La “ley contra el odio” es otro atropello odioso del poder despótico y depredador en contra de los derechos de los venezolanos.
Al menos dos consideraciones básicas amerita la llamada “ley contra el odio”. La primera es que de acuerdo con la Constitución formalmente vigente, la sanción de leyes le corresponde al poder legislativo, es decir a la Asamblea Nacional. Pero la referida “ley” ha sido dictada por una instancia distinta, la pretendida “asamblea nacional constituyente”, que es manifiestamente inconstitucional.
Entonces tenemos el absurdo, de que las leyes sancionadas por el poder legislativo son declaradas inconstitucionales por la hegemonía roja, y ésta a su vez, declara como “constitucional” a una “ley” emanada de un organismo inconstitucional. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Acaso sea la manera gráfica de presentar este nuevo ultraje al concepto mismo de institucionalidad.
La segunda consideración se refiere a la necesidad de una “ley contra el odio”. Su mera iniciativa reconoce que Venezuela está lacerada por el odio. Y es verdad. Pero ese odio no cayó del cielo ni surgió por ósmosis. No. Ese odio ha sido instigado de manera deliberada desde el poder, como un mecanismo de división, de polarización, de enfrentamiento entre venezolanos, y de descalificación radical de los que se opongan a la hegemonía.
¿O es que la retórica y el proceder del oficialismo no están caracterizados por el odio? ¿De dónde salieron los vituperios de escuálidos, lacayos, apátridas? ¿Cuál es el origen de la masiva violación de los derechos humanos de los venezolanos, tanto políticos y civiles, como sociales y económicos? ¿Quiénes se ufanan con arrogancia que mandarán en el país hasta que les de la gana?
Y ojo, no afirmo que antes de la hegemonía roja, en Venezuela existiera una armonía de felicidades y buenas maneras. Siempre ha habido entre nosotros conflictos y diferencias, en unas épocas más agudas y en otras, menos; pero eso es una cosa y otra es promover el odio social como un instrumento político al servicio del continuismo despótico y depredador. Y promoverlo por las malas y las peores. Y encima, acusar a los críticos de ser los autores de semejante fechoría.
El predecesor y el sucesor son idénticos al respecto de atizar los contrastes y desigualdades sociales para tratar de transmutarlas en odio puro y destilado. Y aprovechar todo ello en función de sus intereses de dominio. Sumieron a Venezuela en la ruina económica, la catástrofe social y la arbitrariedad tribal en el campo político. Y todo ello empaquetado de aversión y maldad. No hay duda que la “ley contra el odio” es otro atropello odioso contra la nación.