No aceptemos sin más esta oferta comicial que no es otra cosa sino una burla a la libertad de los venezolanos.
Hablar de libertad es ir a la raíz de las personas porque podemos servirnos de ella para alcanzar las metas que nos proponemos. La historia de la humanidad y la nuestra más reciente nos pone ante la eterna tentación del poder: restringir la libertad de las personas para convertirlos en esclavos sumisos de un proyecto que si no respeta a la gente pierde su legitimidad. La idea más elemental de libertad para el mundo moderno es la que nos remite a un ámbito en el que podemos actuar sin interferencias ajenas, un dominio propio en el que hago y deshago sin que otros puedan intervenir (Adela Cortina).
Lamentablemente, nuestra patria está sumida en una profunda crisis porque no son sólo las carencias de lo más necesario, sino la ausencia de valores éticos que pongan en primer lugar, los derechos de las personas y no el interés de quienes detectan el poder. Los individuos no se disuelven en la colectividad, sino que tienen derechos que la sociedad no puede desatender, sino que ha de respetarlos. Lo que estamos viviendo es la negación de esos derechos y el achique de la libertad para gozar de un espacio en el que ni el Estado ni las demás personas puedan interferir.
La libertad como independencia se conquista, porque cada una de las libertades lleva aparejada la responsabilidad de asumirlas en su buen sentido, no de darles cualquier contenido. Es inexplicable que mientras las carencias tocan la vida cotidiana de las familias, el régimen se empeña en realizar unas votaciones que sólo buscan legitimar lo ilegitimable. Porque la primera oferta de quienes buscan dirigir los destinos de un país debe ser presentar una hoja de ruta que indique que vale la pena prolongarlos en el poder. Si lo que se puede presentar es el cuadro dantesco de la falta de alimentos, de medicinas, de atención médica, de cuidado de los derechos ciudadanos, de la seguridad personal y colectiva que nos permita vivir en paz, la brutal represión porque no se puede manifestar por nada justo, la falta de libertad de expresión y de información, y el rosario de males es infinito, no se tiene ningún derecho a forzar a la población a sacar el carnet de la patria, instrumento de desigualdad social, a las colas interminables de nuestros ancianos, a los hogares destruidos por la huida masiva de compatriotas a otros lares buscando vivir en mejores condiciones.
La lucha por la justicia ha ido a lo largo de la historia unida a la lucha por la libertad ajena y propia. Es la libertad entendida como participación: es libre quien toma parte en las decisiones de la vida compartida, quien colabora activamente en ellas, quien aporta su granito de arena al quehacer común para que resulte lo mejor posible. Hay un reto y una tarea ineludible. La unidad en la consecución de la fraternidad, en la solución dolorosa pero posible a este caos, requiere de fortaleza y coraje. El tiempo pascual es una invitación a la alegría que se construye en medio del sufrimiento y del dolor pero que conduce a una mejor vida de todos. No aceptemos sin más esta oferta comicial que no es otra cosa sino una burla a la libertad de los venezolanos.