El periodista uruguayo Danilo Arbilla considera que lo sucedido a Kuczynski es una insignificancia si se compara con los casos de Cristina Fernández, Chávez, Correa, Lula, Maduro, Martinelli y Ortega.
Por DANILO ARBILLA
Dicho que fue, los peruanos hicieron un tremendo esfuerzo y lo lograron: tuvieron su crisis política, incluida la renuncia del presidente Kuczynski (79). PPK, como es conocido, solo cumplió poco más de un tercio de su mandato. Fue el cuarto presidente elegido democráticamente, en una inédita seguidilla de mandatarios electos sin la interrupción de golpes de Estado. En su lugar asumió el primer vicepresidente, Martín Vizcarra (55), quien bajó desde Canadá donde se desempeñaba como embajador de Perú.
¿Qué pasó? Problemas de corrupción con Odebrecht de por medio; dónde no. Un caso de contratación de servicios de una consultora a la que dejó de pertenecer cuando era ministro de Toledo. Comparado con los casos de Cristina de Kirchner, Chávez, Correa, Lula, Maduro, Martinelli y Ortega cuando se sepa, lo de PPK es insignificante. Eso sí, muy magnificada. Se sumó una «compra» de votos, con videos y todo. En Perú los videos son un arma terrible impuesta por Montesinos, siniestro lugarteniente de Fujimori (79). Y, como siempre pasa, hay videos que aparecen oportunamente.
Lo de PPK tuvo que ver con su «legitimidad». Legítimo, sí, pero no tanto: estaba prendido con alfileres. Para los fujimoristas era una especie de usurpador. En las elecciones de abril del 2016 Keiko Fujimori (42), la hija mayor y jefa del fujimorismo casi lo dobló en votos: 39,89% contra 21,05%. El mismo PPK ganó por poco al izquierdista Frente Amplio (18,74%) su derecho al balotaje. En esas elecciones hubo 10 candidatos. Los ex Alan García y Alejandro Toledo consiguieron magros 5,83% y 1,3% respectivamente.
En la segunda vuelta, PPK le ganó a Keiko con 0,23% de ventaja (50,11% contra 49,89%). Fue un triunfo del antifujimorismo, de la misma manera que ahora, la caída del presidente fue un triunfo del dividido fujimorismo. Keiko juró venganza y lo consiguió. Una semana antes pidió públicamente la renuncia del presidente.
¿Qué pasará? Todo depende de lo que pase dentro del fujimorismo y de la gestión de Vizcarra. Se espera un período de calma para el nuevo mandatario. Puede que goce de una tregua. Cuando Keiko pidió la renuncia de PPK dijo que Vizcarra tenía condiciones para cumplir con la tarea.
Se puede decir que Vizcarra no entró con mal pie. Su discurso es prudente con un mensaje de esperanza y con el compromiso de combatir la corrupción.
La división del fujimorismo, la mayor fuerza política de Perú -casi la mitad de la población- juega a favor del presidente. Habrá que ver qué resulta de esa guerra fratricida entre Keiko, la hija mayor, líder indiscutida, contra Fenji, su hermano menor en franca rebeldía. Se asegura que este cuenta con el apoyo del padre. Lo que se desconoce es qué fuerza e influencia real tiene el anciano exdictador.
En este esquema el terreno se muestra propicio para el novel jefe de Estado, que no puede descuidar a los grupos y partidos no fujimoristas. Estos son menores pero en casos molestan bastante, como PPK bien lo sufrió. Ese sería el panorama para el futuro inmediato, el que podría ensombrecerse y complicarse en función de lo que «cante y siga cantando» la gente de Odebrecht, esa banda de delincuentes, muy amigos de Lula, que han corrompido al hemisferio americano, desde arriba hasta abajo.