El año cierra con tres despojos de la nación: el Esequibo, PDVSA y el Banco Central. Imperdonables los tres porque quien los padece y los pagará, es la población toda.
Empecemos con el Esequibo. Ese territorio que alberga uno de los más ricos yacimientos de petróleo de la Tierra, fue entregado hace más de un siglo por gobernantes ignorantes del interés nacional y su pérdida para Venezuela fue rematada por Chávez posteriormente, cuando obedeció a Cuba, amiga de Guyana, y congeló el reclamo que estaba bien encaminado.
En el laudo que entregó el territorio Esequibo a Guyana no estuvo presente ningún venezolano, sino un delegado ruso, uno norteamericano y uno inglés. El ruso y el inglés hicieron un cambalache en temas que les interesaban, el americano calló y el Esequibo pasó, sin pena ni gloria, como pieza de canje de unos territorios que codiciaba Rusia en Asia y que intercambió con Inglaterra dándole el Esequibo. Los intereses de Venezuela ni se mencionaron. Años más tarde, el norteamericano Severo Mallet Prévost, dejó un memorandum en el que relató cómo fue el cambalache para despojar a Venezuela de esa parte de su territorio. Venezuela se encontró en capacidad de declarar nulo el laudo y su decisión. Empezó un bien encaminado reclamo a través de las Naciones Unidas, pero Hugo Chávez, aconsejado por los intereses cubanos – no los venezolanos – lo congeló.
Resulta que ahora, al finalizar el año 2017, bajo Nicolás Maduro no solamente esta diligencia en la ONU se declara terminada, sino que todo el asunto pasará al Tribunal Internacional, donde queda claro, que la defensa guyanesa contará con asesoramientos legales británicos, mientras que el gobierno de Maduro no tiene a nadie capacitado de hacerles frente.
Punto 2 es PDVSA. Era orgullo de Venezuela, estaba ranqueada como la segunda del mundo en materia de seguridad industrial y una de las primeras en productividad. Hoy, PDVSA ha sido despojada de sus profesionales, fue invadida de reposeros, destruida por falta de mantenimiento y envilecida al transformarla en una pulpería de suministros alimentarios, mientras que la producción de petróleo es regalada a Cuba y las islas del Caribe. Actualmente, PDVSA no cubre el consumo nacional en gasolina y gas doméstico.
Cito al directivo de la Futpv, Iván Freites: “En los últimos 2 años han caído 70% las operaciones de las refinerías El Palito, Amuay, Cardón y Puerto La Cruz.” Pero eso no es todo: el centro refinador de Paraguaná, el segundo mayor del mundo, acaba de ser entregado a los chinos y rusos. Siempre según Freites, “esas empresas extranjeras, que ya están en el CRP, han solicitado 80% del personal de sus países y 20% venezolano”.
Y para terminar el año, como si en materia petrolera tantas hienas juntas no fueran suficientes para devorar el cadáver yacente, en Cuba, la refinería de Cienfuegos que Chávez mandó a reconstruir como obsequio a Fidel y donde PDVSA, generosamente guardó sólo el 49% regalando el 51% y por ende el control a los cubanos, pasó ahora en diciembre a ser en un 100% propiedad de Cuba. ¿Saben por qué? Según Cuba, por las deudas que tiene Venezuela sin pagar y que fueron ejecutadas. ¿Y el regalo mensual de crudo que sigue haciendo PDVSA a Cuba a través de Petrocaribe? En estos casos, los romanos tenían una frase famosa de Julio César: “Et tu, Brutus, contra me”.
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Viene el tercer punto, que se refiere al Banco Central de Venezuela. Una demencial política diseñada para “comprar votos” aumentando salarios y dádivas sin tener con qué ampararlos, ha llevado el Banco Central de Venezuela a emitir más y más dinero sin respaldo alguno e incluso, sin ni siquiera poder pagar por la impresión de los billetes, lo cual desató una megainflación acompañada de ausencia de efectivo.
Allí, al igual como cuando el error que entregó el Esequibo data del Laudo de París en el año 1899, o como la destrucción de PDVSA se inició en 2002 cuando Chávez, con un pito, empezó a despedir a los profesionales de PDVSA con el grito de “pa`fuera”, así también, la destrucción del Banco Central se inició en 1984 con la despedida inconstitucional de la presidencia del Banco Central, de “El Búfalo”, Leopoldo Díaz Bruzual, y fue rematada en 2004 el día en que Hugo Chávez pidió al BCV, también inconstitucionalmente, “un millardito” de sus reservas (eran reservas en dólares que amparan el valor del bolívar). Un año más tarde, en el 2005, hizo aprobar una ley que le permitió ir sacando esas reservas (unos 6.000 millones de dólares para empezar) del Banco Central y pasarlas al Fonden, que a partir de allí se convirtió en una especie de caja chica del presidente, que él rellenaba y gastaba sin control.
Una de las bases de una democracia sana consiste en que el Banco Central del país es autónomo, ningún presidente puede darle órdenes. La crisis con Díaz Bruzual empezó cuando siendo presidente del BCV, se opuso (en vano) a una devaluación con control de cambio a través de Cadivi. Sin embargo, la Constitución que prohibía al Ejecutivo intervenir en las decisiones del BCV se mantuvo más mal que bien, hasta que Chávez creó el Fonden y lo alimentó con las Reservas según su propio saber y entender. Fue la destrucción del Banco Central y por ende, del bolívar.
La consecuencia lejana, pero aparentemente inevitable, es la actual megainflación que destruye lo que quedaba de Venezuela y condena a la población entera – con o sin cajitas de comida Clap -, a la hambruna y desespero. De los tres despojos, el del Banco Central es el que más afecta a la gente con una inflación que crece a diario y no tiene remedio a la vista.
Vuelvo a marcar las fechas: Esequibo en 1899 y con Chávez en el 2002; PDVSA en 2002 y con Maduro en 2017; Banco Central en 1984 y con Chávez en 2005. Tres momentos en que los correspondientes gobiernos de Venezuela no le cumplieron a la población.
Espero que con estos antecedentes, el próximo enero 2018 los encargados – por parte y parte – de las conversaciones de Santo Domingo, por fin empiecen a pensar y actuar, no como unos incautos, sino como estadistas. Son demasiados errores para seguir con otros errores más.