La carrera contra reloj que realiza el régimen de Nicolás Maduro en Beijing para negociar la recompra de bonos de PDVSA, toda vez que aseguradoras de inversión como Moody’s disparan el índice de “riesgo-país” para Venezuela y desde Washington avanzan con las sanciones financieras contra Caracas, colocan al país en una puja de esferas de influencia entre EEUU, China y Rusia.
El péndulo geoestratégico que se mueve en torno a Venezuela se balancea entre Washington, Beijing y Moscú. Y aquí, el tema económico y financiero se impone como el elemento decisivo.
Según diversas fuentes, desde la semana pasada, altos funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro, liderados por el presidente del Fondo de Desarrollo Nacional (FONDEN), Simón Zerpa, están negociando en Beijing, a toda velocidad y contra reloj, un acuerdo general de apoyo estratégico con el gobierno de Xi Jinping. Este acuerdo incluye el área financiera y la repotenciación de las industrias básicas de transformación de hierro, acero y aluminio.
Además de presidente del FONDEN, Zerpa es vicepresidente de Finanzas de PDVSA desde enero pasado, así como gobernador alterno ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y viceministro de inversión en el ministerio de Economía y Finanzas. Está igualmente incluido en la lista Clinton de sancionados por la OFAC, la oficina de control de activos extranjeros del departamento del Tesoro de Estados Unidos.
El contexto de estas operaciones en China es claramente estratégico para Maduro. El impulso desde la Casa Blanca de las sanciones financieras afecta decisivamente la capacidad de maniobra de la cúpula instalada en el poder en Caracas.
Por ello, la carta china es vital, toda vez ya Maduro ha adelantado operaciones con Rusia a través de PDVSA/Citgo. El caso de la venta de acciones de Citgo a favor de la multinacional rusa Rosneft sigue estando pendiente de resolución judicial en EEUU.
Odebrecht, Macron y Moody‘s
Al mismo tiempo, las revelaciones desde el exterior realizadas por la Fiscal General Luisa Ortega, sobre los manejos de Maduro y su cúpula a través de la multinacional brasileña Odebrecht, también obligan a Maduro a mover ficha en Beijing y Moscú. Entre estas revelaciones se incluye un presunto desvío de fondos por parte de Maduro a través de Odebrecht, valorado en US$ 8.000 millones.
Por si fuera poco, este lunes 28, en una inédita declaración, el presidente francés Emmanuel Macron calificó sin tapujos al régimen de Maduro como “una dictadura” que busca “perpetuarse al precio de un costo humano sin precedentes”. Esta declaración de Macron revela la perspectiva que desde la Unión Europea se tiene sobre la crisis venezolana.
Para completar el cuadro, esta semana la calificadora de riesgo Moody’s Investors Service publicó un informe en el cual Venezuela sale como el país a nivel hemisférico más afectado, calificando que en su caso “el impacto crediticio del riesgo político es el más obvio”.
Moody’s considera que las perspectivas económicas en Venezuela se ven “estropeadas por la inestabilidad política, disturbios sociales y profunda recesión”, algo que “está conduciendo a una muy alta probabilidad de incumplimiento de pagos (default)” por parte del Banco Central y de la empresa petrolera estatal PDVSA.
En este sentido, “la intensificación de la crisis ha impulsado violentas protestas, fugas de capital y la destrucción de la capacidad productiva, resultando en la peor crisis económica de la historia de esta nación”.
Por ello, las experiencias anteriores de sanciones internacionales y de aislamiento económico y financiero contra regímenes como el iraquí de Saddam Hussein, el libio de Muammar Gadafi y actualmente Irán y Corea del Norte, pesan con fuerza para Maduro.
Ante la gravedad de esta situación, el presidente venezolano se agarra desesperadamente al único salvavidas que le queda: China y Rusia. Y precisamente, Beijing y Moscú tienen experiencia en cómo lidiar con regímenes sometidos a sanciones internacionales, principalmente desde EEUU.
El “milagro” chino
La recompra de bonos de deuda venezolana y de PDVSA por parte de China permitiría a Maduro alcanzar importantes ahorros tanto en pago de capital como de intereses de estos papeles, cuyos precios han caído estrepitosamente en el mercado financiero global.
Maduro está agobiado por una fuerte escasez de liquidez y el cierre de líneas de financiamiento convencional desde el exterior. Con especial atención se observa la nueva oleada de sanciones desde Washington, que prohíbe que los bonos venezolanos sean negociados en el mercado secundario de Estados Unidos.
En Beijing, el presidente de FONDEN y su equipo negociador se concentran en la creación, junto a tres bancos chinos, de un sub-fondo para la recompra de la deuda venezolana, tanto soberana como de PDVSA.
Fuentes calificadas que pidieron el anonimato aseguran que la estrategia de ese sub-fondo para la recompra de deuda sería aprovechar el ahorro que podrían obtener el gobierno de Maduro y PDVSA, mediante la recompra, a descuento, de los bonos que vencen en 2017 y 2018. Para esos años se contemplan pagos de capital por vencimiento de dichos bonos, valorados en US$ 2.426,6 millones.
Para el próximo mes de septiembre está pautado el pago por parte del gobierno venezolano de vencimiento de deuda valorado en US$ 228,8 millones por concepto de intereses. Posteriormente, en octubre y noviembre, se prevén pagos por US$1.634 millones y US$1.890 millones, respectivamente.
Siguiendo con estas fuentes, si el sub-fondo chino-venezolano adquiere esos papeles al precio que tienen en los mercados financieros a la fecha de hoy, sólo se pagarían US$ 1.704 millones. Por lo tanto, el gobierno de Maduro y PDVSA ahorrarían más de US$ 700 millones, vitales para el comprometido gasto público de su gobierno y ante la posibilidad de que la presión internacional le obligue a acometerse a un eventual calendario electoral como salida política a la crisis.
La idea final de esta estrategia sería canjear, al vencimiento, los bonos que se logren recomprar a cambio de nueva deuda emitida por PSVSA con vencimientos en 2037 y 2047. En conclusión, más deuda para hipotecar al país a futuro.
Este contexto es analizado minuciosamente desde Wall Street. Analistas e inversionistas consideran que los próximos vencimientos de pago de deuda y el crítico cuadro económico venezolano ante la caída de los precios de petróleo dejan al país expuesto a una inevitable moratoria de la deuda financiera venezolana, la cual aseguran será “cuestión de tiempo”.
Por otro lado, la inclusión de Zerpa en la lista Clinton le resta margen de maniobra ante los mercados internacionales. Para la OFAC, los sancionados tienen prohibido negociar con firmas internacionales cualquier operación financiera, en este caso de deuda pública venezolana, que estén siendo vigilados por organismos estadounidenses en los mercados financieros.
Por ello, y ante el acoso financiero de los mercados internacionales, Maduro busca el atajo por el camino del medio, con países que también están expuestos a sanciones estadounidenses pero que tienen liquidez financiera y potencialidad económica. E intereses igualmente estratégicos en las reservas energéticas venezolanas. Por esa vía están China y Rusia, a todas luces los principales valedores de Maduro a nivel internacional.