Por Alberto D. Prieto
Alejandro Ordóñez (Bucaramanga, 1955) aspira a ser presidente de Colombia. Es, junto a la exsenadora Marta Lucía Ramírez, una de las dos figuras del Partido Conservador (PCC) que lidera el expresidente Andrés Pastrana que pugnan por la candidatura. La unión con las huestes del Centro Democrático (CD) del también exjefe de Estado, Álvaro Uribe, ponen en cabeza de las encuestas a cualquiera que sea el cartel electoral definitivo.
Pero el exprocurador general de la República no se plantea no ser él. No lo dice pero, en esta entrevista con OKDIARIO y la Revista Zeta en su piso de Bogotá, habla con el aplomo de quien se tiene por el mejor presidente posible… y quizá el único factible para Colombia.
A los múltiples problemas heredados de medio siglo de narcoterrorismo —FARC, ELN, los paramilitares…—, a la enorme crisis económica que sufre el país, a la inseguridad ciudadana, la pobreza, el deficiente acceso a la sanidad, unas infraestructuras deficientes… a todo eso añade ahora Colombia la desestabilización directa e indirecta que viene de una enorme frontera de más de 2.200 kilómetros. La tiranía de Nicolás Maduro ha destrozado Venezuela: las FARC viven allí como en un paraíso y continúan el negocio de la coca, el terrorismo internacional entra y sale de la región como de su casa, decenas de miles de migrantes que huyen de una pobreza sobrevenida…
P.– Si usted llega a la Presidencia, ¿cuál va a ser su relación con el régimen venezolano?
R.– Mire, ojalá cuando tome posesión ya el señor Maduro haya salido de la Presidencia, ¡que lo hayan sacado de allí por los medios que sean! Pero es indudable que con un vecino tan importante como Venezuela hay que tener mucha delicadeza. Pero hay un hecho dramático: un desconocimiento de los más elementales derechos de los venezolanos. Y ahí la cancillería colombiana ha actuado de manera torpe. Primero avaló, segundo prohijó… Yo pienso que en la consolidación primero de Chávez y después de Maduro, en alguna medida, hace relación con la actitud colombiana, con la posición colombiana. Yo pienso que ante esto debemos tener una posición regional en defensa de la democracia venezolana, presionando para que se logre nuevamente hacer vigente los derechos de los venezolanos.
P.– Me acaba de decir que espera que saquen a Maduro del poder por los medios que sean… Otra vez usted comentó que lo único que queda por hacer es una intervención militar como la de Panamá en 1989. ¿Cree que se podría dar tal y como está hoy el mundo?
R.– Pues no es fácil en el momento actual. Pero es indudable que el concierto internacional debe tener como prioritario el tema venezolano.
P.– ¿Y qué acciones respaldaría usted al respecto como presidente de Colombia?
R.– Se debe liderar el concierto regional para la lograr llevar adelante este tema. Lo grave para la democracia es la consolidación del régimen de Maduro.
P.– ¿Es el caso de Venezuela una prioridad para Colombia? ¿Debe serlo más?
R.– ¡Desde luego, hay una crisis migratoria! Se habla de unos 500.000 venezolanos que han ingresado a Colombia. Yo pensaría que muchos más, que se llega al millón. Usted encuentra venezolanos por todo el país, en diferentes actividades. Pero hay que tener la necesaria prudencia, porque gran parte de esos venezolanos son colombianos que emigraron en la época de vacas gordas, en otras circunstancias, que ahora están deshaciendo los pasos para buscar sus raíces y encontrar el necesario escenario que les permita desarrollar sus proyectos de vida y tener la protección de sus derechos más elementales. Hay que tener la flexibilidad para asimilar a esos colombianos que regresan y también para afrontar esa crisis humanitaria, con el diseño de políticas públicas para tener soluciones prontas en materia de salud y de vivienda.
P.– ¿No se ha hecho?
R.– El Gobierno colombiano ha sido improvidente, porque estas circunstancias eran previsibles. Son varios millones de venezolanos que les ha correspondido salir del país. Y hay que distinguir muy bien entre los venezolanos que son colombianos, hijos de colombianos, y venezolanos que están buscando un mejor futuro. Hay muchos que llegan al país, que invierten, que trabajan; pero hay otros desafortunadamente que están delinquiendo. Y frente a éstos, el tratamiento no puede ser diferente que el que se le da a quien desconoce el ordenamiento jurídico que afecta a los derechos ciudadanos.
P.– El partido de las FARC se ha fundado en Colombia, pero también en Venezuela. ¿Cómo parar la financiación de este engendro político?
R.– Ésa es la gran crítica, la gran inconformidad de los millones de colombianos que reaccionamos frente a los acuerdos de La Habana. Porque aquí estamos frente a la más gigantesca operación de lavado de activos que se tenga noticia. Lo dijimos en su momento cuando estaba de procurador. Y se desatendió, fue negado rotundamente por el presidente… Y hace muy pocos meses, el fiscal general de la Nación hizo la misma denuncia, y frente a ello es necesario que las autoridades judiciales actúen como corresponde, mediante la extinción de los bienes que se logren decomisar. Además, se necesita la colaboración internacional, el respaldo de toda la Inteligencia y toda la institucionalidad internacional. Porque esas grandes fortunas deben ser extinguidas, fueron consolidadas mediante actividades ilícitas y no pueden estar al servicio de las actividades políticas, hoy lícitas, de esa organización.
