedece a una teoría que comenzó a  desarrollarse en el siglo XVIII pero alcanzará el siglo XIX, conocida como la idea del progreso infinito, la creencia de que la sociedad avanza hacia una supuesta racionalidad de las relaciones, que siempre vamos a estar mejor que anteriormente y que se va a expresar en dos grandes corrientes, el positivismo y el marxismo. Entre las muchas profecías en las cuales Marx se equivocó hay tres importantes de señalar pues resucitaron al contrario de su visión. Marx pensaba –cuando se desarrolla la idea del Internacionalismo- que en el siglo XX dejarían de funcionar las nacionalidades, las solidaridades étnicas  e iban a desaparecer las religiones.

_  También se equivocó en su concepto del capital y del trabajo y hoy se aprecia mejor que nunca…

_  Por supuesto. Pero estos errores resultan especialmente graves pues impidieron comprender a cabalidad la dinámica política de las sociedades. Hoy, por ejemplo, ya ni siquiera las personas que siguen definiéndose marxistas –o cualquier cosa que eso pueda significar en la actualidad- pueden negarse  a aceptar que gran parte de la dinámica política que vivimos se explica por  conflictos nacionales, étnicos o religiosos, precisamente los tres elementos de la sociedad que Marx aseguraba iban a  desaparecer para el siglo XX. Y Marx creía que iban a desaparecer porque sus criterios sobre estos hechos partían de una sola premisa: impulsar el pensamiento circunscrito a los conceptos de sociedad política y sociedad civil, desde las universidades. En las universidades decidieron que hablar de las naciones, de las etnias y del hecho religioso era atrasado. Pretendían que sólo con ignorarlo y decretar que era atrasado, iban a dejar de existir. Y se equivocaron.

_  Quiere decir que conectar el pensamiento con utopías sin enraizarlo en las realidades humanas conduce a serios descalabros teóricos…

_  Se ha planificado a partir de las propias fantasías y de allí puede salir cualquier cosa pero, sobre todo, errores descomunales de interpretación de la historia y de la realidad sociopolítica.

_  ¿Eso de ver a la sociedad desde abajo qué ha aportado, no sólo al plano del debate teórico?

_  Lo primero es el conocimiento de lo real. Poder comprender por qué ha seguido desarrollándose con tanta fuerza la diversidad étnica, la diferencialidad religiosa y nacional. Esas tres aristas de la realidad viven en la cotidianidad, en la sociedad de la vida cotidiana. Una de esas grandes estructuras es la étnica. Cuando se estudia lo étnico, lo primero que se aborda es la manera como se reproduce la propia etnicidad y la manera como se reproduce la distancia con el que no pertenece a tu grupo étnico. A medida que se va conociendo eso es posible percibir cuáles pueden ser las zonas de conflicto y cuáles las de colaboración. Cuando a partir de los años sesenta ocurre la descolonización de África, se crean naciones totalmente ficticias que atraviesan identidades étnicas, colocan a unos de un lado y a otros del otro de manera discrecional, lo que luego repercute en las guerras interminables.

_  ¿Podría también explicar el terrorismo talibán, por ejemplo?

_  Por supuesto. Hay una etnia, la más grande de Afganistán que son los pastun, divida por mitad entre ese territorio y Pakistán. Antes eran una etnia nacional y los separaron. Eso equivalía a crear una nación a partir de una diversidad étnica que antes no había formado nación. Se vio como la imposición de una sobre la otra y  hoy están en guerra permanente. Si se hubiese tenido en cuenta lo étnico, eso se percibe.

_  ¿En las relaciones de parentesco funciona igual?

