El New York Times, considerado por muchos como el periódico más influyente de los Estados Unidos, publicó un reportaje de investigación sobre el joven Marco Coello. El trabajo rememora los abusos de los que fue víctima y describe su situación actual en los Estados Unidos.
En el trabajo especial firmado por el periodista Nicolas Kulish, se narra con claridad cómo fue torturado Marco “por los servicios de seguridad venezolanos”.
“Lo golpearon en la cabeza, lo golpearon con patadas, con un palo de golf, con un extintor de incendios. Lo torturaron con descargas eléctricas. Luego fue encarcelado durante varios meses y poco después de su liberación huyó a los Estados Unidos”, señala el Times en su investigación, además de destacar que Human Rights Watch documentó ampliamente el caso y que el Departamento de Estado lo incluyó en su propio informe sobre los Derechos Humanos en 2.015.
El artículo pone a Marco Coello, símbolo de la violación de los Derechos Humanos por parte del gobierno de Nicolás Maduro, en el centro de una polémica alrededor de las nuevas políticas de Estados Unidos en contra de la inmigración ilegal, aún cuando el caso del joven venezolano es sólido y seguro, desde la perspectiva de las leyes de ese país en materia migratoria.
Uno de los aspectos que el periódico señaló como llamativos es que Donald Trump ha atacado al presidente Nicolás Maduro en repetidas ocasiones y ha pedido la liberación de Leopoldo López, recordando que a Coello lo obligaron a firmar una confesión para inculpar al líder opositor, a lo cual siempre se negó.
A continuación el reportaje completo:
Marco Coello era un delgado estudiante de bachillerato de 18 años cuando unos agentes de los servicios de seguridad venezolanos, vestidos de civil, lo detuvieron en 2014 mientras participaba en una manifestación en contra del gobierno .
Le pusieron una pistola en la cabeza. Lo patearon y lo golpearon con un palo de golf y un extintor. También lo torturaron con electricidad. Luego, Coello fue encarcelado durante siete meses y, poco después de ser liberado, huyó a Estados Unidos.
Human Rights Watch documentó ampliamente su caso en un informe de ese año. En 2015, el Departamento de Estado lo incluyó en su propio informe sobre derechos humanos en Venezuela. Con una cantidad tan extensa de pruebas de maltrato en su país de origen, la abogada de Coello, Elizabeth Blandón, esperaba que tuviera una entrevista directa para recibir asilo cuando llegaron a la oficina de inmigración de Miami en abril.
“Tenía una idea muy ingenua de que entraríamos ahí y el funcionario le diría: ‘Es un honor conocerlo’”, aseguró Blandón, una experta en derecho migratorio de Weston, Florida.
En cambio, Coello fue arrestado y lo trasladaron a un centro de detención en las orillas de los Everglades. En ese momento se convirtió en candidato a deportación. “Cada vez que me movían de lugar, temía que fueran a deportarme”, dijo Coello, quien ahora tiene 22 años.
Su caso tuvo una gran cobertura por parte de los medios de comunicación tanto de Miami como de Caracas y, finalmente, la intervención del senador de Florida, Marco Rubio. El legislador ayudó a garantizar la liberación de Coello, aunque de todas maneras podría ser deportado.
El caso es un ejemplo de cuán lejos está dispuesto a llegar el gobierno estadounidense para acatar las medidas severas en asuntos de inmigración ilegal establecidas por el presidente Donald Trump.
“Es muy poco común —casi no hay precedentes— que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) arreste a alguien que está solicitando asilo mientras esa persona se encuentra en la oficina del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos para una entrevista de asilo”, afirmó Stephen Yale-Loehr, un profesor de Derecho migratorio de la Escuela de Derecho de la Universidad Cornell.
Yale-Loehr se refería a dos agencias que son parte del Departamento de Seguridad Nacional, pero, como lo descubrió Coello, tienen misiones muy diferentes: el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos se encarga de los casos de ciudadanía y asilo, mientras que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas arresta a las personas sospechosas de haber entrado al país sin permiso.
En los primeros tres meses del gobierno de Trump, los agentes del ICE arrestaron a cerca de 41.000 personas, un aumento de casi un 40 por ciento en comparación con el mismo periodo del año pasado. Al mismo tiempo, el gobierno ha expresado su deseo de ser más estricto al momento de permitir la entrada al país de personas que soliciten asilo, ya que la mayoría de estas solicitudes terminan por ser rechazadas.
