Rafael Poleo: Un dedal de plata para cada general

Se están alineando las estrellas para el derrocamiento de Nicolás Maduro, a quien la presencia de Falcón ha desordenado el plan maestro. La reunión de presidentes en Lima servirá para pulsar hasta dónde es aceptable para la comunidad continental el método propuesto por el general Kelly, para ejecutar el cual están que ni pintados el nuevo Secretario de Estado y la nueva directora de la CIA.

La designación de Mike Pompeo para el Departamento de Estado y Gina Haspel para la Dirección de la CIA compromete al límite la situación del régimen madurista. Significa que en Washington se ha impuesto la línea más dura del estamento militar. Para el Caso Venezuela priva la solución expeditiva recomendada por el general Kelly, exjefe del Comando Sur que hoy es el Jefe de Despacho de la Casa Blanca (algo así como los ministros de Secretaría de la Presidencia en tiempos de nuestra democracia).

Las diferencias entre el presidente Trump y el secretario de Estado, Rex Tillerson, se referían al método para dispersar las crecientes y agresivas rivalidades que a Estados Unidos se le plantean como primera potencia mundial. Cual cabe a un hombre de negocios, Tillerson es por definición un negociador. Pese a ser un republicano puro y duro, para casos como el venezolano Tillerson siguió el método demócrata, ya adelantado por la administración anterior, de arruinar al adversario para que la ruina provoque el alzamiento interno y la implosión del régimen -lo cual, hay que decirlo, no ha funcionado en Cuba ni hay razón para suponer que funcionará en Venezuela. Este modo demorado de hacer las cosas substituyó exitosas intervenciones de aliento republicano, como las de Grenada y Panamá. Ahora Estados Unidos regresará al método, corregido y aumentado, que desalojó de Grenada a las tropas de Fidel Castro. Por cierto, estos efectivos a quienes Fidel proclamó haber dado instrucciones de resistir hasta morir, salieron disciplinadamente de Grenada con una sola baja, la del coronel que los comandaba, quien accidentalmente resultó herido en el dedo índice de la mano derecha. Los cubanos del exilio histórico aseguran que el dedo se resintió de tanto apretar el timbre de la embajada peruana, donde se refugiaron las tropas de Fidel que en un rapto de prudencia renunciaron a la inmolación frente a los gringos. De adoptar una conducta distinta de la cubana en Grenada, Padrino tendría que dotar a sus generales no sólo de chalecos antibalas, sino de unos dedales como los que mi abuela barloventeña utilizaba para evitar pinchazos cuando remendaba mis pantalones de muchacho callejero, armas defensivas de eficacia probada a la hora de apretar timbres.

Mientras en el Departamento de Estado y en la CIA el personal echa a la papelera los manuales de la Era Clinton y diseña estrategias directas que el Presidente considera más eficaces, a Maduro se le ha enredado el papagayo de unas elecciones que son tanto el eje de su estrategia como el último recurso para espantar la posibilidad de terminar como el rumano Ceaucescu. La inesperada candidatura de Henri Falcón destruye cualquier esperanza que Maduro haya puesto en esas votaciones.

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Sobre  Falcón hay varias teorías, ninguna de las cuales resulta confortable para el régimen. La que pudiera parecer cómoda para Maduro muestra al sargento como un instrumento suyo para barnizar de credibilidad la pantomima electoral. Esta difundida interpretación según la cual Maduro cedería el poder a Falcón para gobernar a través suyo, incluyendo la tarea de cubrirle la retirada, requeriría que Falcón guardara a Maduro una lealtad que no hay razón alguna para suponer en el audaz sargento, mucho  menos cuando, ya sentado en la silla, tendrá a mano toda clase de incitaciones y apoyos nacionales e internacionales para girar hacia la democracia.

