Tanto el gobierno como la oposición fuimos derrotados en las pasadas elecciones, por lo que se hace necesaria una reingeniería política en la oposición democrática que derrote el divisionismo.
Este gobierno sale derrotado de las elecciones municipales, porque ya lo estaba antes de los comicios, no por la votación sino por la economía: un país donde sus ciudadanos hurgan en la basura y son chantajeados por una bolsa de comida como contraprestación al voto, es una nación cuyo gobierno está derrotado. En efecto, el resultado de las elecciones municipales, en el cual aparece el mapa de Venezuela “rojo-rojito” no puede ser interpretado como que el madurismo sea mayoría en Venezuela.
Con una abstención de más del 60% de los electores, con la decisión de los partidos mayoritarios de no participar en ese evento -por la inequidad electoral y las trapisondas del régimen- se hace cuesta arriba para el gobierno demostrarle a la comunidad internacional que esa prepotencia victoriosa que exhibe se corresponde con la realidad. El gobierno no gana. Pierde, porque aquí y afuera todos conocen las triquiñuelas, ventajismo y marramuncias que el gobierno hace para ganar elecciones.
Porque el gobierno haya perdido con esta elección, tampoco significa que la oposición ganó. También pierde, porque haber decidido abstenerse es un grueso error que se puede explicar pero no justificar. Se explica, porque la oposición reclama mejores condiciones para participar y eso, éticamente, es correcto pero políticamente es fútil. Recordemos que la cascada de errores precedentes comenzó cuando se renunció al triunfo obtenido en la gobernación del Zulia. Si la oposición sabía que el gobierno les torcería el brazo a los gobernadores triunfantes haciéndolos pasar por la inquisidora e inconstitucional ANC, no debió participar. Digo, si el tema era moral y no político.
En AD estuvimos varios días devanándonos los sesos buscando una forma de participar sin romper la unidad. Eso no fue posible y por eso, tascando el freno, para no romper con los otros partidos de la alianza opositora, lo que imposibilitaría un entendimiento futuro, decidimos abstenernos en esa contienda. La decisión no fue fácil, porque la tradición democrática de AD y los errores de anteriores decisiones abstencionistas nos lo dificultaban, pero como decimos los viejos valencianos: por donde la vieras Catalina era tuerta y no quedó otro camino que la abstención.
Lo que quedó demostrado es que no participar en un proceso electoral no otorga beneficios políticos a casi nadie, solo a quienes se llenan la boca y se solazan con aquello de “yo se los dije, dictadura no sale con elecciones”, a quienes por cierto hay que dejarlos al margen no cayendo en su chantaje.
Se hace necesario, usando la jerga de los economistas, una reingeniería (no financiera) sino política. Debemos derrotar el divisionismo y progresivamente ir resolviendo temas como la coordinación opositora, una sala situacional equilibrada, un programa mínimo común y unas elecciones primarias transparentes que nos arroje un candidato de fuelle para enfrentar juntos a Maduro y, después, a gobernar unidos para salir de esta pesadilla. Todos fuimos derrotados. Ahora vamos por el desquite para que la derrota la cargue en sus hombros quien la merece: la minoría responsable de esta debacle que ostenta indebidamente el poder.
@EcarriB