El final del año es el momento de los balances. Si nos centramos en los mayores acontecimientos que lo han marcado, indudablemente el primero fue el anuncio de Donald Trump del reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y el traslado de su capital a ese espacio-mundo que es esa ciudad. Esto sin duda, constituye el acontecimiento de mayor impacto.
Sin entrar en la controversia de si Israel posee ese derecho, negado por los simpatizantes de la lucha de los palestinos, o si en términos históricos, Jerusalén existía siglos antes de que existiera el Islam – la religión monoteísta más reciente entre las tres religiones del libro –, el reclamo de los palestinos en este caso, no posee fundamento alguno. Lo cierto es que la decisión del imprevisible presidente de EE.UU. crea una nueva configuración, no sólo en la región del Oriente Medio, la más compleja y que reviste el mayor peligro para la paz mundial, sino que forzosamente modifica la configuración geopolítica mundial, a la que ni siquiera, América Latina siempre reducida a su complejo de parroquia, puede escapar.
Ya habíamos tratado de este tema en una columna anterior, pero considerando su impacto y consecuencias, merece volver a mencionarlo.
La decisión de Trump, pone en su lugar la causa palestina, dejando al desnudo de que Palestina no es una prioridad para los países del Oriente Medio. La división en su seno y el alineamiento de Hamás con Irán, le ha quitado fuerza y credibilidad. El temor a Irán, aliado de Rusia, el yihadismo, la pérdida de fuerza ante EE.UU. libre de la dependencia del petróleo de la región gracias a su propia producción de hidrocarburos, es un argumento de fuerza mayor, y es gracias a ello que Trump ha logrado forjar una alianza, que parecía improbable, entre Arabia Saudí e Israel.
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Si miramos en dirección de la opinión publica de los países del Oriente Medio, educados en el antiamericanismo más radical y la solidaridad de la causa palestina, la decisión de Trump y la subsecuente alianza con Israel de los países que se plieguen a la nueva configuración, tendrá consecuencias nada alentadoras. Debemos prever movimientos de oposición suscitados por las tendencias más extremistas, el islam radical se favorecerá, cobrará prestigio ante esas masas siempre prestas al incendio en base a la religión. Y el objetivo buscado, debilitar a Irán, no se logrará, pues Irán a parecerá como el único adversario que enfrenta a Israel y las consecuencias serán en primer término, la desestabilización de sus gobiernos.
En el plano internacional, la decisión de Trump le resta fuerzas al derecho internacional, pues aparece como un propagador de la violencia – lo que siempre han sido por lo demás -, pero al enfrentarse al derecho internacional y al modelo multipolar, que EE.UU. mismo contribuyó a crear, lo priva de legitimidad en tanto que actor de negociación dentro de un contexto de comunidad internacional. Si el país, todavía el más poderoso del mundo, se dedica al solo papel de propagador de la violencia y se sustrae al de contribuir a propiciar la estabilidad del mundo hoy, cuando todas las fuerzas del radicalismo se dirigen hacia la violencia, nos dirigimos a una situación imprevisible, por el peso de violencia que contiene.
Ante el marco creado por esta nueva apuesta diplomático/militar, la situación de la Unión Europea revela su debilidad al no poseer una fuerza militar capaz de expresarse de manera unida ante el nuevo reto. Francia e Inglaterra, son los dos países que poseen una fuerza militar con capacidad ofensiva. Inglaterra, debido al brexit, ya no forma parte de Europa, aunque no ha puesto entredicho el pacto de defensa que la une a Francia, pero ello no reemplaza un bloque militar europeo.
Otro acontecimiento, este de orden puramente mediático y acorde con el populismo telegénico, creación de la incidencia de un teniente coronel golpista en el escenario mundial, es el caso del chavismo que, lo que no ignora nadie en Venezuela, se ha revelado como un artefacto de corrupción de proporciones inimaginables, con amplio eco en la prensa europea. El carácter de mafia del régimen venezolano, ya es un hecho admitido. Hasta el tema de los narcosobrinos que todavía no había trascendido, ya es noticia.
En Francia, el caso venezolano se ha convertido en tema doméstico debido a la defensa apasionada de la que goza Nicolás Maduro por parte del movimiento de La Francia Insumisa, cuyo líder, Jean Luc Mélanchon, era candidato al estatus de “Líder Máximo”, pero su pasión chavista ya lo ha convertido ante un amplio sector de la opinión pública, en “líder mínimo”. Cabe preguntarse de dónde proviene ese grado de pasión irracional que le prodiga el partido de los Insumisos al chavismo, porque ya hasta el movimiento Podemos de España, bien remunerado en su época por la “generosidad” petrolera de Hugo Chávez, parece estar tomando distancias con Caracas.
Otro tema que comienza a despuntar, tal vez por la denuncia del uso de la violación de mujeres como arma de guerra bajo el régimen de Kadafi, y hoy en Siria, es el de las violaciones de niñas colombianas reclutadas de fuerza por las FARC que hoy comienzan a dar su testimonio sobre los vejámenes sufridos a manos de los comandantes de la organización narco/militar. Los comandantes tenían el privilegio del derecho a pernada de niñas, algunas de 11 años de edad. Luego, las que quedaban embarazadas sufrían abortos atroces en condiciones inhumanas.
Hoy, cuando en EE.UU. y en Europa, las mujeres han tomado la palabra para denunciar la violencia que han sufrido y sufren por parte de los hombres, en particular los crímenes sexuales, llama la atención que no haya surgido todavía un movimiento similar en América Latina que apoye a esas jóvenes mujeres colombianas para que denuncien a nivel mundial una organización criminal como las FARC que pretende convertirse en gobierno en Colombia. Se trata de un caso inherente a la situación de la mujer, pero también es político por tratarse de la defensa de la democracia.
El año 2017 presagia de un 2018 igualmente agreste.