Cuando la crisis de la vida se agrava minuto a minuto, pasa de culposa a dolosa la responsabilidad de un gobierno que no sabe, no quiere o no puede hacer nada para remediarla.
Venezuela es una curiosa paradoja a la cual ve características dramáticas el premio Nobel de Economía 2014 Jean Tirole. Alguien en el gobierno debe saber quién es este académico francés doctorado en el MIT donde es profesor invitado. Su cuenta es elemental: un país con las mayores reservas petroleras del planeta donde “los productos de primera necesidad ni siquiera están disponibles”. Y bueno ¿cómo no admitirlo? Es que eso es mucho decir. Su explicación también es de una sencillez abrumadora. La cosa está en el “populismo” y en “mal gobierno económico”. Ahora, nosotros que vivimos aquí lo sabemos perfectamente, el profesor se queda corto. El mal gobierno es también político y social. Porque, como se ha visto, cualquier mejora que pudiéramos haber visto en los indicadores sociales cuando la plata sobraba, se ha diluido cuando ésta, por obra del despilfarro y la corrupción, empezó a escasear.
Las evidencias no son escasas y no hay que recurrir a un Premio Nobel para saberlas. Bastaría con escuchar lo que dicen los expertos venezolanos, si el gobierno no considerara pecado de lesa majestad revolucionaria prestarles atención. La Doctora Maritza Landaeta de la Fundación Bengoa, informa sobre las conclusiones de una investigación que ha detectado retardos en crecimiento y aprendizaje en ochenta y cuatro niños del Zulia por causa de la desnutrición que causa baja de cinco a seis puntos en coeficiente intelectual. Estamos, oh ironía, a una semana del Día de la Chinita en Maracaibo que, diría el inmortal Ricardo Aguirre “ha dado tanto que debiera de tener, carreteras a granel, con morocotas de canto”.
Ingresan sospechosos de difteria en el Hospital Universitario de Caracas y con igual sospecha una mujer embarazada fallece en Mérida. En el Núñez Tovar de Maturín la alerta epidemiológica es de sarampión y en el Miguel Oraá de Guanare cierran el laboratorio por falta de insumos y equipos.
Un “tweet” estremecedor viene con la autoridad moral e intelectual de la doctora Susana Raffalli de Caritas. Fue el 21 de noviembre: “Ocultar al que necesita ayuda para que no se vea, le quita uno de los pocos recursos que le queda para salvarse. La censura también cuesta vidas”. Feliciano Reyna de Acción Solidaria, otro que habla desde el conocimiento y el sentimiento, lo oí con César Miguel el jueves, y explica lo que muchos están haciendo desde la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y a la Vida (CODEVIDA) para que la crisis, en vez de exacerbarnos el egoísmo, nos estimule la solidaridad que es lo humano y lo sensato.
La situación no deja margen a la exageración. Tampoco a la indiferencia. Los venezolanos tenemos derecho a la esperanza y el deber de no perder la esperanza. Si no se deja expropiar ese derecho a la esperanza, este pueblo puede ser invencible.