Venezuela entra -por fin- en la fase decisiva de la alternativa entre el sistema dictatorial proyectado a través de la constituyente de Maduro y el democrático representado por la voluntad del 85% de la población, según las encuestas. Perdió dos décadas por culpa de sus propias debilidades y por la maldición de la venalidad petrolera.
En esta medición de fuerzas que puede ser decisiva, donde por una parte se aplica la represión y la utilización del miedo, mientras que por la otra se apuesta a la voluntad de la mayoría, cada bando representa fuerzas que rebozan con creces el ámbito nacional: cada lado combate en el amplio frente que divide desde hace décadas al mundo en dictaduras y democracias, y donde en este momento, Venezuela es el premio a conquistar. Es falsa la creencia de que fuera de Venezuela, su suerte no importa.
Los militares
Los nombramientos militares efectuados por Nicolás Maduro el pasado miércoles 21 de junio no son, como muchos creen, debidos a los desmanes del equipo anterior. Son la respuesta inmediata en el tablero internacional, al discurso de Donald Trump sobre Cuba, con un endurecimiento de la garra cubana sobre Venezuela.
Los cambios en la cúpula militar no presagian acatamiento alguno a las normas que prohíben la utilización de armas letales contra los manifestantes desarmados. Por el contrario, algunos de los designados cargan un historial de colaboración con grupos civiles armados, popularmente llamados «colectivos». Podrían indicar la utilización de éstos en las «labores» de represión.
Sería ingenuo considerar que el asesinato aparentemente selectivo de las víctimas y la represión con armas letales (disparos de lacrimógenas dirigidas al pecho del manifestante, utilización de municiones prohibidas y finalmente la de pistolas con balas), no haya sido parte de una escalada voluntaria de los cuerpos de represión. Si la meta era infundir el miedo para acabar con la manifestación de calle, obviamente el resultado ha sido contrario, porque en vez de asustar, incrementó la indignación popular. De manera que ahora, lo que le queda al régimen de Nicolás Maduro sería llevar esa indignación al punto de forzar un enfrentamiento armado, para luego sofocarlo por la fuerza.
De allí cabe observar con atención las medidas de vigilancia interna aplicada dentro de la Fuerza Armada, para sofocar cualquier señal de presunto «descontento» en la oficialidad. Se trata de un sapeo interno, característico de los sistemas comunistas y que el propio Hugo Chávez permitió instalar al estilo cubano en el estamento militar venezolano, si bien nunca alcanzó la efectividad que la denuncia interna logró en los sistemas del comunismo puro.
Si comparamos el sometimiento del militar venezolano al funcionario encargado de vigilar su fidelidad al partido con la llamada «vigilancia política» cubana, cabe sacar varias conclusiones. La primera es que el sistema de espionaje interno acoplado con sanciones que no respetan ni el rango ni la importancia del «investigado», es ya parte de la FANB y no se limita a un sometimiento a la DIM sola. La segunda es que el esfuerzo de transformar la fuerza armada en un ciego instrumento del sistema, parece haber encontrado en Venezuela múltiples obstáculos. Creo que nunca arraigó, sólo se impuso desde afuera aplicando métodos de control cada día más cuestionados internamente. De eso habría que consultar a Vladimir Padrino, el fiel de la balanza quien intenta no desbalancearla.
Por parte de la oposición
Con 80 días de resistencia en la calle y un saldo trágicamente alto de asesinados, apresados, torturados y vandalizados incluso en sus propios hogares, la nación – porque estamos hablando del 85% de los venezolanos -, está clara que no es el momento de perder los avances que se lograron con el reciente e inmenso sacrificio de vidas jóvenes. La señal más evidente de esa actitud, parte de los padres de jóvenes asesinados, quienes son los primeros en exigir la valoración de cada pérdida de vida, como aporte a una victoria final y el lugar que pertenece a ese hijo muerto en la memoria nacional.