P.– El dinero que no han devuelto las FARC y que se puede contar en miles de millones de dólares, ¿está sirviendo para dar soporte a la dictadura venezolana que les da cobijo?
R.– Yo no tengo puntual información, la debe tener el Estado colombiano y los organismos secretos. Desde luego, mientras esté el actual Gobierno, el actual presidente, esto no se conocerá. Porque a él no le interesa que esto se conozca. Pero a mí no me queda la menor duda de que eso es así.
P.– En España tenemos una sucursal del ‘socialismo del siglo XXI’, Podemos, que le aportó ideología al chavismo y recibió dinero supuestamente de Chávez y Maduro. ¿Cree usted que es un peligro para nuestra democracia la vigencia de ese tipo de partidos?
R.– Sí, desde luego que hay unos vasos comunicantes, que son cabeceras de puente. Inicialmente el menester es el conocimiento de qué es lo que implica ese proyecto político, ese proyecto ideológico. Y conociéndolo, desvelar qué es lo que se propone, cuáles son sus estrategias. Y creo que la reacción sana de la opinión pública es la que debe impedir que esto se consolide.
P.– ¿Cómo se puede frenar el proyecto castro-chavista que emana del Foro de Sao Paulo?
R.– Mire en Colombia, lo que nosotros estamos haciendo. Aquí estamos articulando a la opinión pública, a sectores de ésta que somos conscientes de la amenaza de ese proyecto ideológico y político. Y esa articulación a nosotros nos ha dado resultados, lo dio el 2 de octubre [de 2016, cuando el NO ganó el plebiscito sobre el acuerdo entre santos y las FARC]. Porque allí se derrotó ese proyecto político, el establecimiento de ese proyecto político en Colombia. ¿Avanzaron mucho? Desde luego que sí, pero se ha generado la reacción de grandes sectores sociales. Ese proyecto aprovecha la debilidad institucional, aprovecha la implosión del establecimiento [establishment], su crisis. Aquí hemos construido unos verdaderos muros que impidan el avance de esa estrategia política, de ese proyecto que nos pondría en circunstancias muy similares alas de Venezuela. Afortunadamente, Colombia tiene el espejo de Venezuela.
P.– Es muy duro decir eso…
R.– Afortunadamente, Venezuela es tan cercana, tan próxima que día a día eso sirve de pedagogía. Más que discursos, más que esfuerzos pedagógicos, basta mirar a Venezuela, verla, observar lo que diariamente pasa en Venezuela en materia social, política, económica, de corrupción, de inseguridad… Basta mirar a Venezuela, yo pienso que eso es lo que nos ha fortalecido. Y en alguna medida, nuestro gran aliado es Maduro [risas]. Simplemente, nos corresponde decir ‘¡pues mira Venezuela! Y si usted quiere que nos convirtamos en otra Venezuela pues apoye al señor Santos, apoye al señor De la Calle, al señor Petro, al señor Fajardo…’ que son los distribuidores en Colombia de eso que han llamado técnicamente ‘socialismo del siglo XXI’.
P.– ¿Temen ustedes acabar como la Venezuela de Maduro?
R.– Lo que los colombianos temen es que Colombia sea otra Venezuela. Porque como hay familias comunes, que la mitad está en cada país, hay una permanente comunicación, y las familias venezolanas vienen continuamente a Colombia para tratar de llevar libras de arroz, libras de azúcar, ¡libras de papel higiénico! pasta para los dientes… Es es más pedagógico que cualquier otra cosa, que discursos…
P.– Por lo que le estoy entendiendo, en las presidenciales no hará falta votar a las FARC para que eso ocurra en Colombia. En su opinión, ¿es lo mismo que votar a Petro o De la Calle o Fajardo?
R.– ¡Pero por supuesto, por supuesto! Eso es evidente. Son de diversa intensidad, algunas son unas vías más rápidas que otras, otras. Los unos se hacen cruelmente o evidentemente, los otros se hacen mimetizándose. Juan Manuel Santos fue una vía para llegar a ello. Y ahora tiene compañeros de ruta, compañeros de viaje. ¡Aquí hay mucho Kerensky! Uno tiene la cara de Humberto de la Calle; otro tiene la cara estalinista de Gustavo Petro; otro, la cara de un profesor laico, universitario y ex gobernador, el señor Fajardo… y la otra tiene la cara agresiva, grosera y gritona de la señora Claudia López. Hay para escoger, son de diferente intensidad, pero todos los caminos que representan a la izquierda nos conducen a eso.
P.– Entonces, ¿sólo queda votar a la candidatura de la alianza de uribistas y conservadores?
R.– ¡Desde luego que sí, desde luego! Y eso cada vez es más evidente, es una necesidad política, una necesidad social. Por el futuro de Colombia, de nuestra patria, de nuestra familia, de nuestros hijos. No hay otra alternativa, la verdadera alternativa somos nosotros. El verdadero cambio somos nosotros. Lo demás es continuismo, puro continuismo y profundización. Si no se quiere ese continuismo, la opción es ésta y tenemos toda la certeza de que vamos ganar. En primera o en segunda vuelta, ¡pero vamos a ganar!
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