Un escenario para Venezuela

En los últimos tiempos hemos escuchado/leído a muchos analistas hablar de «los escenarios» para Venezuela. Se habla de transición dura, transición blanda, de que pase de todo, de que no pase nada. Lo cierto es que hay muchas cabezas pensando al país, dentro y fuera de sus fronteras. De este último grupo, los que estamos fuera, específicamente desde la Asociación de Periodistas Venezolanos en España, surgió una propuesta de participación bastante interesante y fue basar su Segundo Concurso de Relatos Miguel Otero Silva, en el tema de «La transición en Venezuela». Yo me animé a participar nuevamente con la idea de ser parte de la creación colectiva de propuestas para la reconstrucción institucional del país, que era el leitmotiv del concurso. Y este fue el resultado: un relato cuya situación es imaginaria pero que está lleno de referencias a situaciones reales, concretas, que reconstruí a partir de historias propias y prestadas. Lo comparto como un desahogo, como un grito desesperado por el rescate de la Libertad, la Democracia y, sobre todo, de la Humanidad en nuestro país (al margen de todo lo que nos agobia día tras día). Aquí va.

«Era mi alma persiguiendo el horizonte»

Eran pasadas las 10 am de un martes cualquiera en la capital venezolana. Yo me estaba tomando el segundo café de la mañana junto a Jose, mi fotógrafo y Carlos, mi camarógrafo, mientras la esperábamos en el citado Hotel frente a la Plaza Altamira. La Ministra de Comunicaciones Mónica González llegó a las 10:30 en punto, tal como acordamos (la puntualidad es un valor que siempre he apreciado).

-Buenos días, Ministra.

-Buenos días -sonrió- ¿cómo están?

-Muy bien, gracias. ¿Va a tomar algo?

-No, ya desayuné. Pasemos al salón que luego tengo una reunión. Mejor no perder tiempo.

-Perfecto.

Una vez en la sala de reuniones dispuesta por el hotel y ya sin escoltas, Mónica se sentó un poco más relajada y me dijo: “Chica, yo no puedo pisar este hotel sin que se me agüe el guarapo (suspira)… me trae tantos recuerdos! Y no precisamente de los que estás pensando (risas). Me recuerda a mis tiempos de calle, de marchas, de bombas, de universidad, del canal, de mis camarógrafos y fotógrafos que tanto me cuidaron… (levantando la mirada a los míos) Ustedes tienen que ser un equipo siempre, cuidarse unos a otros más que un matrimonio (risas)”.

-Así es. Bueno, será mejor que comencemos, Ministra- le dije para entrar en materia-. Lleva usted ya diez meses en el MINCI (Ministerio de Comunicación e Información) y hemos notado los cambios más evidentes, como la modificación minuciosa de las regulaciones de CONATEL. ¿Nos puede contar un poco más sobre esto?

Qué bueno que digas lo de la “modificación minuciosa” de CONATEL porque aquí hay mucha gente que no entiende que nosotros -y no hablo solo del MINCI, sino de todo el nuevo gobierno- no hayamos destruido todo lo existente, “cortado de raíz” lo que dejó el chavismo, acabado con cualquier vestigio de esa época tan dura que nos tocó vivir a los venezolanos durante los últimos 20 años. Pero es que eso habría sido un grave error porque estamos en una transición, eso quiere decir que hay que evaluar lo que estamos dejando atrás en función de los que queremos construir a partir de ahora. Y digo construir y no rescatar, ni re-construir, ni ninguno de esos eufemismos que tanto se desgastaron durante las luchas recientes entre bandos… la oposición de entonces se empeñó en decirle al país que había que “rescatar a Venezuela” pero eso no es así, no había que rescatar al país, había que volverlo a crear y eso es lo que estamos haciendo ahora, porque es absolutamente imposible volver a ser lo que éramos antes de Chávez. Ahora somos otra cosa, otra sociedad, tenemos otra cultura política, otros ciudadanos, otras prioridades, otro pensamiento compartido (que no es lo mismo que pensamiento único), otra historia contemporánea que no está en los libros, sino que está a flor de piel todavía y eso hay que tratarlo con mucho cuidado. Hay que tener conocimiento, estrategia e inteligencia emocional. Levantar las nuevas bases de nuestra sociedad no es una tarea fácil, por eso me he rodeado de tantos profesionales tan cualificados, de esos que se fueron a preparar en el Exterior en la estampida de cerebros que provocó el chavismo.

