La responsabilidad de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) es mayúscula, porque si no fuera por el respaldo que le ha ofrecido a la dictadura de Maduro esta no existiría.
Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el sector militar había perdido el respeto de los venezolanos por ser el soporte de un régimen sin legitimidad, tanto de origen como de desempeño. Cuando el 23 de enero, junto con el pueblo en la calle, contribuyó decisivamente a la vuelta de la libertad y la democracia, recobró el afecto del país y empezó a andar de nuevo en la ruta institucional que le pauta la Constitución. Esa conducta la mantuvo a lo largo de los cuarenta años de vida democrática transcurridos entre 1958 y 1998.
Con el advenimiento de Hugo Chávez al poder comenzó la desnaturalización del rol de la FAN en la actividad nacional, acontecimiento que se registró en las encuestas y en manifestaciones de repudio aparentemente triviales, como los ruidos que se hacían con los utensilios de los restaurantes cuando entraba algún militar. Esa perversión de la función castrense se ha mantenido y acrecentado bajo la dictadura de la camarilla que circunda a Nicolás Maduro. En los cuarteles continúa tronando el grito “Chávez vive, la patria sigue”, y la FAN ha asumido actividades ajenas a su competencia en la administración pública, en el ámbito económico y hasta en la industria fundamental del país: la industria petrolera. No es poco el perjuicio derivado de que eso esté ocurriendo.
Si no fuera por el respaldo que la FAN le ofrece, la dictadura de Maduro no existiría. Ha olvidado que, según el mil veces citado artículo 328 de la Constitución, “en el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”, lo que se refuerza con el artículo 330 que le prohíbe “participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”. Creo que, más por el citado artículo 328 que por el artículo 25 de la Constitución, es que en el área militar el subordinado no le debe obediencia al superior.
En un interesante artículo, de fecha 13 de este mes, Eddie Ramírez tiene una opinión similar cuando escribe: «La Fuerza Armada es una organización piramidal, donde se aplica el principio de “superior que manda y subalterno que obedece”. Hoy ningún soldado debe obedecer órdenes ilegales. Así es que cualquiera que haya incurrido en delito puede y debe ser juzgado. Un punto que puede parecer gris es el de aquellos que no han violado la Constitución, pero que no se han opuesto o manifestado su inconformidad ante dichas violaciones. Se podría alegar que quienes están en la picota son solo los integrantes del Alto Mando… sin embargo, el artículo 333 de la Constitución obliga a cualquier ciudadano a colaborar en la restitución de la Constitución».
El país atraviesa un momento trascendental y agónico, esto último en el sentido unamuniano. La dictadura, con las faramallas que monta, fracasará si el pueblo, la presión internacional y la Fuerza Armada se juntan para salvar la Constitución y la democracia.