Venezuela al inicio del 2018

En esta visión a vuelo de pájaro de Venezuela al inicio del 2018, aparecen numerosos aspetos que en el 2017 ni siquiera podían haberse tomado en cuenta. Es como entrar no en un Año Nuevo, sino a un mundo nuevo. Así que vamos por partes.

Los precios y los salarios

La hiperinflación arrojó en un solo mes una inflación de 81% según la firma financiera Ecoanalítica, cuya estimación preliminar calcula que la acumulado durante 2017 fue de 2.735%. Lo afirmó su director, Asdrúbal Oliveros, sin que nadie le objetara esa cifra. Parecía ya una catástrofe que afecta a todos los venezolanos, pero apenas se asomó enero en sus primeros días y el precio del dólar libre, dio otro salto grande, situándose según «Dolar Today», el 4 de enero 2018 en Bs. 128.446,21  por 1 dólar. El salto se debió, como es lógico, al anuncio de Nicolás Maduro de otro aumento salarial de 40% a partir del 1º de enero.

Dado que los aumentos salariales se decretan sin que exista cobertura alguna de la correspondiente multiplicación de bolívares, sin que ni siquiera exista la impresión física de esa cantidad de billetes, se trata nuevamente de unos incrementos ilusorios, productores de una aún mayor megainflación que la de 2017. Con todo y de ñapa, empezó a escasear la harina rusa que había ayudado a franquear el difícil paso de las elecciones regionales y ahora falta que llegue otro cargamento de trigo ruso, justo a tiempo para las presidenciales. No sería extraño que para fijar la fecha de las elecciones, el gobierno de Nicolás Maduro estuviera esperando la confirmación del próximo cargamento ruso.

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Su problema es que por más que se esfuerce, la megainflación no disminuirá, así que ni los Clap, ni los cestatickets reformados, ni mucho menos las fantasiosas promesas pre-electorales podrán servirle en una devaluación del bolívar que galopa, mientras los aumentos salariales fenecen al momento de anunciarlos. Así ocurrió con el aumento anunciado el 31 de diciembre, cuando apenas salió de la boca de Maduro, puso los precios a dar un gigantesco brinco.

La realidad es que la devaluación real de la moneda venezolana escapa de todo control y sobre todo, del control de Maduro. El aprendiz a brujo inició la inundación y no sabe parar el agua que amenaza sumergirnos a todos. La farsa de una moneda virtual, como lo sería el anunciado «Petro», no hace sino aumentar la confusión en una población que lucha para sobrevivir.

El hambre y la huida

La muy mala noticia es que por lo general, el hambre no crea rebeliones, sino sometimiento. Cuando el hambre acecha, basta un mendrugo de pan, para que el mendigo se considere sortario.  Jamás olvidaré el rostro de felicidad de una mujer que, después de horas de espera en la fila, salió del supermercado con varios paquetes de pastas, que abrazaba como un tesoro. Me preguntaba cuál es el mundo normal que esa mujer joven quizás nunca conoció. Explayé mi pregunta para calcular, cuántos venezolanos menores de 25 años han conocido un mundo que no es el de la escasez impuesta por Chávez. Eso de que «con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo», no era un logo, sino un plan de gobierno iniciado hace 19 años. ¿Cuántas víctimas creyeron y cuántas siguen creyendo en ese cuento?

El resultado ha sido el más efectivo cambio social creado para dividir a la población entre quienes «se restean y se conforman» y los que se niegan a hacerlo. Es, de hecho, la nueva estratificación de la población venezolana, que nada tiene que ver con las tradicionales divisiones entre clase media, clase alta y grupos denominados D y E.

Los que durante todos estos años del chavismo lucharon, incluso al precio de enfrentar una persecución que incluía el asesinato institucionalizado, optaron a partir de mediados del 2017 por la emigración. Al igual como pasó en Cuba, se van los mejor preparados, en su mayoría profesionales. La cifra dada por los encuestadores es que entre los 2,5 millones de venezolanos que han emigrado, un millón son graduados universitarios. Además, quienes vivimos en Venezuela, lo vemos en todos nuestros entornos y sabemos que los que emigran no corresponden a las tradiciones divisiones de clase.

El joven vendedor ambulante que cada sábado veía en el mercadito al aire libre y con él conversaba de sus estudios, se despidió para decirme que se graduó y se va de Venezuela, porque necesita una vida mejor y aquí no tiene como lograrlo pese a haberse graduado de contador. En otro grupo de graduados, acabo de saber que la mayoría se va al recibir su diploma. Entre los universitarios – ni se diga. Hay momentos en que los profesores aceleran la entrega del diploma, porque el estudiante ya tiene prevista su partida.

Los que se quedan son los que no han estudiado y muchos nunca conocieron una vida de progreso. Cuando manifiestan su rebelión, es para conseguir una caja Clap con comida, como si esto fuera su máximo anhelo. Me pregunto si los dirigentes políticos son capaces de comprender ese segmento de la población, cada día más numeroso porque los niños crecen y pasan a ser adolecentes enrolados en la llamada «chamba juvenil», donde son transformados en brigadas entrenadas por el madurismo para practicar la represión. ¿Contra quién y quiénes? La tradición comunista es que la represión más intensa suele ser contra los disidentes de su propio partido.

¿Cuba en los años 70? Pues sí, es algo parecido.

El plan del gobierno

La  carrera entre el gobierno y la megainflación iniciada en el último trimestre del 2017 deja en el 2018 poco margen de tiempo a Nicolás Maduro o a cualquier otro candidato presidencial del PSUV, el partido de gobierno. Hasta pareciera que el acelerado ritmo del deterioro económico amenaza destruir hasta los más cuidadosos planes para mantenerse en el poder.