-Claro, pero nada de eso es sencillo, además, CONATEL como tal no era el problema, sino todas las leyes que desde allí se aplicaron a los distintos medios de comunicación, a sus representantes jurídicos, a sus trabajadores… es decir, todo el tema de la persecución y la censura. ¿Qué está haciendo el MINCI por esta dura situación del gremio?

Después de un suspiro profundo, la Ministra me miró con la entraña revuelta, como quien ha vivido más de lo que deja ver su cédula- Te voy a responder como Periodista. Porque eso es lo que soy y lo que voy a ser toda la vida. Esto de ser Ministra es una responsabilidad transitoria, un cargo, un nombre, una tarea que decidí asumir porque fue mi manera de comprometerme aún más con el cambio por el que tanto he luchado. Pero mucho antes de llegar al MINCI, yo estuve en las aulas de la Universidad Católica Andrés Bello y aquella mañana del 27 de mayo de 2007, en la que teníamos que despegar los carteles de las elecciones universitarias (que había ganado mi compañero de clases, el actual presidente de la Asamblea Nacional) y decidimos aprovechar el madrugonazo para trancar la entrada de carros de la universidad como protesta por el cierre de RCTV, entendí cuál era mi vocación: luchar por un periodismo libre, por una Venezuela libre. Hicimos pancartas, salimos a la autopista y llegamos hasta la sede de Venezolana de Televisión gritando con la boca y con el estómago: “No decidan por mí, UCAB contra el cierre” junto a nuestros compañeros de las demás universidades . Esa fue mi primera marcha y fue bastante pacífica y genuina. Después vinieron otras movilizaciones con otros motivos y otras consecuencias: gases lacrimógenos, corredera, policías, guardias, Plaza Altamira, TSJ, CNE, CONATEL, Asamblea… en fin, desde entonces no paramos, aún no hemos parado. Perdí muchos amigos en el camino, principalmente por tres razones: por pensar diferente, porque se fueron del país o porque los mataron. Fue una época muy dura. Pero también es verdad que así nació esa generación de líderes con quien hoy comparto -orgullosa- el Gobierno Nacional.

Mi ímpetu de entonces lo canalicé cuando conseguí trabajo en Venevisión. Comencé como productora y después tuve el esperado ascenso a reportera. Me sentía feliz, útil, comprometida. Salir a la calle todos los días era mi mayor motivación. La adrenalina, tú lo sabes, es maravillosa. Ir tras la noticia, perseguir los hechos, llegar a tiempo, grabarlo todo, tener la declaración, indagar más allá, preguntar, buscar, encontrar… todo eso movía mis pies. No era mi cerebro dando órdenes motoras, era mi alma persiguiendo el horizonte. Pero la censura tocó a la puerta del canal. El ambiente se fue haciendo cada vez más tenso, comenzaron a haber llamados de atención constantes por cualquier cosa, las notas se revisaban una y otra vez y nos recortaban cosas, el “esto sácalo” se fue haciendo cada vez más usual en los noticieros, ya no se cubrían ciertas pautas, hasta que me senté con mi jefa y le dije -me acuerdo clarito- “¿Tú me quieres explicar qué es lo que está pasando aquí? Yo no soy jefa, pero tampoco soy pendeja. Son muchos años y nunca había pasado esto”. Ella, muy tajante y fuerte como era, me dijo: “Lo que está pasando aquí tiene un solo nombre, se llama Censura. Lo tomas o lo dejas”. Me quedé en una pieza porque no me esperaba que ella me dijera eso. Yo lo sabía, pero pensé que nadie me lo iba a reconocer en la cara y me equivoqué. Cuando te lo ponen así no te puedes hacer el loco, tienes que tomar postura y yo no podía quedarme sin empleo, hacía tres años que me había casado con un ingeniero que no conseguía trabajo por haber firmado la lista de Tascón y mi hijo tenía 10 meses. Tragué grueso y me juré a mí misma que prefería no cubrir una pauta a tener que decir lo que los dueños de la censura querían que dijera. Yo siempre voy a decir lo que tenga que decir. Es eso o callar, que es otra forma de traicionarme.

