La mayoría de los venezolanos demócratas no le darán el voto a Nicolás Maduro; mucho menos a ninguno de los comparseros para legitimar su oscuro proceso.
Venezuela huele a desestabilización. Nada extraño sería que los atropellos a la democracia iniciada por Chávez en 1992 con su fallido intento de golpe de Estado lo realice ahora el “hijo” predilecto. Basta ver y oír los discursos por los medios de comunicación; sus amenazas, gritos, insultos y pérdida irracional del control para darse cuenta de que estamos frente a una “bestia política” de marca mayor. Y, sobre todo, lo que hay detrás de todo eso son las actitudes dictatoriales y los abusos de poder de Chávez durante catorce años y los del sucesor elegido en dudoso procedimiento, rematado con la violencia ejercida sobre la oposición, unida a la evidente negación a sus derechos democráticos.
Dentro de la dirigencia de oposición algunos dan vergüenza. Inexplicable que se hable de ir a elecciones presidenciales sin garantías de respeto al voto de la disidencia, ni el control de los violentos colectivos armados que amedrentan a los testigos y electores. Iríamos a las elecciones con la complacencia del Plan República, manipulado por la cúpula de las FANB.
Otros van por oscuros compromisos entre los que se hacen llamar socialistas… ah, porque ahora para ser popular se debe ser socialista.
Es propio de partidos como el PSUV, que, ante las dificultades para esconder sus violaciones a la democracia, pierdan la paciencia y en determinado momento se cansen de las falsas apariencias y pasen en directo a oficializar el control absoluto del Estado dando “formalmente” el golpe de Estado que se inició con la unificación de los poderes en torno a la cúpula de facinerosos.
En Venezuela, conviene repetirlo, el chavismo, la ANC (que suple a la AN), el Gobierno, el poder judicial y el poder militar son un solo ente. Lo mismo que en Cuba o que en la antigua URSS. Allí los disidentes son enemigos del pueblo y deben terminar en la cárcel o en el cementerio. Lo mejor con la oposición es acabar con ella y silenciar a los medios de tal forma que queden solo los alineados con el gobernante. Lo profetizó Maduro: “Ellos jamás volverán al poder”.
El chavismo, la supuesta revolución y la nueva religión por la que hay que dar la vida, por sobre la vida de todos. Y como de él dependen las instituciones, el día que seas incómodo para el gobernante, simplemente se cierra o se mantiene el sainete burdo para parapetarse detrás de una democracia que no existe.
Planes sociales para mantener un sistema corrupto de supuesto apoyo a las clases necesitadas. Un esquema de Estado, donde no hay funcionarios sino activistas políticos al servicio de la corrupción y el narcotráfico.
Sin manipulación ni forjamiento de encuestas, la mayoría de los venezolanos demócratas no le darán el voto a Maduro, ni a ninguno de los comparseros para legitimar el proceso.