*Cautela, temporización y balance de poderes en diversas manos caracterizan el paso del título de presidente de manos de Raúl Castro a las de Díaz – Canel.
“Aquí no ha habido improvisación”, apuntó el general Raúl Castro en el discurso de entrega de mando al sucesor que él y su hermano eligieron para encargarlo de la misión de continuar la obra que ambos emprendieron cuando el ejército de Batista entregó las armas y los hermanos Castro se ampararon del poder el 1º de enero de 1959.
Miguel Díaz-Canel es el “cuadro” modelo, según la terminología castrista, que logró gracias a su discreción, a un narcisismo totalmente controlado y una paciencia a toda prueba, ver cómo los candidatos que abrigaron en algún momento la esperanza de ser los elegidos para suceder a los hermanos Castro, incurrieron en la “debilidad” (otro término del vocabulario mencionado) de dejarse llevar por “las mieles del poder”, según las palabras de Fidel Castro, cuando destituyó y mandó al “plan pijama” a dos ministros de relaciones exteriores: el carismático Roberto Robaina, y Felipe Pérez Roque. Una tercera víctima del “plan Pijama” fue el vice-presidente Carlos Lage, asiduo visitante de Venezuela durante la época en que Chávez le entregara el destino de Venezuela a Fidel Castro: operación en la que Lage jugó un papel preponderante como correa de transmisión entre Chávez y el Líder Máximo. “Cuba y Venezuela son un mismo país”, declaró Lage en una ocasión en Caracas.
Díaz – Canel logró controlar todo signo de egocentrismo y de gusto por “las mieles del poder” durante todos esos años en que los hermanos Castro mantenían en observación a los posibles elegidos para la sucesión. La enseñanza del largo ejercicio del poder le demostró a los Castro que en materia de preservación del poder, no se puede improvisar.
Raúl Castro, el hombre de la práctica paciente, escogió bajo su ala protectora a Miguel Díaz – Canel. Un civil nacido después de la revolución de 1959, “dotado de una gran firmeza ideológica” según el veredicto de Raúl Castro. De formación de ingeniero electrónico, nada que lo incline hacia elucubraciones ideológicas y como toda persona que se mueve en el ámbito del castrismo, tuvo un período de oficial en las Fuerzas armadas revolucionarias (FAR), a ese título cumplió una “misión internacionalista” en Nicaragua (1987-1989). Ejerció luego de profesor y dirigente de la Juventud Comunista, primero a nivel provincial, luego a nivel nacional. Gracias a su dedicación militante, con apenas 30 años escala el puesto más envidiado: entra al Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Nombrado primer secretario del PCC en Villa Clara, se convierte en la autoridad principal de una importante provincia. Su comportamiento, siempre observando humildad y cortesía, oscila entre una actitud conservadora con rasgos de modernidad. Comunista dócil, al mismo tiempo que demostraba gusto por los Beatles, prohibidos en Cuba durante la época más represiva del castrismo cuando Ramiro Valdés ejercía de ministro del interior. Luego es nombrado primer secretario de la provincia de Holguín.
Posteriormente Raúl Castro se encarga de nombrarlo miembro del Buró Político. En su empeño de no “improvisar” en cuanto al ascenso hacia el poder de su protegido, Raúl lo nombra miembro de su gabinete como ministro de educación superior en 2009. Accede tres años después a miembro del grupo más ortodoxo y conservador. En 2013 es nombrado Primer vice-presidente del Consejo de Estado y de Ministros, en reemplazo de un personaje estalinista, además miembro del grupo de “los históricos”.
No cabe duda que desde que Raúl Castro recibió las riendas del poder de manos de Fidel Castro, se dedicó pacientemente, a desmontar todo el entramado que su hermano había montado y que sólo le obedecía a él, denominado “grupo de apoyo del Comandante en Jefe”. Pacientemente y sin improvisar, Raúl Castro logró ir controlando todos los estratos de poder con el fin de organizar de manera ordenada la sucesión y asegurar la continuidad del régimen. No era tarea fácil, pues siempre han existido dentro de la cúpula del poder cubano clanes opuestos entre sí, usualmente neutralizados por el carisma y la autoridad de Fidel Castro. Consciente de que ese modelo se extinguiría con la desaparición de su hermano, era necesario tejer muy fino para evitar cualquier desbordamiento dentro del grupo que ejerce el poder. De allí que Raúl Castro optara por conservar la dirección del PCC, órgano rector del poder, “fuerza dirigente de la sociedad” según la constitución, hasta el 2021, período durante el cual, Díaz-Canel deberá demostrar su capacidad de gobernar y de poner en marcha las reformas en materia de economía que ya tímidamente Raúl Castro ha ido implementando. Raúl Castro declaró que en 2021 entregará también el cargo de primer secretario del PCC a Díaz – Canel.
