Profundamente pesimista para Venezuela es la visión de la experta en los asuntos cubanos, Elizabeth Burgos. Ampara sus previsiones en lo que desde La Habana hacen y anuncian que harán, lo cual afecta -y no por la tangente sino de frente- el posible porvenir de Venezuela.
Tardíamente diversos analistas y líderes de la oposición han admitido que el destino de Venezuela está en manos del régimen castrista. Algunos columnistas en diversos medios de la oposición, ante la certeza de que la rebelión ciudadana no iba a obtener el resultado deseado de librarse por la vía democrática de Nicolás Maduro y de la mafia que lo acompaña, ya avanzaban la idea de que la solución radicaba en apelar a los buenos oficios del General, presidente de Cuba, Raúl Castro. Idea que entre otros inconvenientes significaba que la oposición venezolana admitía la entrega de la soberanía del país a Cuba. Por otro lado, expresaba la visión ingenua que se ha tenido en Venezuela acerca de la naturaleza el modo de actuar y el proyecto que anima al castrismo.
El castrismo no negocia porque su objetivo es la permanencia en el poder y el ensanchar su espacio geopolítico. Lo insólito de la oposición venezolana es que han tenido tiempo de observarlo durante los 59 años que lleva el castrismo interviniendo en América Latina, en particular en Venezuela y en otras partes del mundo. En este sentido, vale la pena citar una opinión de Ronald Reagan, cuya veracidad no he confirmado, pero que refleja con clarividencia el talante del régimen fundado por Fidel Castro: “Cuba es el país más grande del mundo: su capital es La Habana, su gobierno está en Moscú, sus ejércitos en África, y su población en la Florida”.
Seguramente, al término de conversaciones entre los diferentes responsables de los países latinoamericanos que sumaron su voz a la de los venezolanos, se acordó que fuera México el país que se dirigiera al general presidente de Cuba. México es el país latinoamericano que ha mantenido siempre buenas relaciones con el régimen castrista y éste, de cierta manera ha respetado la soberanía de los gobiernos mexicanos. Cuestión de interés y de real politic. No es el momento de tratar el tema en este espacio, pero por supuesto, encomendar a México la tarea de abogar por Venezuela, fue una decisión lógica en términos diplomáticos. En efecto, el canciller mexicano, Luís Videgaray, viajó a La Habana, con la esperanza de obtener la colaboración de Cuba en el conflicto entre el gobierno de Venezuela y la mayoría de la población que lo adversa.
Dado que los gobiernos mexicanos son conocedores de que los Castro no dan nada sino a cambio de remuneración, el canciller no llegó con las manos vacías. El canciller propuso incrementar una línea de crédito del banco de fomento estatal mexicano, Bancomext, de 30 millones de dólares como gesto de buena voluntad; por cierto el canciller mexicano viajó acompañado por el jefe de Bancomex. El propósito de México consiste en la idea de que sin la intermediación de Cuba, la situación venezolana degenerará en violencia. Dado que Cuba es la que manipula bajo cuerda la diplomacia hacia Venezuela, (de allí que pese a los esfuerzos de Almagro, exista la imposibilidad de aplicarle la Carta Democrática), a cambio de reemplazar a Venezuela en el mantenimiento de la isla, -pues México puede también proveer la isla de petróleo-, México espera convencer a La Habana, de convencer a Maduro de abandonar la política de enfrentamiento y de exclusión. Además si Cuba actúa de esa manera, hará que otros países bajo su esfera, también adopten la postura cubana.
Es la lógica de la diplomacia en el marco de la democracia, que no es la del castrismo, que seguramente aceptará los 30 millones y el petróleo, hará creer que colaborará con México en su empeño de evitarle a Venezuela una tragedia mayor, y sobre todo, evitar los problemas que acarreará en los países fronterizos.
El viaje de Videgaray coincidió con un desplazamiento de Nicolás Maduro a la isla y se esperaba que Raúl Castro lo pusiera al corriente de las intenciones del venezolano. Nada ha trascendido al respeto.