El caso de Coello es aún más impactante porque Trump ha criticado al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien ha utilizado leyes antiterroristas y tribunales militares para procesar a sus rivales políticos. De hecho, el mandatario estadounidense ha pedido la liberación del líder opositor, Leopoldo López. Coello dijo que sus interrogadores venezolanos intentaron obligarlo a implicar a López, pero él se rehusó.
Lo más probable es que los problemas de Coello en Estados Unidos empezaron cuando le dio sueño mientras trabajaba como chofer del servicio de transporte privado Lyft y se detuvo a dormir en un estacionamiento. Un oficial de la policía golpeó la ventana del coche, le dijo que era propiedad privada y le levantó una infracción. Lo culparon de un delito menor de allanamiento de morada y pagó una multa de 100 dólares y 92 más por costos judiciales, según los registros de la corte en Fairfax, Virginia.
Esa sentencia llamó la atención del ICE. “Marco Coello tiene una sentencia de un delito menor de allanamiento de morada y no salió del país como lo estipula su visa”, dijo Nestor Yglesias, un vocero del ICE, al referirse a la visa de turista con la que había llegado. “Como resultado, violó los términos de su estatus de no inmigrante en Estados Unidos”.
Paul Wickham Schmidt, un juez retirado que se especializó en migración y ahora es profesor adjunto de Derecho en la Universidad Georgetown, dijo que los agentes del ICE podían arrestar legalmente a individuos que se encuentran en proceso de asilo. “Si no, todos podrían tener inmunidad de ser expulsados con el solo hecho de llenar una solicitud de asilo con un funcionario competente”, explicó Schmidt.
Sin embargo, el arresto de Coello también es un indicador de las nuevas prioridades del gobierno de Trump, agregó. “Como lo sigue señalando Jeff Sessions, cualquiera que se encuentre ilegal en este país no puede estar seguro”, dijo Schmidt, refiriéndose al procurador general.
Cuando el 12 de febrero de 2014 se unió a las marchas y manifestaciones, Coello era estudiante de bachillerato en El Hatillo, municipio ubicado al sureste de Caracas. Las protestas que se produjeron en toda Venezuela eran en contra de Maduro, el sucesor de Hugo Chávez que asumió el cargo de presidente en 2013.
Ese día, las protestas empeoraron: hubo violentos enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los manifestantes civiles, algunos de los cuales lanzaron cocteles molotov. Coello, quien asegura no haber estado involucrado en los disturbios, recibió el impacto de una bomba de gas lacrimógeno en la pierna y cayó al suelo. El personal de seguridad que estaba vestido de civil empezó a golpearlo y lo detuvo.
Según un informe de Human Rights Watch que se realizó con base en entrevistas a Coello y otras cinco personas que fueron arrestadas, las fuerzas de seguridad le pusieron una pistola en la cabeza y lo empaparon con gasolina. “Lo envolvieron en un tapete delgado, el cual aseguraron con cinta adhesiva, y cerca de 10 oficiales lo patearon y golpearon en las costillas y la parte superior del cuerpo con palos, un extintor y un palo de golf”, menciona el informe. Lo torturaron con electricidad y le dijeron que confesara que había quemado vehículos. Él lo negó.
Coello fue acusado de incendio provocado, entre otros cargos relacionados con un supuesto ataque a la oficina del procurador general de Venezuela. Después de meses de estar detenido lo liberaron para ser enjuiciado, pero huyó a Estados Unidos con su padre. Su madre los alcanzó posteriormente.
Después del tiempo que pasó en Virginia, donde estudió inglés, Coello se mudó a Miami y encontró trabajo como asistente de camarógrafo en un estudio local asociado a la estación de habla hispana Telemundo.
En abril, cuando Coello y Blandón, su abogada, acudieron a la cita para su solicitud de asilo, los hicieron pasar por el ICE. “Entramos caminando y ni siquiera se presentó”, afirmó Blandón al mencionar a la funcionaria del Servicio de Ciudadanía e Inmigración que los recibió. “No podemos considerar su solicitud de asilo. Estos dos hombres del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas les pueden explicar».
Coello aún tendrá la oportunidad de solicitar asilo en una corte de inmigración. Su arresto fue legal, pero algunos expertos cuestionan si fue la mejor manera de utilizar los recursos limitados de un sistema sobresaturado.
“En todos los años que llevo haciendo esto, he tenido muy pocos casos en los que alguien pueda señalar su nombre en un informe de derechos humanos del Departamento de Estado y decir: ‘Ese soy yo’”, dijo Schmidt, el exjuez de inmigración, en referencia a Coello.
Foto Scott McIntyre para The New York Times