¿Contra toda esperanza?

La atmósfera de incertidumbre que se vive hoy en Venezuela, me recuerda el título del libro de memorias de Nadiezhda Mandelstam, viuda del gran poeta ruso Ossip Mandelstam, Contra toda esperanza, tal vez el mejor testimonio que se haya escrito sobre el universo totalitario del comunismo durante la era de Stalin. Coincide mi recuerdo, con la que se supone fue la fecha de la muerte del gran poeta en uno de los campos de concentración que integraban el sistema del Gulag; según testimonios de compañeros de cautiverio, Mandelstam habría muerto en diciembre 1938. Hace entonces 80 años que una epidemia de tifus se abatió sobre el campo de tránsito en donde esperaba ser deportado a Siberia, y se supone el poeta fue una de las víctimas.

Se trata de un relato de las experiencias pormenorizado, del día a día, de los detalles que conforman la vida humana bajo un régimen que se sustenta sobre el control absoluto del ser humano. Control absoluto, significa que es la propia persona quien ejerce el control sobre sí misma, puesto que su supervivencia depende del respeto minucioso de las normas arbitrarias impuestas por el poder. Normas que conforman los detalles de los sufrimientos cotidianos que padecen  los súbditos del totalitarismo, que los análisis “objetivos” de  “expertos” y de “especialistas”, no logran dar a conocer.

Fue tratando de poner orden en mi biblioteca que tropecé con el libro que no había abierto desde hacía 30 años (la edición de Alianza Editorial data de 1984). El libro comienza con una entrada en materia que golpea por su contundencia y con el parecido con la escena venezolana. El poema de Madelstam sobre Stalin, “El montañés del Kremlin” (data de 1933) le valió su primera detención y que cito porque la descripción del georgiano que gobernaba entonces desde Moscú, remite a similitudes pasmosas con el que dirige hoy el destino de Venezuela; hasta en la cuestión de su origen nacional : “Vivimos insensibles al suelo bajo nuestros pies,/ Nuestras voces a diez pasos no se oyen./ Pero cuando a medias hablar nos atrevemos/Al montañés del Kremlin siempre mencionamos./ Sus dedos gordos parecen grasientos gusanos/ Como pesas certeras las palabras de su boca caen./ Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha / Y relucen brillantes las cañas de sus botas: / Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea, infrahombres con los que él se divierte y juega./ Uno silba, otro maúlla, otro gime,/ sólo él parlotea y dictamina. / Forja ukase tras ukase como herraduras/ A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo, en la ceja./ Y cada ejecución es un bendito don/ Que regocija el ancho pecho del Osseta.  (Ossetas: pobladores del norte de Georgia, categoría distinta de la georgiana a la que se suponía pertenecía Stalin).

Al contrario del trágico escenario del comunismo soviético, marcado desde el comienzo por el extermino de poblaciones, la hambruna y la represión inclemente, a lo cual se agregó la arremetida de Hitler contra Rusia que culminó con la batalla de Stalingrado, la más sangrienta de la historia militar, – la de Venezuela, aparece bajo la imagen de la caricatura. Maduro y su cohorte de marionetas, cada vez que toman una decisión, casi siempre anunciando elecciones como si de un juego al escondite se tratara, el espectador es remitido a observar un teatro de ínfima calidad, destinado a la opinión pública internacional con el fin de ganar tiempo en su empeño de consolidarse en el poder. Ese aspecto caricatural y de tira cómica, no exime del carácter trágico a la población de Venezuela y en ello radica la impotencia de quienes estamos consciente del alcance de las penurias que vive la población en nombre de la cual, Chávez emprendió una “revolución”.

La tragedia de Venezuela es tanto más grave, que la penuria se impuso sin transición, en un país que pese a la existencia de sectores de pobreza, nunca llegó al extremo de vivir la experiencia de la hambruna; al contrario, se había dirigido hacia una dinámica de modernización como ningún país de la región.

¿Por qué el título de las memorias de Nadiezhda Mandelstam, Contra toda esperanza me ha interpelado y la he asociado con la situación de Venezuela? Porque, repasando racionalmente el escenario en el que está inmerso el país, no veo salida que se avizore en el horizonte. Por un lado, sectores de la dirigencia de la oposición, por ignorar la naturaleza del régimen, no han logrado actuar con la lógica que ésta exige. Actúan creyendo que organizando los antiguos aparatos de los partidos políticos del pasado, es suficiente para derrotar al régimen. Por supuesto que es necesario reorganizar esos aparatos, pero no será nunca suficiente. También han confiado en las presiones internacionales, sin Percatarse que estas pueden ayudar como lo han estado haciendo, pero no podrán nunca substituir las iniciativas internas. Ninguna elección, derrocará el régimen.

El sistema de corrupción, verdadera base sobre la cual se apoya el régimen, tiene prolongaciones internacionales. Cuenta con el apoyo de “honorables” abogados internacionales que administran las inmensas fortunas de la mafia bolivariana expandida por el mundo y con políticos como el señor Zapatero que ni siquiera tiene el pudor de disimular su proceder ignominioso. El grado de complicidad con el régimen es planetario. Ya el régimen, es decir La Habana, hasta cuenta con un funcionario adscrito a la ONU que niega la existencia en Venezuela de una crisis humanitaria, apoyándose en experiencias del África y del Asia, sin tomar en cuenta el contexto en el que ha vivido Venezuela, que pese a todo, emprendió una carrera hacia la modernidad desde hace un siglo, tras haberse convertido en economía petrolera que nunca ha tenido que ver con las circunstancias que se viven en el África  o algunos países asiáticos. La honestidad intelectual no es la cualidad  de los agentes internacionales que actúan bajo la influencia de La Habana.

La clave de la verdadera solución a la crisis venezolana, que de paso le pondría punto final al proyecto castrista que desde 1959 se ha dedicado a frenar la instauración de la democrática en el continente, debería venir de los gobiernos latinoamericanos que escapan hoy a la influencia de Cuba. Pero parece no haber personal con catadura de hombre o mujer de Estado, capaz de responder como se debe, para oponerse al modelo mesiánico castrista. No se trata sólo de defender a Venezuela, se trata del destino de la democracia en todo el continente.