Entonces salir a la calle a cubrir cualquier cosa, sabiendo que mi fuente era política, se convirtió en un compromiso que crecía cada día, en una lucha permanente con mis jefes, con mis interlocutores, con mi esposo, con mis fuentes y conmigo misma. Tragué gases lacrimógenos infinidad de veces. Una vez, cubriendo una manifestación de trabajadores de la Alcaldía Metropolitana, me encerré en un edificio de la avenida México para huir de la PM que nos estaba lanzando tantos gases que no se veía ni al que tenías al lado, y cuando me metí en el edificio jalada por mi camarógrafo, nos lanzaron bombas por el estacionamiento… ese día creía que me moría, te lo juro. Después vinieron más y más días así y peores. Gas pimienta a las puertas de la Asamblea Nacional, perdigones en la espalda de mi fotógrafo, gente que se caía a mi lado y a quien no me pude parar a ayudar por puro instinto de supervivencia. Mi carnet de prensa pasó de ser un salvoconducto a ser considerado casi un arma blanca. Aquello era horroroso. 

Pero para volver a tu pregunta, cuando la gente habla de persecución y de censura, se imagina cosas. En cambio cuando a mí me hablan de esas dos palabras, tengo recuerdos concretos de situaciones muy complejas. Así que mi trabajo y el de mi equipo ha sido muy preciso: creamos una Comisión Anticensura, conformada por el presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un representante de la Comisión Permanente de Medios de Comunicación de la AN y los directores de las Escuelas de Comunicación de las Universidades. Esa Comisión ha estado evaluando todos los casos de censura, intimidación y persecución de periodistas y medios y ha determinado los mecanismos que se utilizaron para intentar inhibir la labor periodística en nuestro país las últimas dos décadas. Con los resultados de esta investigación vamos a crear una nueva Ley Orgánica de Comunicación que prohiba expresamente la utilización de estos mecanismos o similares en futuras ocasiones y que castigue penalmente su uso.

-Sé que detrás de esas vivencias que nos ha contado, hay muchas más que por tiempo y por contexto, se ha dejado para sí. Pero sí que me gustaría preguntarle, ya para terminar, ¿cuál fue la experiencia que más le marcó durante su ejercicio periodístico y que hoy, desde el puesto que ostenta, puede utilizar en favor del gremio?

Tú cada vez me la pones más difícil, ¿no? (risas). Yo te voy a responder tres cosas. La primera es que los periodistas estamos hechos de “experiencias que nos marcan”, y tú eso lo sabes. Así que me será difícil elegir una. La segunda cosa es que además de CONATEL y la censura, el Periodismo se ha enfrentado también a otro tema muy complejo, que es el acceso a las fuentes de información, y en eso también estamos trabajando de la mano del Centro de Estudios Políticos de la UCAB, con quienes creamos un Proyecto de Gobierno Abierto que pretendemos poner en marcha desde todas las instituciones del Estado. Es una normativa que obliga a los organismos públicos a aportar información a la prensa acreditada sobre cualquier cosa que ésta desee investigar o conocer. La norma es de obligatorio cumplimiento por todas las instituciones que representen un Poder Público Nacional y su violación acarreará sanciones penales. Y la tercera cosa que te quiero decir es que lo más difícil de mi ejercicio periodístico los últimos años, ha sido ver quebrarse la voluntad de los míos y yo no tener cómo reconstruírsela. Me pasó varias veces y eso fue lo más duro. No quisiera retroceder el tiempo porque creo que no aguantaría algo así de nuevo, pero si volviera a vivir lo que viví como periodista en las calles durante la época de Chávez y de “su legado”, miraría a la gente más a los ojos y trataría de transmitirles paz. Nos hizo falta mucha paz. Nos agobió la incertidumbre, la desesperanza, la desidia, la supervivencia, el odio, la muerte y la violencia. Me hubiese gustado poder decirle a los míos, mi familia, mis amigos, mi gente, mi Venezuela, ¡Vamos, que sí se puede! Pero no podía decirlo porque a veces tampoco yo lo creía. Hoy sé que fue posible y solo por eso volvería atrás: para traerlos a todos conmigo.

Nos despedimos y al salir del hotel y ver la Plaza Altamira, un aire helado me recorrió todo el cuerpo.

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