El “antipoeta”, le llaman algunos. El “poeta revolucionario”, le llaman otros. Lo cierto es que Rafael Cadenas es un mago de la prosa. “Yo solo sé escribir en prosa”, ha dicho él mismo en reiteradas ocasiones, una de ellas, el pasado miércoles 11 de octubre en Madrid, donde terminaba una gira por España donde ha sido recibido y homenajeado en ciudades como Salamanca, León, Tenerife y la capital española.
Cadenas danzaba esta vez por una España fracturada por un conflicto de nacionalismos trasnochados que han puesto a Cataluña y a los catalanes a enfrentarse con sus iguales, con sus hermanos, con sus compatriotas españoles. Y él, que siempre está presente aunque no esté y que siempre sabe lo que ocurre antes de que ocurra, comenzó haciendo énfasis en sus ideas revolucionarias y en su talante democrático: “El nacionalismo es una enfermedad infantil, como el sarampión: grave en los adultos”. Profunda reflexión cargada, a la vez de su peculiar humor. Y los presentes lo sabían. Y rieron.
“En esta gira lo que he hecho es defender la democracia, porque si no hay democracia, lo que existe es barbarie”, comenzó diciendo en exclusiva para Revista Zeta, rodeado de decenas de seguidores -la mayoría exalumnos- presentes en el recital del poeta larense, que se llevó a cabo en Cesta República, un espacio artístico de venezolanos, en pleno centro de Madrid.
“Cuanto he tomado por victoria es solo humo”, reza el primer verso de su poema Fracaso, ese que describe con perfección aterradora al hombre contemporáneo, el mismo que cuestiona su yo constantemente. El mismo que se busca y se encuentra y se vuelve a perder entre sus propios escombros. El mismo que se reconstruye y que se hace pedazos de miseria humana. El mismo que se encuentra en una rosa y en una metralla. “¿Qué hace colgada de un fusil la palabra amor?”, se pregunta sentencioso el poeta en uno de sus Dichos.
Cadenas ha sabido entretejer la historia de la humanidad con tajante desmesura. Las dos dictaduras que lleva a cuestas han hecho mella en su alma y en su pluma. Y aun así sigue insistiendo en que “las cosas quieren ser vividas”. La política, la revolución, la democracia y la fuerza de la palabra han sido conceptos evocados a lo largo de toda su obra que comenzó en 1946, con la publicación de su primer poemario con prólogo de Salvador Garmendia.
Para Cadenas lo que más hace falta en Venezuela es educación democrática. “Hay que seguir resistiendo. Tratar de formar a la gente, porque en Venezuela hubo prácticas democráticas, pero no educación democrática, eso que se llama paideia. Creo que la democracia falló en eso. Los dirigentes daban sus discursos pero no había preocupación en este sentido. Creo que les parecía que era suficiente lo que hacían los regímenes democráticos, pero la democracia necesita ser enseñada, porque se trata de un aprendizaje. La gente no tiende a ser democrática. No basta votar para sentirse demócrata, sino que el demócrata tiene que ser demócrata donde esté. De repente ves a alguien demócrata porque vota, pero luego en su casa es un tirano. Eso no es democracia y eso es lo que se necesita enseñar”, sentenció.
De Los cuadernos del destierro (1960) arrancamos otro verso: “Pero el tiempo me había empobrecido. Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo”. Rafael Cadenas ya no tiene miedo. Tiene un tipo de hombre mayor envejecido por el tiempo pero renovado por la palabra, siempre mansa, siempre bálsamo, siempre reparadora de quien mira al futuro con estremecedora vehemencia. “Cuando pronuncio la palabra futuro, la primera sílaba ya pertenece al pasado”, asegura en tono de verso frente a todos los presentes en aquella librería del viejo barrio de Chueca, que se le quedó pequeña al Maestro.
Pequeñas frases majestuosas colmaron el lugar. “El culto a la personalidad es propio de regímenes populistas. La democracia no elige ídolos”, fue otro de sus Dichos. Pasaba la página de su cuaderno rosado de anotaciones y continuaba: “Las palabras no están hechas para dictadores. Ellos las destruyen al tocarlas”. O “Los poetas no convencen. Tampoco vencen. Su papel es otro. Ajeno al poder”.
Para finalizar, Cadenas nos dejó un mensaje: “A mí no me gusta la palabra mensaje, prefiero hablar de recados (risas). El hecho es que para rescatar la palabra, hay que estudiar el idioma. Georges Orwell decía que la transformación social podía comenzar por una transformación verbal, o sea que lo que él plantea es el estudio del idioma. En uno de esos Dichos, yo escribí: “Alguien me preguntó que qué estaba haciendo y yo contesté que estaba estudiando el idioma”. Yo creo que esa es la vía para transformar a nuestra sociedad”, terminó.
Marina Gasparino, Laura Cracco, Carmelo Chillida y Antonio López Ortega fueron los poetas venezolanos encargados de homenajear a Cadenas en Madrid. Cada uno dedicó unos minutos a compartir sus anécdotas con quien fuera su profesor en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y a leer algunos de sus poemas, mientras Cadenas, concentrado, estaba en el medio de todos, escuchando. Escuchándose. O tal vez pensando en lo que sentía cuando escribió aquello. O tal vez recordando. O tal vez solo sintiendo. O tal vez no pensando en nada, no haciendo nada más que disfrutando. ¿Disfrutan los poetas?