La diáspora venezolana se ha expandido por el mundo sacando lo mejor del carácter de nuestro gentilicio: eso que llaman ser “echados pa´lante”. Leonardo Araujo es un ejemplo de ello. Es dueño de dos restaurantes de comida venezolana en la capital española, el primero de hace 7 años y el segundo de hace a penas unos meses. Sabe de trabajo, de esfuerzo y, sobre todo, de pasión.
No empezó a cocinar desde que era niño, ni tampoco fue una casualidad. La historia de Leo -como le gusta que lo llamen- es una historia de trabajo, profesionalismo y dedicación. “Yo soy cocinero, he estado en la cocina desde los 15 años. Al principio, para buscarme un dinerillo extra para irme de vacaciones con los amigos en Venezuela. Luego terminé el bachillerato, empecé a estudiar Ingeniería Industrial en la Católica, lo dejé, luego idiomas en La Central y también lo dejé, hasta que me di cuenta que realmente lo mío era la cocina. Entonces estudié cocina profesionalmente, en el Centro Venezolano de Capacitación Gastronómica, una escuela de cocina que todavía funciona y en ese momento era la única inscrita en el Ministerio de Educación. Estudié la carrera y como tenía alguillo de experiencia, me convocaban a cualquier evento que tenía la escuela. Luego de estudiar empecé a cocinar en varios sitios, luego me llamaron para ser preparador en la escuela y al cabo de 3 meses a ese profesor le salió un trabajo más interesante, se fue y me dejaron la plaza a mí, al final terminé dando clases de cocina. Estuve dando clases 2 años y medio, luego trabajé en distintos sitios, entre ellos los más importantes fueron Cité en el CCCT como Chef, y luego estuve en el Eurobuilding Express Maiquetía, un par de años como Chef Ejecutivo del Hotel, aprendí bastante en esa oportunidad, conocí al Chef del Eurobuilding Caracas y teníamos bastante relación porque trabajamos en la misma empresa, fuimos a Nueva York juntos a una serie de eventos gastronómicos, y luego montamos otro sitio en La Castellana que se llamaba Kabak un Restaurante Bar hasta que me contactaron desde España porque necesitaban un Chef que manejara tanto cocina internacional como cocina japonesa y yo no era experto, pero sabía manejar algunas cosas; eso fue hace 12 años y en España como que no habían muchos Chefs especializados en cocina asiática y me trajeron de prueba y me quedé, me sacaron los papeles e incluso nos trajimos a 7 cocineros más de Venezuela en esa época, en el año 2006”.
Una vez en España, el amor hizo de las suyas y los negocios vinieron solos. Al fin y al cabo ambas cosas tienen el mismo motor: la pasión. “Cuando estábamos ya instalados aquí, mi esposa -que era mi novia en ese momento y que fue una de las cocineras que nos trajimos con aquella empresa-, me dijo ´vamos a montar un negocio propio´. España estaba en plena recesión económica y nosotros más bien veíamos que había mucha más oportunidad de negocio, los traspasos cayeron bastante y empezamos a buscar un local, pero sí que decidimos que tenía que ser en una Capital, o Madrid o Barcelona y al final conseguimos un local que nos encantó, nos enamoró que es el que hoy en día se llama La Cuchara, que está en la calle Conde de Peñalver, y ya tenemos 7 años ahí. Durante esos 7 años hemos montado también un Food truck, un camión de comida venezolana haciendo arepas, tequeños, pastelitos, empanadas, patacones y hemos recorrido gran parte de España; estuvimos participando mensualmente en un evento aquí en Madrid que se llamaba MadrEat era espectacular, pero lamentablemente ya no se está haciendo. Ahora tenemos dos meses con un Restaurante nuevo que se llama El Apartaco también de cocina venezolana”, nos cuenta Leo.
Pero emprender no es nada fácil. Todos los que alguna vez han emprendido cualquier idea, lo saben y así lo afirman. Leo no es la excepción. “Siempre ha habido ese pequeño temor de invertir dinero y tiempo en un negocio sin saber cómo van a ser los resultados, pero yo creo que lo más importante es hacer algo que te guste pero que realmente lo hagas por pasión y no solamente por trabajo. Eso es imprescindible. Los tres primeros años de La Cuchara fueron bastante difíciles la verdad, de mucho trabajo, muchas horas, mucho sacrificio, trabajar de lunes a lunes, 16 horas al día, pero sabíamos que podríamos lograrlo y que queríamos lograrlo y mira, ahora hay unos resultados mucho más positivos”.
Y como toda dificultad es un aprendizaje, le hemos preguntado a este joven emprendedor cuál ha sido su momento más duro en este camino de emprendimiento. “Lo más difícil en los inicios es conocer a tus clientes. Nosotros teníamos cinco años viviendo en Girona y pensamos que el cliente de ahí iba a ser igual o parecido al de Madrid y la verdad es que no. Nos dimos cuenta en ese momento que en España, en sus distintas regiones las costumbres cambian, el interés por ciertas cosas cambia y no por mal o por bien, simplemente son distintos; entonces nos tuvimos primero que adaptar al cliente madrileño que no es necesariamente español pero si habitante de Madrid, adaptarnos nosotros por supuesto a ellos y luego nada, es eso, es constancia, es seguir y seguir. Y la segunda cosa más difícil fue el desconocimiento de algunas leyes, porque no sabíamos del todo como hacerlo correctamente. Por ejemplo, tuvimos un problemilla porque a quien le habían traspasado el local anteriormente había modificado la fachada y esa fachada no se podía modificar porque era fachada protegida; entonces ese “marrón” tuvimos que arreglarlo nosotros aunque nosotros no hubiésemos hecho nada con la fachada. Tuvimos que re-financiamos nuevamente, tuvimos que cerrar un tiempo y conseguir unos permisos y ahora que lo montamos pues ya pasó y lo logramos, pero mientras lo estábamos haciendo era bastante duro”.
Pero no todo es complicado, también hay cosas que, incluso en los momentos más difíciles, ayudan a los emprendedores a aligerar la carga. “Lo más fácil, de momento, ha sido cocinar la comida porque la conocemos, nos gusta, tenemos eso dentro del ADN y el venezolano es bastante crítico con respecto a su comida. Los clientes venezolanos que tenemos, nos critican constructivamente y nos ayudan a mejorar”, asegura.
Y justamente, Leo también nos habló de los venezolanos que están emprendiendo, como él, con negocios culinarios en la capital española. Y lejos de considerarlos una competencia, Leo los considera un apoyo mutuo. “Yo creo que todos los que hemos intentado hacer negocios de comida venezolana aquí, nos hemos ayudado unos a otros. Nosotros, si alguien nos pide consejo para montar negocios parecidos al nuestro, nos encanta ayudar, intentar más bien motivarlos e incentivarlos y creo que eso ha ayudado a un mayor conocimiento de nuestra cocina y que a la gente le guste. Yo creo que la competencia -siempre y cuando sea leal- es mejor para todos”, apunta.
Finalmente, Leo ha querido dejar un mensaje para todos los emprendedores: “Lo primero es buscar asesoramiento profesional, de gente que ya trabaja en ello, que pueda ayudarte a conocer bien todos los pasos a seguir; luego, hacer lo que sabes hacer y lo que te gusta; luego tener ganas, por supuesto y por supuesto, cumplir con las normas establecidas porque al final es más fácil hacerlo de esa forma que intentar hacerlo de otra manera. En definitiva, tienes que amar lo que haces y hacerlo”, finalizó el emprendedor desde una media de su recién estrenado restaurante en la calle Luchana de Madrid, El Apartaco.