Además de las colas para comprar alimentos, otro karma se une al «vivir viviendo» de los venezolanos tras 18 años de Gobierno socialista: la espera de dos y hasta tres horas en una parada para montarse en una unidad de transporte público.
Por RICHARD SANZ
El grito de «café, café, café», se diluye en medio de la cola de pasajeros de donde brota una que otra conversación, mezclada con el llanto de un niño. Ya van más de 40 minutos esperando la buseta para subir a Caracas en ese terminal de Guarenas que parece sobrevivir entre los escombros de una guerra.
En ese escenario, la ausencia de policías en la oscuridad que aún reina a eso de las 5:45 am, no da espacio para la somnolencia ni para sacar el celular, debido a la permanente sensación de que en cualquier momento pueda salir de la penumbra un sujeto para quitarte, a punta de pistola, lo poco que tienes.
Lea también: Ni para los pasaportes hay dólares
Pero ese «amanecer» de los venezolanos no queda allí: llega la hora de pagar el pasaje, unos mil 200 bolívares. El colector solo deja montar dos estudiantes y un anciano, si hay otro abuelo debe pagar la tarifa completa, sino lo bajan de la unidad.
Al fin, ya arrancó la unidad en las que vas de pie para no seguir esperando por otra camioneta. Si el viaje transcurre con «normalidad» -no hubo choques, tráfico tolerable y sin asaltos-, habrán pasado al menos unas tres horas y media entre el momento que despertaste y el que llegaste al trabajo o la universidad.
La travesía del sufrimiento no culmina allí: falta el retorno, en el que en la cola frente a Parque del Este, Los Ruices o en La California puedes demorar hasta dos horas y, de paso, estás expuesto a pagar los bolívares que se le ocurra al transportista «pirata» de turno: 2.000, 3.000 o hasta 5.000, que debes cancelarlos, resignado y sin chistar, si quieres llegar a tu casa.
Lea también: ¿Cómo no van a irse las aerolíneas extranjeras de Venezuela?
Y es que para los habitantes de las llamadas «ciudades satélites» -Guarenas, Guatire, Los Teques, San Antonio de Los Altos, Carrizal, los ejes de Barlovento y el Tuy al igual que el estado Vargas-, de las 24 horas del día, al menos seis se desgajan en carreteras, terminales y en el stress generado por el caos que estremece al sector transporte, que de acuerdo con sus distintos voceros, está paralizado en un 80% por la falta de repuestos, de cauchos, así como por una inflación que rompe récord en el mundo.
Paralización en puertas
«Esto va a paralizar el país, porque la gente no va a poder moverse a sus centros de trabajo en cualquiera de los estados del país».
Así lo dijo el presidente del Comité de Usuarios del Transporte Público, Luis Salazar, en una entrevista en Televen, en una aseveración que lejos de ser alarmista está sustentada en una realidad: el 70% del sector del transporte en Venezuela ya está paralizado. Lo señaló por su parte el dirigente del Bloque de Transportistas del Oeste de Caracas, Hugo Ocando, quien precisó que el karma que sufren los habitantes de la Gran Caracas se debe a que de las 18 mil unidades que cubrían las distintas rutas de esa región, en la actualidad solo prestan servicio 6 mil. Esas 12 mil busetas que dejaron de trabajar están accidentadas por falta de cauchos o de repuestos.
Por ello no sorprenden las escenas que se repiten en distintas zonas del país, como Catia La Mar en el estado Vargas o Cartanal en Los Valles del Tuy del estado Miranda: venezolanos guindados hasta de camiones militares para poder trasladarse a sus sitios de trabajo.
También se ha hecho común el padecimiento de las personas que pasan hasta dos horas en una cola, en plena capital de Venezuela, para movilizarse, por ejemplo, de Baruta a Chacaíto, o de San Martín a Catia, o de El Silencio a Antímano.
La hecatombe «socialista» no solo causó estragos en la alimentación o en la salud durante los últimos 18 años, porque hasta el sector transporte se ha sumado al paulatino y constante deterioro de la calidad de vida del venezolano.
