Plácido Domingo acaba de recibir un revolcón tremendo de la crítica operística que le pide bajarse de los escenarios de una buena vez para que no siga haciendo el ridículo cantando nuevos roles a sus casi ochenta años. Es una verdadera lástima que un cantante lírico de su trayectoria haya sido prácticamente “abucheado” por la gran prensa que le llama, en son de burla, “el tenor convertido en barítono que ofrece un espectáculo que usted no debe perderse.” Doloroso para un cantante lírico que ha tenido una carrera impresionante, basada en la belleza de su voz y su capacidad dramática, pero que se empeña en seguir cantando una voz que no es la suya. La voz original de Plácido Domingo era (ya no) de tenor lírico ligero, la cual, obviamente, fue perdiendo con el paso de los años. Pero Plácido Domingo (77) ha seguido en los escenarios, algunas veces cantando, otras, como director de orquesta y, cuando la bella voz de tenor lírico ligero no le dio para más, a los 69 años se reinvento como barítono, que es una voz potente y expresiva que se encuentra entre la voz de un bajo y la voz de un tenor, y allí se ha quedado plantado desde hace más de una década y, la verdad, el español no da la talla. Y de esto trata la fuerte crítica que recibió de Zachary Woolfe en The New York Times, a propósito de la última actuación del Señor Domingo en la MET, en el papel del padre de “Luisa Miller”, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi.
La actuación del Señor Domingo no solo ha sido malmirada por la exigente crítica de The New York Times, sino por los críticos operísticos todos que parecen haber coincidido en que al legendario cantante le ha llegado la hora de bajarse de los escenarios.
Plácido Domingo debutó como tenor en 1959 y como ya hemos dicho, a los 69 debutó como barítono, autodefiniéndose como baritenor. Alrededor del año 2000 se asumió que Plácido Domingo, uno de los grandes tenores del Siglo XX, había culminado su brillante carrera de más de cuarenta años. Entonces se creyó que él se dedicaría a dar conciertos para mantenerse ocupado mientras preparaba su retiro gradualmente.
Aunque todavía conserva la flexibilidad en sus notas altas, ya no es capaz de representar nuevos roles convincentemente. Lo cual habría quedado demostrado en su última actuación el jueves 29 de marzo en la premier de Luisa Miller, en la Metropolitan Opera House.
Por lo que leo en la crítica, al comienzo del final del Primer Acto, Miller (PD), un robusto soldado retirado, cuya hija campesina se enamora de un desconocido (Lo vi y mi corazón sintió el primer pálpito del amor) que resulta ser un noble. Miller le dice a su hija quién es Rodolfo (el noble). Indignado, Miller dice que una inocente como Luisa no debería tener que inclinarse ante un hombre poderoso, sino solo ante Dios. La firmeza y el magnetismo de estas líneas son la clave cuando Miller la entrega, como lo hizo Domingo, sin uniformidad ni glamour.
La actuación de Plácido Domingo dejó mucho que desear. Y la crítica, que ha sido paciente con sus tumbos, esta vez fue implacable y despiadada: Lo que el Señor Domingo está haciendo no tiene precedentes en la historia de la ópera. El periodo barítono le ha sido recordado mediante sugerencias amables y de llamadas rotundas para que renuncie a todo, porque los 10 años que lleva cantando roles de barítono dejan claro que no estaba incursionando y pareciera que las cosas no cambiarán. ¿Es ego? ¿Un impulso filantrópico para ayudar en la taquilla a las casas de ópera? ¿Curiosidad indomable? ¿Sintió que todavía tenía algo que decir en el escenario?
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Para la crítica, a la cual me adhiero -vi a Plácido Domingo en la MET, en el 2015, en el rol de Nabucco y su interpretación fue muy pobre y los aplausos fríos. La parte baja es crucial en el rango de un barítono, y en Plácido Domingo tiende a hacerse vaga. Particularmente en la música rápida, como en la cabaletta (aria rápida y corta que sigue a una más lenta), el cantante luce incómodo, aunque todavía sigue teniendo flexibilidad en sus notas altas, pero ya no es capaz de representar convincentemente.
Barítono es la voz masculina cuya tesitura se encuentra entre el bajo y el tenor. En la ópera corresponde siempre al papel de villano o de hombre poderoso. Sus voces provienen del pecho y suenan como voz hablada. A lo barítonos se los considera personas tranquilas, con nervios fuertes, porque su voz tiene que aparecer sin ningún esfuerzo para dar la impresión de que todo se produce fácilmente, y esta técnica se obtiene mediante un intenso trabajo cotidiano y de una sólida técnica vocal para controlar adecuadamente la respiración. Y es particularmente aquí donde la crítica se afinca.
– Luisa Miller interpreta uno de los temas favoritos de Verdi: el conflicto entre el amor filial, o como se mire, entre el amor romántico y la obsesión filial. Plácido Domingo pone de manifiesto la preocupación y el dolor de un padre más que su obsesión. Su relación con Luisa no tiene mucha complejidad, pero tiene una sinceridad conmovedora. Él es directo. Aunque su voz suena saludable, y él se mueve con fluidez, nunca será un verdadero barítono verdiano sino un tenor envejecido en ropa de barítono, una representación que no deben perderse, un cantante asumiendo un nuevo papel de Verdi (149 roles, contabiliza Plácido Domingo en su interminable carrera) presentándose en un gran teatro de ópera y haciéndose él mismo no poco honor. Casi no crees lo que ven tus ojos y tus oídos escuchan.
Bueno, Plácido Domingo tendrá que hacer gala de los nervios de acero propios de un barítono para volver a salir a escena en las próximas representaciones de Luisa Miller que continuarán en la MET hasta el 21 de abril. Happy Sunday …