Las desastrosas consecuencias del ensayo socialista en Venezuela serán más pesadas para la izquierda continental y mundial que la propia caída del muro de Berlín.
La ruina, la destrucción y la tragedia en que el malhadado ensayo de la revolución chavista ha desembocado para martirizar la vida de los venezolanos, se ha convertido en un lastre y un estigma para todas las fuerzas progresistas o de izquierda que en Latinoamérica, e incluso en otras partes del mundo, pugnan por presentarse como alternativa política y electoral.
El llamado “giro a la derecha” que ha marcado el nuevo mapa del continente se ha labrado en buena medida exhibiendo la destrucción y el hambre que el modelo chavista ha traído para Venezuela, así como el temor de que algo parecido pudiera repetirse en cualquier otro espacio de la Región. Ni siquiera la Revolución cubana con su muestrario de 60 años de esclavitud y miseria se iguala al lastre que para las fuerzas y movimientos progresistas ha significado ser asociados a la causa chavomadurista, aun en el caso de aquellos actores que parecen distantes o antagónicos del ideario rojo.
En todas las últimas contiendas electorales candidatos como Salvador Nasralla, en Honduras o Alejandro Guillier, en Chile tuvieron su flanco débil en la asociación que sus adversarios realizaron profusamente emparentando sus prédicas con los catastróficos resultados que el chavismo-madurismo ha tenido en Venezuela. Ni siquiera el centro-izquierdista postulado por la moderada coalición de gobierno chilena y cuyos planteamientos se colocan en las antípodas del chavismo pudo salvarse de ser atacado sistemáticamente por su triunfante rival, que refrescaba las imágenes de la desgracia venezolana como algo que podía reproducirse en el país austral si llegaba a imponerse el postulado oficialista.
Pero el descrédito y la “raya” del malhadado proceso “bolivariano” ha sido capaz de brincar el océano atlántico para desprestigiar a los exóticos líderes del partido Podemos, amamantados con los fondos del régimen venezolano, cuyos líderes principales Pablo Iglesias y Juan Carlos Monederos, se han visto señalados en todos los debates públicos de fungir de asesores “tarifados” de Miraflores, lo que sin duda los ha mermado en su espacio político inicial.
El caso venezolano es vendido en el mundo entero como un auténtico ejemplo de destrucción, en el cual un equipo de incompetentes y cleptómanos (amparados en supuestas ideas socialistas) fueron capaces de llevar a la quiebra a una de las economías más sólidas de Latinoamérica, y sumir en una situación de inoperatividad e insolvencia a la otrora poderosa petrolera estatal PDVSA que hoy sobrevive a fuerza de suministro de dinero inorgánico desde el Banco Central de Venezuela, alimentando con tal dislate económico una de las inflaciones mas galopantes y pavorosas que se hayan conocido en el planeta.
Las imágenes de niños desnutridos, de miles de personas comiendo en la basura, de las muertes por falta de medicinas, junto a las interminables colas para adquirir artículos básicos, o de los millones de venezolanos que se arremolinan en una lastimosa diáspora para escapar del infierno generado durante los últimos dieciocho años de desgobierno, recorren el mundo y se convierten en un fardo pesado para todos los movimientos políticos que, con razón o sin ella, aparezcan emparentados a esta versión caníbal de la izquierda marxista.
El doloroso ensayo socialista en Venezuela quedará como el signo de algo humanamente irrepetible y sus funestas consecuencias serán más pesadas para la izquierda continental y mundial que la mismísima caída del muro de Berlin.