Creíamos que no querían aceptar la ayuda pues era aceptar su fracaso, pero ahora entendemos que hay una actitud más perversa: usar el hambre y la mengua de los venezolanos como ficha de negociación
En junio pasado, la embajadora de EE.UU. Nikki Haley, ante el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU, declaraba que Venezuela está “al borde de una crisis humanitaria” y llamó a la comunidad internacional a adelantarse para evitar que Venezuela se convirtiera en otra Siria, Corea del Norte, Sudán del Sur o Burundi.
Por su parte, la oposición ha venido solicitando un canal humanitario para permitir la entrada de medicinas y alimentos que la comunidad internacional está dispuesta a aportar. Incluso fue uno de los puntos que se llevó a las negociaciones que se han dado… sin resultado alguno.
El modelo económico anti libre mercado de la dictadura, que ha desbastado la economía, nos ha convertido en un Estado fallido que no puede brindar los servicios básicos a su población. Cada vez más graves son las falencias de electricidad, agua, transporte, educación y salud; pero más graves aún son las carencias de alimentos, medicinas y servicios médicos que, junto a la inseguridad, han producido una “migración forzada”, según la CIDH, que ha alcanzado a más del 10 % de nuestra población y que seguirá creciendo.
El director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU señalaba que la estampida migratoria venezolana puede convertirse en “un desastre humanitario de proporciones nunca antes vistas en el hemisferio occidental”. Y confirmaba que el régimen no quiere la ayuda humanitaria.
Muchos claman ahora por “intervención humanitaria”, que en términos internacionales es una intervención para detener la masiva violación de los derechos humanos en un país. Esta intervención, basada en el concepto canadiense de “responsabilidad de proteger”, ha sido aplicado a través del CS en Libia, Côte d’Ivoire, Yémen y Sudán del Sur en 2011 y Siria en 2012.
La comunidad internacional sigue preocupada y ocupada por lo que nos pasa y por las repercusiones en el vecindario, y continúa tomando medidas, imponiendo más sanciones y brindando ayuda humanitaria. Como lo acaba de hacer EE.UU. Se trata de ejercer presión para que el pranato que nos gobierna cambie de rumbo al sentir el efecto de esas medidas en el país y en ellos mismos. Pero ellos mantienen una actitud numantina -patria o muerte- y se niegan a cambiar o al menos permitir la ayuda humanitaria, claro son los ciudadanos y no ellos los que sufren.
Creíamos que no querían aceptar la ayuda pues era aceptar su fracaso, pero ahora entendemos que hay una actitud más perversa: usar el hambre y la mengua de los venezolanos como ficha de negociación. Así lo expresó el ministro de defensa, general Padrino López, al declarar “Si quieren un canal humanitario comiencen por desmontar ese bloqueo financiero” -refiriéndose a las sanciones económicas.
Pero la comunidad internacional está actuando sin canal humanitario ni intervención militar. Hay una intervención humanitaria “periférica” y civil para palear uno de los efectos desestabilizadores de la crisis en el vecindario, la migración. Pero también para apoyar a los empobrecidos compatriotas que huyen de la Venezuela chavista. Esto no resuelve el problema de fondo, pero es hasta allí que la comunidad internacional está dispuesta a llegar… por ahora.