Este nuevo intento de negociación nace muerto cuando el oficialismo plantea dos imposibles: el reconocimiento a la inconstitucional ANC y la supresión de las sanciones económicas.
A principios de la década de los 60 se estrenó una de las películas más taquilleras de la época, “El Gran Escape” con Steve McQueen, ambientada en la WWII, en un campo de concentración nazi. Esta semana, el alcalde mayor Antonio Ledezma, protagonizó su propia odisea al escapar de sus cancerberos, quienes le tuvieron preso arbitrariamente, sin formularle cargos por 1.002 días. Algo así como secuestrado a la orden, ya sabemos de quién.
La escapada de Antonio tiene varias interpretaciones y repercusiones internas y en el exterior. Primero que todo, Antonio no huyó. Quienes huyen son los prófugos y cobardes. Antonio se escapó de sus carceleros. La primera tarea de todo preso de conciencia en tiempos de dictadura. Indudablemente, que la espectacular fuga de Antonio tuvo que contar con la ayuda interna; no del conserje ni del jefe de condominio para detenerlos, sino de mucho más arriba para sortear 29 alcabalas, llegar a San Antonio y cruzar el puente Simón Bolívar a pie. Los saltos de talanquera y la compra de perdones siempre están al día cuando lo inevitable es imposible de evitar.
Fuera de estos comentarios, la presencia de Ledezma en el exterior refuerza la lucha que lleva no solo la diáspora de jóvenes que tuvieron que salir a buscar un mejor futuro, sino la de un Diego Arria, un Carlos Vecchio o un Fernando Gerbasi por nombrar solo a tres venezolanos de la vieja y nueva guardia que luchan por la restauración de la democracia.
La presencia de Antonio en el exterior, en los organismos y foros internacionales coloca al gobierno contra la pared, al no contar ni con un servicio diplomático profesional que contrarreste su accionar, ni argumentos para rebatir el verbo de un tribuno, formado dentro de la Social Democracia. Por todo lo anterior, el gobierno sabe que el liderazgo de Ledezma le hace daño al régimen, como se lo hicieron Trotsky, Andrés Eloy y Letelier a Stalin, Pérez Jiménez y Pinochet.
Igualmente, la presencia de Antonio en el exterior tiene sus implicaciones en lo interno. En un momento en que lo poco que queda de la Unidad hace un nuevo intento de negociar con un gobierno que no está dispuesto a llegar a algún acuerdo, ambas partes deberían concertar esfuerzos en una estrategia común fundamentalmente “condicionada al cese inmediato de la ANC y la declaración de nulos todos sus actos; el respeto de la autonomía y las atribuciones de la AN; vuelta a la constitucionalidad del TSJ; permitir la ayuda humanitaria y la libertad de los presos y perseguidos políticos”.
En segundo lugar, fijar “objetivos claros de la negociación”; exigir al gobierno la transparencia debida y el compromiso en el cumplimento de los acuerdos a que se lleguen, en tiempo razonable. Y cuarto, conformación de un grupo de mediadores balanceados.
La trampa del oficialismo está en que ha puesto a los factores democráticos en el dilema de negociar o no negociar, sin darse cuenta de que en caso de fracasar este nuevo intento, el gran perdedor es el gobierno.