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El XIX Congreso del Partido Comunista Chino anuncia, en la boca del presidente Xi Jinping, un gigantesco plan de poder que proyecta extenderse, a través de la nueva Ruta de la Seda, hacia Europa y el Medio Oriente. En lo interno, todo gira hacia una aún más rígida disciplina partidista, sin ningún asomo de libertades.
La apertura del XIX Congreso del Partido Comunista Chino se desarrollará entre el 18 y 24 de octubre y no es un hecho banal pues se trata del mayor partido del mundo (89 millones de miembros) que dirige al país más poblado del mundo, mil millones 400 mil habitantes. Se reúne cada cinco años, hace el balance de los cinco años transcurridos y fija el destino de China para los cinco próximos.
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El discurso de apertura estuvo a cargo del presidente Xi Jinping. Duró tres horas y media, televisadas en directo y ante 2.300 delegados que lo escucharon sin perder palabra en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Los delegados deberán nombrar a los candidatos destinados a conformar el núcleo dirigente integrado por los 205 miembros que conforman el Comité Central Xi y los 25 miembros del Buró Político.
En su discurso, Jinping proclamó “una nueva era” para China y para su órgano rector, el Partido Comunista. Expuso su objetivo para 2050: el país debe llegar a ser una potencia líder, es decir: “una gran nación socialista moderna”. No dejó entrever ningún atisbo de liberalización del régimen, menos aún para la divergencia, o el cuestionamiento de la supremacía del Partido. “Cada uno de nosotros debe actuar en pro de la defensa de la autoridad del partido y del sistema socialista chino y debe oponerse a toda opinión y acción de naturaleza a debilitarlo”. Palabras que no dejan equívoco alguno en cuanto al control de la libertad de opinión y de prensa se refiere. En ese aspecto, desde la llegada al poder de Xi Jinping, China ha experimentado una reducción notable de las libertades; el control de internet de por sí bastante drástico, se ha acentuado mediante una ley de cíber seguridad que impone nuevos límites a los usuarios. Los militantes que abogan por los derechos humanos son sistemáticamente apresados como también los abogados. Se adoptó una ley de seguridad nacional que otorga a la policía plenos poderes sobre la sociedad civil.
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En el sistema comunista chino, el Partido se antepone al Estado: Xi Jinping es jefe de Estado porque se lo otorga su estatus de secretario general del PCC, es también presidente de la Comisión Militar Central. En su discurso, el presidente chino expuso los catorce puntos que serán la guía del régimen: el “Pensamiento sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. Incorporar el pensamiento del líder chino en la Constitución, será tarea del Congreso durante la celebración del cónclave en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. El desarrollo de la economía y de la calidad de vida está entre los principales objetivos; igualmente proteger el medio ambiente y la seguridad nacional.
Todo parece indicar que Xi Jinping busca permanecer en el poder de forma indefinida, siguiendo los pasos de Vladimir Putin y de los latinoamericanos agrupados en la ALBA, para lo cual intentará modificar el reglamento del límite de edad para ejercer la presidencia que es de 68 años: en el próximo Congreso ya tendrá 69 años.
La lucha contra la represión le ha permitido excluir 1 millón 300 cuadros, rivales potenciales, reemplazándolos por fieles seguidores suyos colocándolos en los puestos claves del poder. Durante su presidencia, Xi Jinping ha impuesto un seguimiento rígido de la ideología marxista, por lo que muchos temen una “maoisación” y en el país se dice que ha acumulado tanto poder como lo tuvo Mao Zedong. No disimula que su propósito es evitar que China corra la misma suerte de la URSS que atribuye a la debilidad de Mikhail Gorbachev y al abandono de la ortodoxia. “No debemos copiar mecánicamente los sistemas políticos de otros países”. La religión debe “tener una orientación china”. En cuanto a los escritores y artistas, deben producir obras que estimulen el intelecto, pero que exalten “nuestro partido, nuestro país, nuestra gente y nuestros héroes”.
En lo relativo al resto del mundo, contrariamente a la política interior, Xi Jinping promete abrirse más y anuncia un trato “justo” a las empresas extranjeras, puesto que “la apertura trae el progreso, y encerrarse nos hace retroceder. China no cerrará sus puertas, sino que las abrirá aún más”. También anunció que continuará la modernización militar con la finalidad de “hacer del ejército popular un ejército de primer orden” para el 2050. Lanzó una advertencia al hermano enemigo de Taiwán en caso de intentar un movimiento separatista, al igual que a Hong Kong, en donde los llamados a mayor democracia han sido castigados con la represión. “Hay que estar en contra de todo lo que perjudica los derechos del pueblo, en contra de todos los que quieren separarse de China”, advirtió.
El 24 de octubre se conocerá quienes ocuparán los puestos de mando vacantes en las instancias de poder.
La proyección internacional de China y su rango de potencia mundial, ya es un hecho que logrará enteramente su cometido con la construcción de la obra faraónica que le dará la posibilidad de atravesar toda Asia y llegar hasta Europa: la construcción de la nueva ruta de la seda. Pekín ha alquilado una zona de Laos, Boten, en el país más pobre del Asia, en donde se construirá una ciudad súper moderna, que contará con hoteles de lujo, centro de negocios, destinada a convertirse en el nudo de comunicación estratégico de la nueva ruta de la seda que conducirá hacia el Asia del sud-este, como parte del proyecto geoestratégico planetario que se ha propuesto realizar Xi Jinping. Un ferrocarril unirá Pekín con Bangkok, luego Singapur. Luego una autopista que conducirá hacia el Triángulo de Oro, Tailandia, hasta llegar a Bangkok. Este eje acarreará los productos chinos hacia el Sur. Un canal debe conducir hasta el puerto birmano de Mulmein, que abrirá la posibilidad de alcanzar el Océano Indio, evitando así el estrecho de Malaca, por donde transita 80% de las importaciones chinas de petróleo procedente del medio-oriente. “En caso de guerra” el abastecimiento procedente de Europa y del Medio Oriente, no dependerá del estrecho controlado por Singapur. Se entiende guerra contra EE.UU.
El desarrollo económico y la implantación geo estratégica, van de par con el proyecto de Xi, exacerbando el nacionalismo chino, lo que explica su gran popularidad entre las masas chinas. Obor (One Belt, One Road) es la etiqueta que designa la estructura administrativa que permite desembolsar los créditos que van a intervenir en la construcción de esas obras gigantescas. “L’Obor se concentra en el Asia, Europa y África y está abierta a todos los amigos”, declaró Xi durante la cumbre en la que presentó dicha iniciativa. Contó con la asistencia de Vladimir Putin, el turco Recep Tayyip Erdogan, el filipino Rodrigo Duterte y el euroescéptico húngaro, Viktor Orban. Con ausencia de Trump y de los grandes países europeos; y por supuesto, sin ningún latinoamericano.
La nueva ruta de la seda, es el proyecto mayor De Xi Jinping. Su empeño de presidencia vitalicia puede tener explicación en su voluntad de proyección planetaria.
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