Nicolás Maduro se entrampó. O lo entramparon, qué más da. A pocas horas del parapeto electoral montado en torno a una Asamblea Nacional Constituyente rechazada por 8 de 10 venezolanos y la gran mayoría de la comunidad internacional, el destino del sucesor de Hugo Chávez parece sellado. La carta que se sacó debajo de la manga para obligar a la resistencia a enfriar la calle ahora luce como su sentencia. Desesperado, lanza públicos gritos de auxilio: siéntense a dialogar conmigo y nos olvidamos de la Constituyente. Pero nada, la MUD no muerde. El boxeador está contra las cuerdas, pidiendo le dejen ir a la esquina a descansar para encarar el próximo round, pero la respuesta de su rival es arreciar la andanada de golpes: manifestaciones viernes, sábado y domingo.
La semana comenzó con el corri-corri de Zapatero a ver si lograba encauzar la rebelión popular. Tiró de su nueva relación con Leopoldo. El preso lo escuchó y convocó a sus correligionarios de la Unidad para transmitir el mensaje del intruso: suspensión de la Constituyente y calendario electoral regular (regiones 2017 y presidenciales 2018) a cambio de sentarse a dialogar con la calle apagada. Nada. A pesar de que la propuesta no desagradaba a algunos maracuchos, el primer intento del andaluz fue infructuoso. El propio López publicó un video en su cuenta en Twitter, con el cual trasnochó a los venezolanos, llamando a arreciar con la calle.
Zapatero, cuya agenda marcaba que a estas alturas ya iba a estar en Madrid, sigue en Caracas curándose su Nóbel de la Paz. No lo ayuda Ledezma -el bravo alcalde lo mandó bien largo cuando intentó visitarlo-, pero tampoco Diosdado. El hombre de El Furrial está alzado tras lograr que no lo incluyeran en la lista de sancionados por el imperio. Por él, que Nicolás muerda el polvo el domingo con la Constituyente. Jugada redonda.
Reconocimiento a la AN
Maduro no sabe qué hacer, pero eso va más allá del fraude de este domingo. La resistencia no afloja y pide elecciones generales, figura que no existe en la Constitución que tanto se defiende, por cierto. Para aplicarla se necesitaría una Enmienda a la Carta Magna, algo que la Asamblea Nacional puede hacer…si el resto de los poderes, controlados por el PSUV, la reconoce. Precisamente, lo determinante en las exigencias de la MUD a los atrincherados en Miraflores es el reconocimiento al parlamento. Con eso, y la mayoría absoluta de diputados opositores al régimen, se destranca el juego. ¿Quieres elecciones generales? Toma Enmienda. ¿Quieres liberar a los presos políticos y que los exiliados (políticos, no vagabundos) regresen? Toma Amnistía. ¿Quieres elecciones libres? Toma nuevo CNE. ¿Quieres justicia? Toma nuevo TSJ. Y así sucesivamente. Si a usted, estimado lector, esto le parece una fórmula mágica irrealizable, es que tenemos 18 años viviendo sin democracia. Resulta que así funciona. Reconocer a la AN es restituir el hilo constitucional y democrático, la razón originaria de las actuales manifestaciones (no, Nicolás, la razón originaria no es la Constituyente).
Aunque parezca mentira, Maduro todavía tiene la posibilidad de negociar una salida que le sea provechosa. Cada segundo su horizonte se cierra, pero aún tiene chance. Le basta reconocer a la Asamblea Nacional, carta que no le sería tan costosa ya que puede argumentar que es normalizar al país. Total, acatando la legislatura, la calle se apaciguaría. No tendría el régimen que soltar a los presos políticos, ni aplicar medidas económicas desagradables, etc. Siempre podría echarle la culpa a la oposición, al frente del parlamento. Sin embargo, lo manipulan maquiavélicamente con aquello de no mostrar signos de debilidad.
FANB, colgados de la brocha
La incertidumbre venezolana deja, sin embargo, algo claro: la resistencia se pelea pero termina unida mientras el régimen parece unido pero termina con irreconciliables fracturas internas. Ya no es un secreto que los secuaces buscan una escapatoria. Lo dice Almagro a toda voz en el Senado estadounidense y lo dice Macri con igual estruendo en el G20 o en el Mercosur, por nombrar los más recientes. En este caso, al régimen hay que aplicarle eso de no ver lo que dice su boca sino lo que hacen sus manos. Mientras más cerca estén de montarse en el avión más gritos pegarán, pero siempre les quedará suficiente voz para seguir cantándole a «la compañía».
En esta coyuntura, los que se quedarán colgados de la brocha son los cuadros medios de la institución militar, justamente los que más se oponen al fraude del próximo domingo (si es que el futuro Nóbel no logra abortarlo antes). Los generales y sus barrigas tienen full de gasolina el avión, pero esas naves privadas tienen espacio reducido. Ahí no caben los jóvenes que deberán cargar con el repudio de una nación que no contó con su Fuerza Armada en las horas más oscuras.