Urge la creación de un inmenso movimiento sin exclusiones, que nuclee el deseo de cambio en torno a la exigencia de elecciones libres.
Frente a las elecciones presidenciales convocadas por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, no cabe reeditar el viejo debate entre quienes somos partidarios de utilizar el voto como instrumento de cambio democrático para salir de este nefasto gobierno, y quienes promueven la abstención con el argumento de que este régimen “no sale con votos”.
El debate está centrado en las posibilidades objetivas de que la voluntad popular pueda expresarse contundentemente, a través de un sistema electoral construido a la medida de los objetivos continuistas y hegemónicos de la cúpula gobernante que hace nugatoria cualquier posibilidad de que la inmensa mayoría ciudadana que los adversa pueda traducirse en votos contados efectivamente.
Las fuerzas políticas y sociales venezolanas, y la inmensa mayoría de la comunidad internacional, coinciden en denunciar los vicios, trampas y corruptelas de una elección sobrevenida, convocada por un organismo írrito y fraudulento, y con unas reglas del juego que no solo favorecen al oficialismo -cosa consagrada desde 1999- sino que impiden objetiva y materialmente cualquier posibilidad de victoria de los sectores que se oponen a la continuidad del actual desastre.
El fracaso de las conversaciones adelantadas en República Dominicana puso en evidencia que el gobierno no está dispuesto a aceptar elecciones limpias, donde todos los sectores concurran en condiciones de equidad. Después de su debacle electoral de diciembre de 2015, el régimen adquirió conciencia de que debía reforzar las trampas, adulteraciones y ventajismos para impedir que esa mayoría que lo repudia vuelva a expresarse.
De manera que el debate real planteado a las fuerzas del cambio trasciende el dogma que tradicionalmente antagoniza a concurrentistas vs. abstencionistas, y debe centrarse en apreciar y evaluar si en medio de un sistema electoral que ilegaliza partidos, inhabilita candidatos, se niega a modificar la composición de un árbitro electoral descaradamente parcializado, utiliza inmoral e impúdicamente los recursos públicos, concibe a las fuerzas Armadas como guardia pretoriana al servicio de su parcialidad, y que es capaz de adulterar resultados como sucedió en las elecciones de la ANC y en las Regionales del estado Bolívar, se puede pretender competir con alguna posibilidad de éxito.
En los términos planteados, luego del fracaso de las negociaciones en Dominicana, las elecciones pretenden darle legitimidad a una situación fraudulenta, y esa apreciación es compartida no solo por la inmensa mayoría de los venezolanos, sino por los más calificados actores y voceros de la comunidad internacional. Concurrir en las actuales condiciones no sería más que cohonestar un fraude a la soberanía popular.
Ahora, el verdadero dilema es QUÉ HACER frente a esa situación. La respuesta parece evidente. La inmensa mayoría que adversa la tragedia venezolana no puede caer en el abstencionismo desmovilizador. Lo que se impone es la conformación de un inmenso movimiento sin exclusiones de ninguna naturaleza, que nuclee el deseo de cambio en torno a la exigencia de elecciones libres y que sea capaz de actuar en concierto con la comunidad internacional para hacerlo realidad. El dilema, por tanto, no es en abstracto VOTAR O NO VOTAR, sino rescatar la posibilidad de votar para que la voluntad popular se respete.