La división de la oposición tiene compón, la del régimen no

 

La división en la oposición es el tema que recorre el mundo. No hay foro nacional o
internacional en el que la incapacidad para llegar a acuerdos entre quienes son adversos al régimen madurista no sea el comentario cuando se toca el tema Venezuela. Sin embargo, en las filas del monstruo rojo se van sintiendo los primeros temblores de lo que promete ser un terremoto devastador para Nicolás Maduro y su cúpula: Rafael Ramírez ya no esconde sus diferencias. Y, de paso, tampoco José Vicente Rangel.

Aunque los pleitos opositores son más espectaculares, cuentan en sus filas con personajes capaces de componer los más agrios desencuentros. No olvidemos que eso de que la política es la continuación de la guerra por otros medios no es más que una frase para la galería. Realmente, se trata de componer, aunque eso gane menos centimetraje en la prensa que la confrontación. Sin embargo, en las filas de quienes adversan al régimen hay personajes que no son de ese estilo. A vuelo de pájaro, sin ánimos de ofender a quien no mencionemos, se cuenta con Julio Borges, Antonio Ledezma o Henry Ramos, dirigentes menos espectaculares que otros pero más eficaces.

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Entre esos tres políticos hay más similitudes que diferencias. Su capacidad de componer y de organizar viene de la paciencia. Con tenacidad, Borges y Ramos han organizado los dos grandes partidos que a nivel nacional pueden enfrentar a la barbarie roja. Con la misma tenacidad, Ledezma ha compensado su falta de aparato partidista más allá de Caracas tejiendo una red de contactos a nivel internacional de gran importancia, ya que no dependen de depósitos en una cuenta corriente sino del trabajo constante. Hoy, ese esfuerzo da como cosecha el gran recibimiento que ha recibido en su llegada al exilio.

Escapando de su secuestro, Ledezma vuelve a estar en la foto. Lo que reseña la prensa, y lo que tuitean quienes pescuecean a su lado en la llegada al exilio, es que está en contra del diálogo y en contra de la MUD. Como político hábil que es, el guariqueño no dice no a negociar con el régimen, simplemente que no así. No dice que la MUD no sirve, simplemente que no así. En su intervención en la Universidad Camilo José Cela, dejó una frase que «misteriosamente» pasó por debajo de la mesa: «no quiero que me utilicen para dividir a la oposición». Ese, es el verdadero Ledezma.

De esa manera, si Ledezma logra escapar de proyectos en los cuales no pega ni con cola, puede servir para que Borges y Ramos compongan las relaciones maltrechas. Eso les permitiría, a los tres, llevar la gata al agua. Pero volvamos al tema más determinante, que es el de Ramírez alzado.

El hombre que sabe demasiado

Ese título, el que hace referencia al libro de Chesterton popularizado por las películas de Hitchcock, ya lo hemos usado para referirnos a Miguel Rodríguez Torres, el general-policía que le conoce la vida al chavismo por haber sido director del Sebin y, posteriormente, ministro de Interior y Justicia. El hombre que sabe demasiado no ha ocultado que sabe demasiado, pero no está solo en su sabiduría. Desde Nueva York, Rafael Ramírez ha prendido la candela con un artículo en el cual culpa al actual régimen de no haber aplicado a tiempo las medidas económicas que él propuso en su época de canciller y presidente de PDVSA.

Aunque los lectores se molesten porque el actual embajador ante la ONU decida ahora lavarse las manos, la verdad es que, en su época de poderoso en Miraflores, Ramírez lideró las gestiones ante distintos organismos internacionales para enderezar la economía venezolana. Llegó a hacer sus propuestas públicamente. Lo escribimos en algún informe de esa época, al comienzo del régimen de Maduro, en los cuales informamos sobre la presencia del banco de inversión francés Lazard como gran asesor de Ramírez. Específicamente, a través del operador de la organización financiera, Matthieu Pigasse.

Era una operación montada por el clan francés que operaba desde la cancillería, a quienes Maduro conocía muy bien por sus seis años al frente de la Casa Amarilla y con quien Ramírez entró en contacto al llegar a ese puesto. ¿Por qué Maduro se alejó de ellos? Esa es una de las interrogantes que quizás sea respondida cuando echemos la vista hacia atrás, después de superado el desastre.

El día que Ramírez decide publicar su polémico artículo, José Vicente Rangel -por cierto, el único componedor eficaz con el que cuenta, o contaba, el madurismo-, lanza una brutal crítica contra la política económica del régimen. Acto seguido, es respaldado vía Twitter por Ramírez. Iris Varela, en un programa de televisión, es usada para atacar al hombre que sabe requete-demasiado. Más vale que no, porque la amenaza de «rojo-rojito» fue brutal: «Quien me ataque a mí debe pensar un poquito, solo un poco, por qué Chávez me tuvo 12 años a su lado. Pero, además, cuando estaba muriendo solo llamó a cuatro y YO estaba allí. Así es que ningún advenedizo me puede venir con cuentos a mí», dijo textualmente en la red del pajarito.

La sorpresa fue que Cabello, el mandíbula feroz del PSUV, llamó a la conciliación dentro del madurismo y, más bien, a aprovechar la desunión en la oposición. Por cierto, delató que el tema escuece. Maduro, quién sabe por qué, fue el que decidió arremeter contra Ramirez. «El que traiciona a la revolución se seca. Hay candidatos por ahí, loquitos por lanzarse por el barranco de la traición. Échale pierna, mi compadre, lánzate, que te espera el basural de la historia», bramó el inquilino de Miraflores.

¿Por qué no lo destituye como embajador ante la ONU? ¿Qué embajador se le alza de esa manera a su gobierno? El que sabe demasiado y lleva rato en Nueva York.