En su primer discurso ya como presidente, Díaz-Canel declaró que su mandato es el de “continuador de la revolución cubana” y su primer pensamiento es a la “generación histórica”. “Esta legislatura defenderá la revolución y continuará el perfeccionamiento del socialismo”, aseguró. Reconoció que el país debe modernizar su economía, pero “sin torcer la línea del castrismo”. En cuanto a la política exterior, aseguró que “se mantendrá inalterable” y que su Gobierno “no aceptará condicionamientos”. Ni una palabra en relación a una apertura, aunque sea tímida, en materia de democratización. Ni siquiera un pequeño intento de dirigirse hacia el modelo de autoritarismo que hoy se practica en Rusia, en Vietnam, o en China. Guardando las proporciones, Cuba se acerca más al modelo de Corea del Norte.
Pese a la ausencia de todo deseo de democracia, o de reconocimiento de una posibilidad de disidencia, no hay duda de que Cuba inaugura un nuevo período simbólico y ello cuenta en sumo grado que el poder ya no esté relacionado con el nombre de un Castro y los ciudadanos ya no son rehenes del carisma de un caudillo que convirtió el imaginario de los cubanos en prisioneros de su propia ansia de poder y de proyección en la historia. También está el hecho de la institucionalidad como norma que regirá el poder, anulando la figura de la presidencia vitalicia, modelo por esencia castrista seguido hoy por los gobiernos aliados de Cuba: Venezuela, Bolivia, Nicaragua.
Imposible predecir cuál será el modelo que seguirá el nuevo líder de Cuba. Durante los años en que esté en “rodaje”, y Raúl Castro y los históricos estén en vida, vigilando sus pasos como también el aparato de la policía política – que no se debe olvidar queda en manos del hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín -, lo más probable es que Díaz- Canel continúe observando un perfil discreto, de funcionario eficaz.
En relación con Venezuela, es de notar que pese al repliegue de la vieja guardia integrada por los históricos, Ramiro Valdés permanece con cargo de vice-presidente en el Consejo de Estado, ostenta título de Héroe de la República de Cuba, rango máximo en el escalafón de la oligarquía castrista. Desde el comienzo de la era chavista, Valdés fue encargado por Fidel Castro de ocuparse de los asuntos relativos a Venezuela. Ramiro Valdés, gran experto en represión, fue el ministro del interior que desde 1959 luchó contra la oposición anticastrista en Cuba, hasta lograr vencerla.
Un dato relevante es la poca presencia de miembros de las Fuerzas Armadas en la nueva estructura del poder.
Tampoco se ha hecho mención del Consejo de Defensa Nacional. El hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín, no ha estado muy visible durante la ceremonia de traspaso de poder, sin embargo, es un pilar clave en el entramado del poder castrista. Es el jefe de la coordinación y de la información de los servicios de espionaje y de contra-espionaje del Ministerio de las Fuerzas Armadas revolucionarias (Minfar) y del Minint. De hecho, él es el jefe de los servicios de inteligencia del régimen y jefe del Consejo de Seguridad. Junto al general Luís Alberto Rodríguez López-Callejas, casado con Deborah, hija mayor de Raúl Castro, dirige el holding cubano GAESA (Grupo de Administración de Empresas SA). Se trata de un conglomerado de empresas que controla la economía del país: restaurantes, hoteles, transporte aéreo, alquiler de autos, importaciones, material electrónico. López Callejas es además el padre de “Raulito”, jefe de los guarda espaldas personales del general Raúl Castro, su abuelo.
Alejandro Castro y López Callejas concentran un nivel considerable de poder, lo que relativiza el de Díaz-Canel. Incluso hasta hace poco, se barajaba el nombre de Alejandro Castro como posible heredero del trono. Hasta hubo un intento de campaña internacional en torno a su nombre como posible candidato al máximo cargo del Estado.
Veremos cómo se desenvuelve Díaz-Canel entre la vigilancia de su mentor y el poder paralelo que ejerce Alejandro Castro y López Calleja.
Tal vez, el proceso de transición Díaz-Canel lo emprenderá cuando el tiempo de vida de los históricos dé su último suspiro. Ya lo predijo Barack Obama: el cambio en Cuba lo hará la biología. Mientras tanto, Díaz-Canel asume “Su responsabilidad con la convicción de que todos los revolucionarios seremos fieles a Fidel y a Raúl”, como lo titula el Granma del 20 de abril.
No es casual que el General de Ejército, Raúl Castro, comenzara su discurso rememorando la victoria de Cuba durante la intervención de cubanos exiliados en Playa Girón que dio pie a Fidel Castro de declarar el carácter socialista de la revolución comprometiendo así el campo socialista a la sobrevivencia de su régimen y de paso, integrando a toda América Latina en el conflicto de la Guerra Fría.
Es indudable que con la caída de Lula y los percances de los gobiernos “hermanos”, en particular el de Venezuela, el castrismo se ha debilitado, pero está lejos de haber dicho su última palabra.