La esclavitud del Clap es para los más pobres, porque los ricos rojos hacen negociones con el asunto.
El polémico y polemista político, periodista y escritor, Domingo Alberto Rangel, un comunista tan honrado como orgulloso de ser marxista-leninista, fue uno de los primeros en detectar y denunciar que la supuesta “revolución bolivariana” era un tinglado siniestro para convertir a Venezuela en un país de esclavos. Pero no esclavos de una ideología, digamos que del socialismo. No. Tampoco esclavos de una revolución transformadora y exigente que reclamaría una lealtad de vida o muerte. Nada de eso. Esclavos de una plutocracia -la boliplutocracia, como fue denominada después-, que exprimiría hasta la última gota de los recursos del país, a costa de esclavizar al pueblo venezolano.
No se equivocó el viejo Domingo Alberto Rangel. Cuando murió en el 2012, las cosas estaban muy mal en Venezuela, pero todavía había margen de maniobra para el disimulo. Ahora la situación es mucho, pero mucho peor. Tanto que la cadena con que mantienen la sujeción forzosa de una parte de los más pobres se llama Clap -acrónimo de Comité Local de Abastecimiento y Producción-, o lo que comúnmente se conoce como las “bolsas Clap”. Una bolsita de comida, a precios más o menos accesibles, sin la cual el porcentaje de la población que tendría que buscar la comida hurgando la basura, subiría de manera tan ostensible como humillante.
Para añadir insulto a la herida, el asunto Clap es un negoción para no pocos jerarcas de la boliplutocracia. Importan los componentes de las bolsas, en gran medida de México, arman cajas y paquetes en Panamá, traen lo que decidan a Venezuela, se lo venden a quienes de lo contrario no podrían comprar prácticamente ningún alimento. Y todo el proceso se financia con dólares regalados, por lo que la cadena de esclavismo es a su vez una fuente caudalosa de enriquecimiento y corrupción.
Una antigua conseja latina decía: depaupera e impera. Parece que no ha perdido vigencia… La hegemonía roja ha depauperado a Venezuela, hasta el punto de que la ha sumido en una catástrofe humanitaria en medio de una bonanza petrolera. Y esa depauperación extrema es lo que mantiene el afán de esclavizar a la gente a través de, por ejemplo, las “bolsas Clap”. La multitud de manifestaciones que ocurren cuando las bolsas no llegan, lo confirma. La hegemonía roja, así mismo, sigue imperando cada vez más despótica y envilecida. ¿Hasta cuando? Ciertamente, no merece seguir en el poder.