Por.- Alberto D. Prieto
Me criaron los jesuitas y, aunque me agnosticé en la juventud, Jesús de Nazaret me sigue pareciendo un modelo moral. Un personaje tan completo que no sólo inauguró una civilización, sino que a mí me sirven de metáfora su vida y quienes la rodearon para casi cualquier ocasión.
Como el Javert de Victor Hugo en ‘Los Miserables’ y el Darth Vader de ‘Star Wars’, Judas me fascina. Son perdedores, derrotados en una batalla contra sí mismos, y en los dobleces morales del discípulo traidor podemos encontrar la explicación humana de muchas conductas.
Es un zelote en ‘La última tentación de Cristo’ de Martin Scorsese, un nacionalista judío cabreado con que Cristo no lidere una revuelta. En el musical ‘Jesucristo Superstar’, Andrew Lloyd Weber lo convierte en una especie de Mark David Chapman —el asesino de John Lennon—, decepcionado porque el ídolo no acomode su vida a la imagen pública que lo ha convertido en celebridad. Y en la reciente ‘María Magdalena’ de Garth Davis es un desquiciado viudo que le llora a la protagonista convencido de que el ‘rabí’ va a resucitar a su familia.
Este último filme construye un relato cultural y a grandes trazos feminista de aquella sociedad primitiva, analfabeta e ignorante en la que el poder era absoluto y mágico, manejado por unos sumos sacerdotes que imponían las leyes y costumbres que dictaba Dios. Pero ahora que vivimos en un mundo en el que ya hemos sabido separar el poder divino del terrenal y nos hemos dado un Estado de Derecho, tenemos la obligación de no hacernos trampas, por mucho que el cortoplacismo de los hechos y la inmediatez de las redes nos inviten a contentarnos con crónicas apócrifas de la realidad.
Esta semana, publicaba ‘The Times’ un editorial titulado ‘Spain Again’ que era una trampa farisea a mayor gloria del discurso facilón que culpa de todos los males del vía crucis independentista catalán al lado constitucionalista, el que se defiende de la agresión.
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En el prestigioso diario londinense se pone la carga de la prueba sobre el Gobierno de Mariano Rajoy. Y dialécticamente se le obliga a claudicar. Porque, señalándolo como que “no ha hecho nada por asumir las demandas del Gobierno catalán”, se miente. Y porque afirmando que Madrid “se ha limitado a un enfoque legalista”, se falta a la verdad.
Sí se han atendido las demandas: de una lista de 46 que presentó el ex president Artur Mas se aceptó hablar de 45: la otra era el referéndum de independencia, y no le vas a pedir a un Gobierno que crucifique su Constitución, cuando ésta además dice taxativamente que la soberanía es “nacional” y la nación “indivisible”.
No ha sido un enfoque únicamente legalista y judicial: antes de este aquelarre hubo 40 años de negociaciones y acuerdos políticos. Si se ha mandado a los magistrados a instruir, a los fiscales a acusar y a las policías a investigar es porque su autogobierno creciente nunca les fue suficiente a los nacionalistas, hasta que finalmente un iluminado Puigdemont se rodeó de advenedizos, oportunistas y conversos para representar su pasión en el Parlament.
Y así ha llegado este calvario. Hay cronistas nacionales e internacionales que tuercen los hechos de una manera ventajista. Pero eso son las 30 monedas de plata que pagamos los votantes por elegir un presidente del Gobierno que un Domingo de Ramos suspendió su viaje oficial a Angola por el lío catalán y el Jueves Santo vacacionaba en su gallego Monte de los Olivos. Entre nécoras, torrijas y vino de albariño se supone que encomendará la solución de todo esto al Altísimo.
Hoy hay medios que olvidan adrede la separación de poderes que rige el Estado de Derecho para apuntalar sus argumentos falaces. Hay políticos más delincuentes que Barrabás que se hacen pasar por diferentes versiones del Mesías. Y otros que se lavan las manos después de chupar unos percebes. Habrá que encontrarle una causa a sus motivaciones, como hacen los guionistas con el Iscariote, que nos permita hallar una salida a esta cansina parábola.
Y es que, de las dos cosas que gritó Cristo antes de exhalar su espíritu, prefiero quedarme con el “perdónalos porque no saben lo que hacen” que con lo de “Señor, por qué me has abandonado”.
Alberto D. Prieto es Corresponsal Internacional de OKDIARIO