Se requieren actos de solidaridad, asumir riesgos, y una firme determinación para impedir que la dictadura perpetúe la confusión y el caos.
Las manifestaciones en diversas regiones del país como consecuencia de la grave escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos tienden a generalizarse, lo que constituirá posteriormente un colapso total del régimen. El pueblo continuará en las calles desafiando el aparato represivo para elevar su más enérgica protesta ante tanta infamia y burla. Los trabajadores de la empresa estatal petrolera PDVSA también se han sumado a estas acciones bajo la consigna: “Mis hijos tienen hambre. El salario no me alcanza”.
Maduro llegó al colmo cuando aseguró que en Venezuela no existe crisis humanitaria, y complementó afirmando que ciudadanos colombianos cruzan la frontera para recibir en Venezuela asistencia médica y medicinas, aduciendo que el vecino país “carece de salud pública”, cuando lo cierto es que son muchos los pacientes que se mueren de mengua a las puertas de nuestros hospitales porque no poseen los insumos necesarios para su atención, y en los materno-infantiles fallecen los infantes por falta de medicinas y desnutrición.
Es de recordar que la inefable Delsy Rodríguez, cuando ejercía funciones de Canciller, aseguró en la OEA que aquí había alimentos como para tres países con la población de Venezuela. ¿A quién pretenden engañar? La mentira compulsiva es una norma establecida en el régimen, donde constantemente se falsea la realidad de los hechos.
La catástrofe económica ya la estamos viviendo y sufriendo, y esta debacle ha ocasionado las graves crisis que se padecen, no a consecuencia del ya desgastado y nada creíble argumento de una supuesta guerra económica, ni por culpa del imperio, sino por la mala gerencia, la improvisación, la corrupción y el despilfarro de los dineros públicos, aunados todos a las erradas políticas gubernamentales que se empecinan en no rectificar. La inflación se ha desatado pavorosamente, y eso lo sienten día a día los venezolanos, que ven mermados sus exiguos ingresos en un santiamén, porque el salario mínimo alcanza apenas para la compra de un pollo, si es que se consigue. Para este año, esa inflación se prevé en 2.349,3%, sin parangón a nivel mundial, de acuerdo a las cifras que manejan los especialistas.
En su “Informe mundial sobre crisis alimentarias” correspondiente al año 2017, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indicó que Venezuela se encuentra dentro del lote de los clasificados bajo “inseguridad alimentaria”. Establece que “el empeoramiento de la situación económica ha provocado una grave escasez de bienes de consumo, incluidos alimentos y medicamentos”. Así mismo planteó la necesidad de “monitorear el país, a pesar de la ausencia de datos oficiales y la opacidad de la gestión”.
En todo caso, reiteramos nuestra actitud positiva ante esta dantesca y nefasta situación. Mantenemos la plena seguridad y la firme convicción de que ese estado anímico cuenta mucho para movilizar a la inmensa mayoría opuesta a los culpables de causar esta tragedia moral, económica, social y política que nos acorrala.
Debemos tener claro que la indignación por sí sola no es suficiente. Aquí se requieren actos de solidaridad, asumir riesgos, y una firme determinación, las cuales impidan que la dictadura perpetúe la confusión moral y el caos económico. Para enfrentar este drama humanitario, es necesaria una dirigencia sin lazos de hipocresía, capaz de contar con la confianza de la gente. Necesitamos de una conducción con deliberada autenticidad.