En cambio, lo que sí ha ocurrido, es la divulgación de un video de un discurso del primer vicepresidente del Consejo de Estado cubano, Miguel Díaz Canel, a los miembros de éste, en el que da las líneas de la estrategia gubernamental de cara a las “elecciones” de 2018 cuando se delineará la conformación del gobierno que regirá los destinos de la isla.
Díaz Canel había conservado hasta ahora un perfil bajo. Se le consideraba un tecnócrata equilibrado y se abrigaba la esperanza de que con él se abrieran espacios de libertad. Nada más falso. Como siempre lo he afirmado en estas columnas, el castrismo no negocia ni cambia de perfil, pues la principal característica de ese régimen es el de perpetuarse, es la misma línea que se persigue en Venezuela y la misma en Bolivia con Evo Morales. La de Nicaragua, con Daniel Ortega, ya ha dado prueba de su longevidad.
En su discurso, Díaz Canel no se anduvo con subterfugios. Anunció que la transferencia de poder significaba una transferencia generacional, pero aseguraba la continuidad de las misiones de la generación anterior, de las banderas del socialismo, de que no dará apertura a la empresa privada o a espacios de libertad de prensa. Reconoció sin tapujos, el carácter “de censores aunque la opinión pública proteste” y la represión de la oposición política por que “es enemiga de la pervivencia del régimen”. Admite el cierre de los negocios que han funcionado en los últimos años con el apelativo de “cuentapropistas”, – por lo general pequeñas empresas tipo restaurant, que por cierto no significan el desarrollo de una verdadera economía bajo el pretexto de usar símbolos de los años 50, es decir previos al advenimiento del totalitarismo castrista, cuando éste operó la modificación de la lectura de la historia y de los símbolos que configuraron la Cuba republicana. Los símbolos cuentan sobremanera en la voluntad de la manipulación del inconsciente en el empeño de imponer el totalitarismo. Legitiman el uso de la censura, debido a que blogueros como Yoani Sánchez tienen una actitud “contrarrevolucionaria confrontacional”, posee un servidor en Alemania más poderoso que el del Estado cubano con el que intentan cambiarle el rostro a la revolución. Díaz Canel afirmó que la oposición “funciona por dinero, no por ideas.” Admite que existe una oposición que todavía “no se ve como contrarrevolución, pues no confrontan abiertamente la revolución cubana, usan un discurso social social-democrata”, “intentan una reconquista política y económica con el propósito de formar liderazgos”.
El discurso de Díaz Canel demuestra que La Habana le pone término a la política de distensión inaugurada por Obama, pues “se había intentado todo y nada había dado resultado con Cuba”. Obama apostaba a que la biología operaría el cambio generacional del cual dependía el cambio de régimen. Es cierto que es difícil imaginarlo, pero el castrismo ha formado robots que funcionan según la configuración que casi 60 años de castrismo les ha impreso en el cerebro.
“Nada es casual en política con Estados Unidos”, declara Díaz Canel; “impedir la entrada del capitalismo en Cuba es la lucha que debemos llevar”.
Es innegable que Cuba necesita continuar el desarrollo de las negociaciones con EE.UU., lo que además le brinda la posibilidad de volver a la confrontación, pues ahora en la era de Trump se acabó la sutileza, el tema es de confrontación, situación en la que el castrismo se mueve como pez en el agua y ello le da la legitimidad que a otros países les dan las leyes y la constitución .
Venezuela será la presa en esa cesta de negociaciones, por lo que se intentará entrar en una zona de espera, de ganar tiempo, hasta que termine el período presidencial de Trump. Período que le traerá dividendos a Cuba en términos de opinión pública, dada la antipatía que la presidencia de Trump suscita en el mundo.
Mientras tanto, en Venezuela, se consolidará el castro/chavismo, y no con antifaz, sino con su rostro más totalitario. Y en algún momento, tal vez muy próximo, las elecciones se hagan a la manera cubana: es el gobierno quien elige a los candidatos por los que un pueblo dócil votará a cambio de su caja CLAP.