Con las medidas económicas que anunció el viernes, Trump le ha dado una «trumpada» en el estómago al régimen castrista. «Trumpada» que estrecha hasta convertir en un gotero el generoso ducto, creado por Obama, por el cual Castro ha estado recibiendo de Estados Unidos los dólares necesarios para equilibrar su presupuesto y hasta sobrevivir una vez que en Venezuela un gobierno patriótico decida aplicar a la alimentación de los venezolanos el tributo colonial que Maduro paga a Cuba, un tercio del cual va a las cuentas off shore de los generales que hacen jugo de la sangre cubana por un sistema como el que Diosdado Cabello quería establecer en Venezuela.
Trump fue deliciosamente brutal al enumerar las condiciones necesarias para reabrir el ducto: Para volver a recibir ese chorro de dólares, Raúl Castro sólo tiene que soltar los presos, permitir el libre funcionamiento de los partidos y hacer unas elecciones que -¡por supuesto!- deben ser supervisadas. La fundamentación de estas medidas la concentró Trump en una frase: «El régimen de Castro ha enviado armas a Corea del Norte y ha apoyado la represión en Venezuela». Esto anuncia un retorno a la moral que Estados Unidos observó frente a las dictaduras desde los años sesenta, se opacó en los períodos de Obama y los primeros meses de Trump, para renacer ahora fortalecida por acción de los anticuerpos que son el secreto de la vitalidad americana. En cuanto a Venezuela, las menciones de Trump vienen precedidas esta misma semana por una resonante exposición de la embajadora estadounidense en la ONU exigiendo acción concreta frente a la represión en este país y expresiones terminantes del vice presidente Pence sobre la necesidad de restablecer en él la libertad. Todo perfectamente calculado, coordinado y expuesto en términos de menos retórica y más acción.
A todo esto Maduro ha respondido con las elementales expresiones propias de quien no sabe qué hacer frente al destino. Animado por la posibilidad de que los intereses de Exxon-Mobil (un joint venture con Rosneft para explotar el petróleo y gas de Siberia) enlazaran a Trump con Putin, aduló descaradamente a Trump, al punto de contribuir con 500.000 dólares a la celebración del triunfo del catire. Con lo que comentamos, todo eso se ha ido al mismísimo. Estados Unidos está en campaña para cambiar las cosas en Cubazuela.
El único hecho de comparable magnitud que puede consignarse esta semana es la aplastante movilización de la Iglesia en torno a La Divina Pastora, precedida por la clarificación de las ideas que los obispos llevaron a la brumosa atmósfera vaticana. En cuatro días de convocatoria los curas movieron más y más entusiasmada gente de la que el Gobierno y la Oposición podrían reunir si en trance de locura unieran sus recursos. Aquella multitud se vino en aplausos cuando el padre «Chulalo» precisó que la Iglesia no es política pero sí hace política, y manejó el tema del Apocalipsis con una destreza y sutilidad que, si tuvieran la facultad, hubiera puesto a pensar a los capos maduristas.
Dios guarde a los anticuerpos que son como probióticos en la salud del sistema americano y a la recia consistencia de la Conferencia Episcopal, institución la más sólida y eficaz en la sociedad venezolana.