Los avances que logró la oposición son los siguientes. La nunca ejercida en América Latina modalidad de resistencia pacífica ha sido aceptada por la población como la más efectiva forma de lucha en la actual situación de Venezuela. Permitió cohesionar en un solo cuerpo de acción de calle y sin armas, no solamente a todos los partidos de oposición reunidos en la MUD, sino que cuenta con el apoyo de la población civil en todas sus facetas, fuese popular, gremial o estudiantil.
Ese último segmento, el de los estudiantes, es notable porque tras 18 años del chavismo, los jóvenes que más actúan en las manifestaciones, nunca conocieron en su vida consciente a otro sistema y son los que más lo rechazan incluso con la decisión de arriesgar la vida en ello. (Tan notorio es ese fracaso del partido de gobierno, el PSUV, que las más recientes medidas anunciada por Nicolás Maduro de dar trabajo a 2.000 jóvenes en las policías, otros 2.000 en los cuerpos armados y otros tantos miles en diferentes estamentos oficiales, son el tácito reconocimiento de que intentan recuperar lo perdido).
La aparición del chavismo originario como una fuerza de oposición, merece otro comentario importante, porque parte de una posición de fuerza como lo es la Fiscalía de la República. Cuenta además con un reducido, pero activo segmento del acervo ideológico que permaneció nacionalista. Chávez le inyectó su debilidad el día en que viajó a La Habana para colocarse bajo el ala cubana. Pese a ese tutelaje, las casi dos décadas de un sostenido trabajo de propaganda a favor de la Constitución y el socialismo, generó un caudal de creyentes sobre todo en los barrios, que debe ser tomado en cuenta.
Todos juntos, oposición y chavismo originario, están aguijoneados por las penurias y el hambre, que Maduro, lastrado de dos décadas de un país sin mantenimiento de los servicios (sobre todo luz, agua y vialidad), un hambre rampante y una inflación desbocada, no puede frenar, por más fuerza y represión que ejerza.
Los frentes externos
Así como la oposición es parte indisoluble del frente común conformado por el mundo democrático, el chavismo ofrece una base en América a importantes fuerzas empeñadas en penetrar en el continente, tales como China, Rusia e Irán, ese último con su apéndice el Hezbollah.
Los votos del chiripero caribeño que frenan las decisiones de la Organización de Estados Americanos para exigir la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, son el equivalente en las Naciones Unidas del veto que puede utilizar la Confederación Rusa o China en el Consejo de Seguridad de la ONU. De hecho, la oposición venezolana no sólo combate internamente al madurismo, sino que enfrenta una combinación de fuerzas externas.
Muy especial es la posición del chavismo originario, cuyas denuncias terminarán afectando seriamente el lobby izquierdoso de diversos intelectuales europeos y algunos universitarios norteamericanos, siendo su voz cantante el filósofo alemán Heinz Dieterich, el más desilusionado de todos. De hecho, en difícil posición ya se encuentran los subsidiados por Venezuela como Podemos en España, el partido de Mélanchon en Francia y los remanentes del comunismo en Italia y Grecia que intentan surfear en las olas del chavismo. También están el narcotráfico, narcolavado, extremismo islámico y otros «amigos» reunidos por el chavismo venal, a los que ya nadie en Venezuela, salvo los que medran de esas fuentes, brinda apoyo. Que es, probablemente, lo que terminará por hundir a través de la aplicación de fuerzas externas e internas, el gobierno de Nicolás Maduro.
¿A dónde vamos?
Tal como se presentan las cosas, probablemente se va al desenlace. El aparente desafío de Maduro con la constituyente acelera la crisis en lo político, mientras que la falta de dinero incrementa la inflación y el desespero de la gente. Lo de mantener el orden público matando a un muchacho diario enfurece a la población, en vez de asustarla.
La gente está en la calle y de allí no se va. No es algo que Maduro puede frenar con un discurso, un bailecito de salsa o tocando tambor sobre una tarima.