«Las Proveedurías» de repuestos y cauchos
La propaganda oficial se ha empeñado en sostener que otra de las «secuelas» de la «guerra económica» ha tenido como víctima al sector transporte, no obstante nada es más poderoso que la realidad para desmontar cualquier discurso.
En ese sentido, a finales del año 2013, el Gobierno chavista creó un plan de «Proveedurías», que según decía tenía como fin «combatir el acaparamiento, la especulación y la usura que existe en el mercado capitalista en relación a los precios de insumos y repuestos para vehículos con un 40 y 500% en los repuestos para sus unidades de transporte público». Se pretendía -o al menos eso dijo el entonces ministro de Transporte, Haiman El Troudi-, inaugurar varias «proveedurías» en todo el territorio nacional para vender a precios «socialistas» los insumos requeridos por los transportistas para sus unidades.
Cuatro años después, las «proveedurías», parece que están en la ruta del mismo destino que tuvieron «los cultivos organopónicos», «los gallineros verticales», «saraos y saraítos», «la ruta de la empanada», «los helados Copelia», los «pañales Guayuco», «Café Venezuela», y otros «desarrollos endógenos»: el fracaso.
Ello porque con solo preguntarle a cualquier chofer de Caracas si ha comprado un caucho o un repuesto en esas «proveedurías», probablemente se encoja de hombros o crea que se trata de una burla, porque lo más seguro es que el último caucho que adquirió lo consiguió «bachaqueado» en, al menos, 5 millones de bolívares.
En el caso de la «Misión Transporte», el Gobierno chavista también ha demostrado su incapacidad para disminuir las colas y el sufrimiento de los pasajeros para crear rutas alternas, o para al menos suplir las unidades privadas que ya no circulan, ello porque padecen del mismo mal que los transportistas privados: no disponen ni de cauchos ni de repuestos, mientras el «cementerio» de autobuses chinos «Yutong», desvalijados y «canibalizados» continúa creciendo en el Terminal de Oriente ubicado en la autopista Gran Mariscal de Ayacucho, llamado popularmente la Petare-Guarenas.
El reino de la anarquía
Ante la imposibilidad de tener acceso a divisas para adquirir insumos, la inflación sin precedentes que de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI) rondará el 700% y sin planes oficiales para el suministro de cauchos y repuestos, los transportistas han «resuelto» a su manera, en desmedro del bolsillo de los pasajeros: aumentos de tarifas ilegales e inconsultos y que quedan «impunes» ante la falta de Gobierno.
El último de estos incrementos fue el registrado el pasado lunes, para las rutas del sureste de Caracas, donde los choferes comenzaron a cobrar «a la brava» -por cuenta propia-, el pasaje en 700 bolívares, y en caso de que la unidad parta desde el terminal Río Tuy -debajo de Las Torres del Silencio-, el usuario debe pagar 1.200 bolívares.
Tal fue la impunidad con la que los choferes ejecutaron el incremento de la tarifa que estaba regulada en 280 bolívares, que el presidente del Comité de Usuarios del Transporte Público, Luis Salazar, dijo en Televen que los pasajeros «tuvieron que pagar esas tarifas ante la ausencia de autoridades. A pesar del anuncio unilateral e ilegal que hicieron los choferes sobre el alza de las tarifas, no había ni un funcionario de la Policía Nacional Bolivariana, ni del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre, ni de la Defensoría del Pueblo para hacer valer los derechos de los ciudadanos».
Ese episodio ya se repitió en Maracaibo, donde los transportistas cobran mil bolívares y en cualquier momento, según han dado a conocer de forma extraoficial los dirigentes gremiales de los choferes, esa será la tarifa que deberán pagar los usuarios en todo el territorio nacional, esté o no en Gaceta Oficial o lo apruebe o no el Gobierno de Nicolás Maduro.
Y mientras esto ocurre… ¿quién defiende al pasajero?
Twitter: @rsanz777