El plan del gobierno ya está claro. Ha impuesto un control de la población a través del carnet de la patria, condición obligatoria para conseguir una caja Clap de alimentos a precio subsidiado, y amenaza latente de control  – real o imaginario – a través del chip electrónico en cada tarjeta, supuesto llevar la información individual de si el portador cumplió con las exigencias gubernamentales, principalmente las electorales.

Además, Maduro trata de mantener la adhesión de la Fuerza Armada contando con el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López, cada día más inamovible. Simultáneamente, entrega a la alta oficialidad los últimos bienes que le quedan a la república – la minería a través del Arco Minero y PDVSA ahora en manos de un militar, al tiempo que se expulsa y encarcela acusándolos de corruptos, los gerentes anteriores nombrados por Rafael Ramírez.

Se intenta reforzar la ya existente red de control partidista de los barrios a través de los UBCh, agregándole los nuevos reclutas del partido, organizados y entrenados bajo el nombre de Chamba Juvenil.

Por otra parte, es obvio que Maduro intentará en lo posible mantener el control del Consejo Nacional Electoral con un cauteloso reemplazo de Tibisay Lucena. Seguirá controlando el Tribunal Supremo con Maikel Moreno y la Asamblea Constituyente con Delcy Rodríguez. Encima del CNE y de la Asamblea Constituyente, está la mano y el cerebro de Jorge Rodríguez, a tomar muy en cuenta.

Con ese trabuco es que el gobierno espera salir airoso de la prueba electoral prevista para el 2018. Lo cual sería un tour de force, dada la impopularidad del sistema y del propio Nicolás Maduro.

En unas  elecciones

El año 2018 es también el inicio de una campaña mundial contra algo que los venezolanos conocen desde 1999 y que el mundo apenas descubrió en el 2017: el fraude electoral propiciado por los diversos medios electrónicos.

El villano acusado actualmente en Estados Unidos y Europa, son las llamadas «fake news» – noticias falsas propagadas en noticieros empeñados en «quebrar» a un candidato, pero principalmente difundidos a través de las redes sociales. Allí juega todo – tanto la campaña electoral, como la intromisión foránea. En el caso de Venezuela en este año que acaba de terminar, la estrella de ese sistema fue sin duda el esfuerzo de propios y extraños, para destruir el carácter unitario de la oposición venezolana en la Mesa de Unidad Democrática (MUD).

Es que no se trata de algo local venezolano, sino de un problema mundial, donde el principal acusado es la Rusia de Nicolás Putin. El abiertamente reconocido plan de Putin para afincarse en Venezuela, país latinoamericano en las puertas de EEUU,  consiguió a dos poderosos aliados locales en Vladimir Padrino y Nicolás Maduro. Y la presumible habilidad que el Kremlin ha desarrollado en materia de influencia electrónica en elecciones de otros países, es actualmente objeto de importantes investigaciones y denuncias en Estados Unidos y Europa.

En Washington, una comisión especial nombrada por el Congreso y encabezada por un ex director del FBI, Robert Mueller, investiga la interferencia de Moscú en las elecciones norteamericanas, presumiblemente ejercidas para favorecer a Donald Trump. En Europa, esta misma semana el presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció la discusión de un proyecto de ley para impedir la intromisión electrónica de otros países en las elecciones nacionales. Ya anteriormente, había acusado de frente, en un encuentro con Nicolás Putin, de haber agenciado una campaña contra él en las elecciones francesas, a través de las agencias de información rusas Sputnik y RT. Por cierto, RT es el canal ruso en español, que tiene puerta franca en Venezuela a través de la plataforma de Direct TV.

La oposición venezolana

Está por cumplirse una semana del nuevo año y la oposición venezolana permanece muda, sin dar señal alguna de sus planes electorales. Parece tener demasiados problemas internos para reunir un plan de unidad nacional firme y sustentable.

Mientras todo el universo exterior, desde la OEA, el Secretariado General de las Naciones Unidas, la Unión Europea, los más diversos gobiernos del continente americano y europeo – Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Perú, Chile, Costa Rica, México, Alemania, Inglaterra, Francia y sobre todo España, todos juntos abogan por una unión de la oposición venezolana, son los propios venezolanos quienes se muestran incapaces de dar una respuesta firme a tantos aliados voluntarios. ¡No se ponen de acuerdo ni siquiera para presentar un candidato presidencial unitario!

¿Acaso al venezolano de a pie, consciente de que su país está siendo destruido, le importa quién de los aspirantes será su candidato presidencial? Lo que le importa es que haya uno solo  que fuese elegible y elegido. Además de que la persona que salga electa, debe saber que será sacrificada para nunca repetir, debido a la inmensa cantidad de dificultades que deberá enfrentar.  ¿A qué se debe entonces ese pujo por una botella vacía? El que acepte desafiar el plan de Maduro y hacerse elegir presidente de Venezuela en el 2018, debe ser una persona consciente que se sacrifica para salvar a su país. Allí no cabe ningún pescueceo por una imaginaria e inexistente bonanza.

Así que cabe esperar en cuanto antes, una respuesta unitaria de la oposición venezolana, porque el tiempo apremia. Maduro necesita reelegirse antes de que la galopante megainflación le corte todas sus posibilidades y es previsible, que tan pronto le llegue la promesa de comida rusa, arranque su campaña presidencial. Es cuando habrá que preguntar a los líderes opositores por qué mantienen silencio en los valiosos primeros días del año, cuando debían presentar al país un coherente plan de recuperación nacional e informar qué han decidido en materia de las elecciones presidenciales.

 

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