_  De la misma manera. Si analizamos lo social a partir de la estructura de parentesco se puede descubrir un conjunto de cosas que no se asoman a primera vista. Pongo el ejemplo de México y Japón, donde se analizaron empresas y fábricas y se demostró que los cargos internos se otorgaban a partir de compadrazgos o de relaciones familiares. Así mismo, en una universidad venezolana se cruzaron los nombres de empleados y profesores, incorporando los cuatro apellidos que todos tenemos y fácilmente salió a la luz la red familiar. Todos ellos se ayudan mutuamente. Con la vecindad es igual y da origen a la solidaridad con la región. Si no se reconocen y analizan estas cosas no se puede comprender lo que pasa.

_ ¿Ayuda también a generar soluciones?

_  Por supuesto. Estudios demostraron que las asociaciones de vecinos se han conformado en barrios y urbanizaciones a partir de relaciones de parentesco y vecindad. Pueden ser juntas de vecinos o consejos comunales pero analizas los nombres y hay una estructura familiar funcionando allí. Sencillamente se adaptan a  los modelos que le propone la sociedad política para organizarse pero no cambian las relaciones estructurales básicas. Cuando esto no se cruza no se percibe la dinámica y se llega a conclusiones ligeras pues los cambios reales de la sociedad  solamente pueden darse en esta estructura de la vida cotidiana. De lo contrario son superficiales y no echan raíces. Analizado el largo plazo histórico de las sociedades latinoamericanas, fácilmente apreciamos la existencia de conflictos no resueltos en el siglo XVII que aún siguen vigentes.

_  ¿Por qué arrastramos esas rémoras?

_  Porque hay causas que siguen sin ser atendidas. En América Latina persiste el conflicto centralismo-regionalismo que en EEUU fue resuelto. Había acá provincias que, cuando se planteó la guerra de separación de España, enfrentaron un nuevo centralismo alrededor de las provincias capitales. En Venezuela, por ejemplo, hubo provincias que no firmaron el Acta de Independencia pues no se sentían representadas por la hegemonía de la provincia de Caracas. Eso está aún allí, latente y se va creando una historia centralista que, por cierto, no es la historia de Caracas, sino la historia desde Caracas, lo cual es diferente. Es la razón por la que las regiones no se sienten interpretadas y se automarginan del discurso nacional pero siguen creando el suyo propio. Eso aleja la posibilidad de cohesión nacional.

_ ¿Qué papel juega la religión ante esa posibilidad de cohesión nacional, habida cuenta de que, a pesar de habernos separado España en tiempos de la Independencia, no dejamos de ser católicos elemento que hoy es básico para nuestra identidad nacional?

_  Una amalgama importante.  Es el motivo por el que, desde otros ámbitos, se juega a destruir estos elementos básicos. Factores como la religión y la nacionalidad  han permitido la reproducción de aquellas tres utopías que el marxismo aseguraba iban a desaparecer. Es en la vida social cotidiana donde se reproduce el concepto de nación, de etnia, de familia y de religión. Cuando la religión es expulsada de la sociedad política y reducida en la sociedad civil la institución que la encarna – la Iglesia-, se ancla para su desarrollo en la estructura familiar y se reproduce en esas relaciones.  Y ese es el largo plazo histórico: el sentido de sí mismos que han acumulado las personas a lo largo de la historia familiar y social. Una permanencia de siglos, es su memoria. No es casual que en los países comunistas de Europa del Este, las primeras revueltas que se producen detrás de lo que se llamó “la Cortina de Hierro” aparecen en naciones de cultura católica: Hungría, Polonia, Eslovaquia.

_ ¿Qué aporta solidez a la  cultura católica?

_ Tiene su base en el universalismo, pero alrededor de una proposición cristocéntrica, que es la Iglesia. Y no permite que sea sustituida por otro universalismo como el ateo. Para un católico es imposible aceptar eso. Otras propuestas cristianas no tienen ese eje universal que es la Iglesia y por ello quizá les fue más fácil adaptarse pues se trata de iglesias particulares, a diferencia  de la concepción de Iglesia universal que tiene el catolicismo, que se enraiza en nuestra cultura y se convierte en identidad. Y es justamente esa identidad la que aflora para luchar contra los totalitarismos. Hizo posible el alzamiento en Polonia, la Primavera de Praga y la epopeya húngara.

