Con Rosa Montero me topé por primera vez en la librería Barner &Noble, Miracle Mille, Coral Gables, en el área de libros en español. El amor de mi Vida fue el sugestivo título del libro que prácticamente saltó del estante a mis manos como suplicándome que no lo dejara más tiempo allí, apretujado entre otros libros olvidados. De manera que lo tomé, miré la portada que me pareció rarísima, poco atractiva, en tonalidades verde- blanco, ilustrada, para más inri, con una foto en blanco y negro del húngaro André Kertész, tomada en el asilo de Beaune (Francia) 1929, en la que puede observarse a una anciana semisentada en una cama con dosel de madera, su frágil cuerpo enterrado entre almohadones y cobijas de lana, sin más compañía que la de un libro que parece leer con devoción. Lo coloqué con cuidado en el mismo anaquel, al lado de otros libros de la autora con nombre de actriz mexicana y, seguí curucuteando. Pero el libro me hablaba: lee el reverso, no te imaginas el tesoro escondido en mis páginas. Lo volví a sacar, por curiosidad, y leí la contratapa. Dos líneas que no me dejaron dudas de que sería mío para siempre: Dejar de leer es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo sin oxígeno. Mejor dicho, imposible. Pienso que el día que ya yo no pueda leer, debo morir. El libro es una compilación de artículos escritos por la periodista española Rosa Montero, publicados en el diario El País entre 1998 y 2010. Cada capítulo (45) se centra en uno o varios libros que, juntos, constituyen un delicioso compendio de datos biográficos y curiosidades poco conocidos de otros autores; una guía esencial tanto para iniciados en el placentero vicio de la lectura, como para lectores más avezados. Así, El amor de mi vida se ha convertido en uno de esos libros que jamás vuelven a apiñarse en la biblioteca porque siempre queremos tenerlos cerca de uno, a mano, para manosearlos y releerlos y consultarlos. Miren en lo que resultó la patética viejita de la tapa.
Me subyugó el estilo de la autora, culto y desenfadado, el ritmo en el cual danzan los vocablos, que parecen vivos, moviéndose ante nuestros ojos con inigualable gracia y soltura. Como quien queda atrapado por un tema, me dio por querer leer toda la obra de Rosa Montero, incluyendo sus interesantísimos artículos semanales en el diario El País, en los cuales aborda temas de actualidad como, por ejemplo, las terribles consecuencias que las redes sociales pudieran tener en nuestra sociedad. “Gente que se instala en ese terreno gris y persevera en comportamientos inmorales que jamás tendría en su vida normal. Hay algo en las redes que nos desconecta la cabeza, que nos emborracha de falsa impunidad.” -Montero, además de ser periodista y escritora, es psicóloga. Es activista de Tuiter, nada engreída, pues se toma el tiempo para interactuar con los tuiteros y responderles con la elegancia de la humildad, los comentarios, buenos o malos.
Conseguí otros títulos de Montero, algunos me gustaron, otros, no tanto. La hija del caníbal (Premio Primavera 1997), es una novela de suspenso que indaga en el sombrío sentido de la existencia. Quedé atrapada en las dos primeras líneas: La mayor revelación que he tenido en mi vida comenzó con la contemplación de la puerta batiente de unos urinarios. Hasta aquí. Fueron dos días en que me desconecté del mundo y di largas caminatas reflexivas en compañía de Lucía Romero, la protagonista.
El Corazón del Tártaro (2001), la dejé a medio camino, tal vez la retomé más adelante. No me gustó. Así, llegué a su opera prima, Crónica del desamor, escrita hace 30 años -la autora es “incuentona” (1951). Cada época tiene sus libros, y éste, aunque Rosa parece no quererlo mucho, fue, en su momento un gran éxito literario. Un retrato generacional de los años setenta, que se editó durante años hasta que la autora decidió no volver a editarla. De esta novela, Montero no parece muy conforme con los personajes, “… son esquemáticos y superficiales, pero el texto tiene pasión y fuerza.” A mí me encantó por la autenticidad y la frescura del pensamiento de una joven debutando en el mundo de as letras. Como ocurrió con la francesa Francoise Sagan escribiendo con desparpajo juvenil (18) Bonjour tristesse. Rosa Montero en aquel entonces era una joven más en “aquellos años ardientes de la Transición.”, cuando España despertaba del letargo de 36 años de dictadura franquista, al llamado destape. Ana, personaje principal, redactora free lance de una revista, madre soltera con un hijo que mantener, cae y vuelve a caer en busca del compañero que toda mujer desea para hacer juntos alguno de los tramos que la vida nos depara. El final no me gustó, se siente que la autora perdió el pulso, tal vez por fastidio y le dio un mateo, como decimos por aquí. Cerré el libro y me dormí pensando en la pobre Ana, que se pasó la mitad del libro enamorada platónicamente del editor de la revista, que resultó un engreído poderoso, como tantos. Un brindis de fin de año propició el apareamiento de la dispareja pareja. Ana conocía el libreto, no obstante, se fue de piernas con desgano patético, para terminar en un polvo malísimo, acto mecánico, chucuchucu, que, lejos de dejarle una pírrica dosis de felicidad, acrecentó su depre para volver a su casa en taxi porque el jefe tenía tantos compromisos a la mañana siguiente que ni la cola pudo darle.
“La llamé crónica porque no me atrevía a llamarla novela”, dice Rosa Montero, “la narrativa es un género de madurez y esta es, sin duda, una novela juvenil.”
A veinte años de su publicación, Crónicas del desamor ¡volvió, volvió, volvió! a editarse a solicitud de los asiduos a la Feria del libro de Madrid.