El diseño que Falcón ha anunciado es de una eficacia aplastante a los efectos de llegar al poder y sostenerse en él. Como único adversario que sería de Maduro, puede apostarse que el sargento obtendría dos votos por cada uno del actual presidente. A Maduro sólo le quedaría pedirle a Padrino que dé vuelta a los números -después de todo, el día de las elecciones el verdadero árbitro es la Fuerza Armada. Padrino ya rechazó una propuesta parecida de parte de Maduro y Cabello cuando la Oposición ganó las elecciones parlamentarias en 2015. Aceptarla ahora sería darle al general Kelly la oportunidad de probar la eficacia de su propuesta para Venezuela. Padrino tendría que tomar la previsión de dotar de un dedal a cada uno de sus generales, de plata para aquellos de máximo rango.

Dejar que Falcón asumiera el poder sería, en cambio, la solución ideal para los militares, habida cuenta de que «la finca en Cuba» sugerida por Tillerson -que no tiene que ser en Cuba, pues cualquier país europeo estaría dispuesto a resolver ese aspecto del proyecto-, es la propuesta más o menos explícita que el sargento ha hecho a los generales solicitados por la justicia internacional. A la Oposición, el sargento maravilloso ofrece restablecer los fueros de la Asamblea Nacional, soltar los presos, cambiar por facilidades el acoso a los empresarios, solicitar la ayuda humanitaria (¡coomiiidaaaa!), refinanciar la deuda (el hijo de Gumer se encargará de eso), abrir puertas a los capitales extranjeros y de hecho comportarse como un administrador de la transición. Ya asomó que sólo estaría unos tres años. Por supuesto, no está obligado a cumplir esa ni cualquier otra promesa. Lo más posible es que se quede los seis y monte un partido para repetir, pero para eso tendrían que dársele condiciones que no están en el tablero. Y esa ya es otra historia.

Sería absurdo que los generales desconocieran un resultado  que a ellos y a todos los jerarcas del régimen les proporcionaría la anhelada impunidad, sobre todo si la alternativa es calzarse el dedal. Las potencias occidentales descubrirían inesperadas virtudes en el político dispuesto a abrir el mercado venezolano, preñado de posibilidades que para la economía mundial serían agua de mayo. La población aplaudiría al gobernante que puso comida en su plato. En cuanto a los partidos, sus jefes respirarán aliviados por el restablecimiento del juego político que sería una prioridad para el presidente Falcón.

No hablemos de Estados Unidos, cuyo gobierno está urgido de una coyuntura que le permita cumplir la promesa electoral de hacer a América fuerte «again». El presidente Trump congestionaría el «twitter» exaltando las prendas políticas y personales de su nuevo mejor amigo el sargento Falcón. Éste encajará con forzada elegancia la puñalada que sobre el Esequibo nos tienen lista en La Haya y todos diremos que la culpa es íntegra de Maduro y su banda, con lo cual no haremos sino rendir honor a la verdad. Para sanar la herida, la ayuda internacional será abundante bajo la forma de inversiones y préstamos como les gustan a Haussman y a Burelli, quienes no encontrarán manera de expresar su incomodidad porque sea Rodríguez quien corte el bacalao.

La reunión de presidentes en Lima será oportunidad para exhibir el repudio universal a Maduro como el monstruo de la laguna negra. Para salir de él parecerá bueno cualquier método. Desde su cargo anterior, director de la CIA, Pompeo ya señaló como intolerable la conexión iraní del gobierno venezolano -hace años, cuando Chávez cometió la locura suicida de asociarse al terrorismo islámico, escribí que por ese hilo se le iría el tejido. Los republicanos ya están en campaña para unas elecciones que en noviembre pueden darle el ansiado control parlamentario. Bien que les vendría entonces exhibir el tumor extirpado. De lo que Trump diga en Lima, donde será la estrella del espectáculo mientras a Maduro le tocará el papel del villano, podremos deducir no cuál es el destino de Maduro, que ya se sabe, sino para cuándo es eso.