_ ¿Cuán fuerte es, en nuestro continente, la identidad por la vía del catolicismo?

_  Baste recordar la Guerra de los Cristeros en México enfrentados a un Estado absolutamente agresivo contra la Iglesia. Es la misma Iglesia la que, a pesar de los ataques recibidos, cuando ves los números de fieles adscritos, siempre rondan el 70%. Es una base que ha podido soportar todos los embates y le sigue dando identidad. En algunos casos la Iglesia, desde abajo, ha dialogado con otros cultos y religiones que han tenido cierto desarrollo independiente y no son anticatólicas. En algunos casos, sobre todo en el caso de Venezuela que es muy emblemático, se ha logrado desarrollar un tipo de catolicismo popular, con sus cultos paganos como el que representa María Lionza, pero se siguen considerando católicos, por cierto un tema distinto a la santería. Y es que se ha creado una conexión muy fuerte que los vincula con la historia. Una historia que viene desde abajo, desde su historia de raíz.

_  ¿Es la misma que se ha contado?

_  La historiografía surgida a partir del siglo XIX para dar cuenta de las guerras independentistas -en realidad guerras de secesión a partir de 1810- tanto en Venezuela como en otros países de América Latina, ha sido completamente ideologizada en el sentido de falta de conciencia. En realidad lo que tuvimos fue una guerra civil, no solo porque los ejércitos estaban conformados por personas nacidas en este territorio, sino porque en aquella época no existía la nacionalidad venezolana, todos éramos españoles, es decir, se trató de una guerra civil entre españoles. Eso es clarísimo. El mismo Bolívar nunca fue venezolano, fue caraqueño con pasaporte español. Más adelante, en 1819, lo que Bolívar crea es la República de Colombia, la Gran Colombia. En estricto sentido, fue español y colombiano pero nunca venezolano.  Quien crea la República de Venezuela es Páez en 1830. Eso no le quita méritos a Bolívar, sino que precisa cómo es que debemos ver las cosas. Si la historiografía nos dijera eso, sería más comprensible todo lo que ha pasado posteriormente. Por eso es que una vez propusimos, en un seminario en 1999 en la Universidad Central de Venezuela, que sólo podríamos reconstruir al país a través de un nuevo pacto, pero un pacto regional que se expresaría en una bandera con 24 estrellas, una por cada estado y una por Caracas. Cuando Chávez planteó recuperar la octava estrella para Guayana fue querer cambiar volviendo hacia atrás pues Guayana no estaba representada. Hoy en día Zulia y Falcón no están tampoco en la bandera. Hay que actualizar con 24 estrellas lo que permitirá conformar un pacto regional a partir de conferir identidad a cada región, valorar su experiencia y su historia y acabar con la marginación del discurso centralista. Esto no es un discurso contra la nación, sino para revitalizar una idea de nación, pero de nación federal.

_ ¿Cómo lo solucionaron en Estados Unidos?

_  El voto es delegado, de segundo piso, no es votación universal. Ello permite que se tomen en cuenta los 50 estados. Si fuera sólo numérico tendríamos que Hilary Clinton obtuvo más votos pero en menos estados. Si el voto hubiera sido directo sería ella la presidenta pero se habrían expresado pocos estados apoyándola, lo que habría representado una lucha entre los estados grandes y los pequeños, de manera que la voluntad de las ciudades y estados  medianos no estaría allí presente. Esa es la importancia de este federalismo que en Venezuela estaba representado en la Cámara del Senado y fue eliminada. Entonces, la única forma de ir solucionando en positivo el problema que persiste entre centralismo y regionalismo que arrastramos desde el siglo XIX es a través de una fórmula así, una visión que fortalezca y reivindique las particularidades regionales y locales, respetando sus propias historias.-

Foto Archivo ENPaísZeta