Los venezolanos atribuimos una exagerada importancia a las conversaciones del Gobierno y la Oposición que se han estado realizando en la República Dominicana. De allí poco puede resultar, porque las partes no tienen capacidad de decisión sobre el tema que se discute: la regularización de la vida política del país. El Gobierno es incapaz de decidir, porque una situación de indigencia económica le ha puesto en manos de sus acreedores -Rusia en especial- y su pobreza intelectual le ha hecho dependiente de las instrucciones impartidas por Cuba, grotesca renuncia voluntaria a la soberanía que es caso único en la historia de la humanidad. En cuanto a la Oposición, está minada por la presencia de dirigentes sin sentido de la Historia, que no persiguen el bien común sino la coronación de sus infantiles proyectos protagónicos. Una frase, barata, efectista y sobre todo dañina («No me sentaré en esa mesa mientras allí esté Fulano»), dicha por uno en particular pero que pudo estar en los labios de cualquier otro, disimula muy mal la ausencia de ideas y de proyecto. En cuanto a los ciudadanos, instruidos en la cultura de la cerveza y la pelota, miran la política como se mira un combate de lucha libre, porque en su hora no se les enseñó que un político respetable es aquel capaz de lograr acuerdos, ya que un pueblo que no se pone de acuerdo sobre su destino está condenado a la miseria, el fracaso y la disolución.
Lea también: Estoy contento
Resultado de ello es que el destino de este país dividido, endeudado, improductivo y manejado por rufianes no está en manos de sus ciudadanos, sino de intereses extra-nacionales, y son éstos los que tienen que ponerse de acuerdo para resolver el problema de hambre y necesidad en que le ha hundido la inmoralidad esencial de sus gobernantes y la incapacidad política de la oposición. Entre ellos es el verdadero diálogo, al cual para mayor propiedad deberíamos llamar negociación. Veamos, entonces, lo que esos factores externos hacen en el Caso Venezuela.
Aunque tiene el plato lleno con la posibilidad de un enfrentamiento nuclear en Corea, la amenaza de un fundamentalismo islámico que ha jurado borrarlo de la faz de la Tierra y un narcotráfico que le corroe, todo en medio del desconcierto causado por las tensiones entre sus factores internos de poder, Estados Unidos ha mantenido la estrategia de ahogar el madurismo acorralando personalmente a sus figuras prominentes, tratamiento adecuado cuando se trata de un régimen integrado por sociópatas. El éxito del procedimiento puede medirse por el desgarrado lamento de Jorge Rodríguez, el hombre que dirige la contra-ofensiva madurista: Si nos quitan las sanciones, haremos elecciones. No se puede pasar por alto que esta frase implica la confesión del más grave delito político, pues se supone que las elecciones no son potestad del gobernante sino un derecho de los ciudadanos. Se hacen porque llegó la fecha constitucional de hacerlas. No se las puede suspender ni demorar porque los gobernantes como personas naturales tengan problemas con la justicia. No menos descarnada es la réplica del Departamento del Tesoro de EE.UU, mano ejecutora de las sanciones porque se trata de tráfico de drogas y lavado de capitales: Les quitamos las sanciones si devuelven sus fueros a la Asamblea Nacional. En la proposición y la respuesta está contenida la realidad de lo que no es más que la negociación entre un atracador que tiene rehenes (el pueblo venezolano) a quienes amenaza matar (de hambre) si no se les permite la evasión, y los policías que les tiene rodeados.
Por cierto que en su respuesta el Imperio demuestra saber dónde está el meollo del problema. El restablecimiento de la Asamblea Nacional bastaría para resolverlo. La AN en funciones designaría un Consejo Nacional Electoral equilibrado y un Tribunal Supremo de Justicia propiamente tal. Puede hacer más, como sentar en el banquillo a los funcionarios responsables de la más gigantesca y descarada corrupción que hasta ahora ha conocido el mundo civilizado, pero eso sería trancar de nuevo el juego. La prioridad es restablecer una normalidad política, y lo demás vendrá por añadidura.
Europa desarrolla su propia estrategia, más convencional si se quiere pero que atiende al aspecto formal, que no puede ignorarse. Después de todo, en algún momento tendrán que manifestarse los interesados. Con España como operadora idónea y Zapatero como desagradable gestor, la Unión Europea ha ido forzando el entendimiento entre los levantiscos dirigentes de la Oposición. No es poca cosa. El madurismo conserva la adhesión del 28% de los electores frente a un archipiélago opositor donde nadie llega al 20%. Sólo un acuerdo entre Ramos Allup, Borges y Leopoldo López, que sumaría más del 30% del electorado, puede espantar el fantasma de un Maduro reelecto con el 28%. Esto, sin tener en cuenta que la Oposición tiene que unirse no sólo para ganar, sino para gobernar.
Un activo tercero en discordia son los delincuentes financieros que poniendo carne en el asador han logrado a atraer el mosquero del exilio, controlar algunos medios de comunicación e influir sobre el precario funcionariado internacional. Son traficantes de dinero que, aprovechando el vacío causado en el sector bancario por la imprudente razzia de 1994, se hicieron con casas operadoras, a través de las cuales y en complicidad con tesoreros del Estado chavista recogieron volúmenes importantes de divisas con las cuales simplemente escaparon dejándole a la Nación los cascarones de bancos y otras instituciones financieras. Esta fauna adinerada financia un proyecto para desacreditar a los políticos de más peso y demoler los partidos de mayor calado, en la suposición -que tiene lógica- de que políticos sin organización ni recursos les serán dóciles en el proyecto de regresar como dominantes potentados a una Venezuela devastada por la sorprendente capacidad destructiva que la ignorancia tiene. En sus manos ya están políticos de las características descritas, medios de comunicación que se han vuelto económicamente inviables y funcionarios internacionales de jubilación insuficiente o proyectos políticos que requerirán financiamiento. Así nacen las maffias.
Motor de todo esto es el bolsón energético descubierto por Exxon Mobil en el mar territorial de la región disputada por Venezuela y Guyana. En el primer semestre del próximo año, la Corte Internacional de La Haya emitirá un fallo que no puede ser sino desfavorable a Venezuela, nación indefensa, representada por un gobierno incapaz e irresponsable hasta el absurdo. Un tema capital soslayado no sólo por Maduro y un combo de ignorantes en el cual destacan los generales que son quienes más deberían saber de esta materia, sino por los aspirantes a la Presidencia de la República para quienes lo importante es con quién van a sentarse -véase que su discurso no se toca el tema, quizás porque ya no llegan instrucciones de Brasilia.
«No se preocupe por Lupe, que la que corta es María», decía Cantinflas como advertencia a quienes la humareda no deja ver el bulto.