*La familia Ortega-Murillo enfrenta una aguda crisis política luego de haber logrado el control de los poderes públicos, haber descabezado a la oposición y haber forjado una alianza con el sector empresarial. Súbitamente, por un asunto de pensiones del seguro social, los nicaragüenses salieron a la calle y ya no piden se resuelva el tema del seguro, sino que se vaya el actual gobierno.
Por ALFREDO MICHELENA
Nicaragua, corazón del castrochavismo en Centroamérica, está que arde. Lo que empezó por una protesta concreta, ahora parece tomar cuerpo exigiendo la salida de Daniel Ortega y su combo familiar. Algunos creen que estamos frente a un proceso parecido al de Venezuela.
¿Es lo del seguro?
La historia corta de lo que pasa en Nicaragua es que el gobierno, o para ser más precisos el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), tomó la decisión de aumentar las contribuciones y reducir las pensiones en un 5%. Decisión adoptada debido a la crisis que sufre la institución, que la está llevando a la bancarrota. Pero para nadie es un secreto que las manifestaciones, que se iniciaron el 18 de abril, son producto del descontento que existe contra el matrimonio Ortega-Murillo que gobierna al país.
Estos hechos hay que verlos con el telón de fondo de que la «… situación social es grave dados los aumentos en los precios de los servicios básicos, desempleo, degradación ambiental, baja productividad, recortes sociales, empeoramiento de las pensiones, estancamiento de los salarios, expansión de la pobreza, aumento de los precios de los alimentos y los combustibles y la corrupción en el gobierno», nos dice el sociólogo y analista político Oscar René Vargas, de tendencia sandinista. Tanto que las manifestaciones comenzaron por el tema del INSS y ahora están pidiendo la salida de Ortega.
Los decretos referentes al seguro desataron frustraciones reprimidas que se habían estado gestando desde hace mucho tiempo en un país donde la familia Ortega-Murillo, bañada de petrodólares venezolanos, ha impuesto su dominio, mientras reprimía las voces disidentes y doblegaba voluntades con esos petrodólares.
La familia Ortega-Murillo
Daniel Ortega es un líder histórico. Luego de combatir a Somoza, formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional en 1979 y llega a la presidencia por la vía electoral en 1985, para ser derrotado en las urnas a los cinco años por Violeta Chamorro. Pasó 17 años en la oposición y vuelve en 2007 cuando con solo un tercio de los votos emitidos y unas alianzas con factores de derecha, logra la presidencia por la división del liberalismo. Incluso el Parlamento tuvo que cambiar leyes para que Ortega llegara al poder con menos del 50% de los votos.
Con él llega su pareja Consuelo Murillo con la que ha tenido siete hijos.
Los Ortega-Murillo, emulando a los Somoza, se han convertido en la familia más poderosa de Nicaragua. El hijo mayor y su esposa controlan el petróleo que entrega Venezuela, a través de la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo que junto a PDVSA (PDV Caribe) creó Alba Petróleos de Nicaragua S.A. (Albanisa), empresa que monopoliza la importación de petróleo y lo vende mediante una firma que creó para distribuir sus derivados. También es la segunda empresa responsable de exportar productos a Venezuela y fue acusada de estar involucrada en lavado de dinero de las FARC.
Otro hijo es jefe de ProNicaragua, la entidad que negoció con el empresario chino Wang Ying la construcción del Canal de Nicaragua, proyectado como un rival del canal de Panamá. Otros cuatro hijos de la pareja manejan los medios de comunicación, televisoras y radios, una de ellas comprada con dinero venezolano. Y uno de los hijos está casado con la hija del Jefe de la Policía de Managua.
Ortega gana por cuarta vez, pero…
Con la eliminación legal de importantes grupos opositores, sin observación electoral y con un alto nivel de abstencionismo, no reconocido por el Consejo Supremo Electoral, Ortega gana las elecciones el año 2016 con su esposa de vicepresidente.
Con Ortega, Nicaragua ha mantenido un crecimiento económico importante, el segundo de la región centroamericana, alcanzando el 5% interanual y tiene un nivel de seguridad pública envidiable. Además no ha enfrentado la clase empresarial y ha permanecido dentro del Tratado de Libre Comercio que tiene Centroamérica con los EE.UU. De tal manera, que ha sido la crisis de Venezuela la que más ha golpeado la economía nica.
Las sanciones impuestas por EE.UU. a Venezuela han paralizado sus exportaciones hacia nuestro país. «Para evitar cualquier afectación de contaminación de sanciones» a empresas o bancos nicaragüenses por tener vínculos con Venezuela, y «siendo prudentes, (las exportaciones) se suspendieron de parte de Albanisa», declaró en enero el gerente de la Asociación de Productores y Exportadores de Nicaragua. Y esto pudiera ser otra de las causas del descontento entro de los sectores empresariales. El Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), un aliado del gobierno en los últimos 11 años, se paró recientemente de la mesa de negociaciones sobre la reforma del INSS, acusando al régimen de romper el modelo de alianza y consenso vigente.
El hartazgo
Las redes sociales convocaron las manifestaciones a las que atendieron cientos de miles de personas no solo en la capital Managua, sino en buena parte del país. Ellas no fueron originalmente reprimidas por el régimen, sino que «a la venezolana» el gobierno mandó sus fuerzas de choque civil, las «turbas sandinistas» armadas, para reprimir a los manifestantes.
Además de los pensionados y los estudiantes universitarios, luego de tres días de violencia generalizada en el país, los empresarios también convocaron a las manifestaciones, solicitando que no censuren las noticias y se liberen a los jóvenes detenidos, así como exigiendo una «mesa de diálogo amplia, inclusiva, de estos temas que agobian al país».
Pero la cifra de muertos y heridos siguió creciendo. Al cumplirse la semana de manifestaciones, se contaban casi cuatro decenas de manifestantes muertos, varios centenares de heridos, medio centenar de desaparecidos y más de 200 detenidos, algunos torturados, según varias ONG. Ya no eran las brigadas civiles de choque, sino las policías antimotines en la capital y otras ciudades. Los manifestantes levantaban barricadas en las calles lanzando piedras a los elementos de seguridad, quienes los reprimieron con gas lacrimógeno.
¿Cómo en Venezuela?
El régimen de Maduro acusó a los manifestantes de «guarimberos» y junto al de Nicaragua, la emprendieron contra los EE.UU. acusándolo de ser junto a la «derecha internacional» los causantes de todo este movimiento de protesta.
Viéndolo a distancia, así como hay semejanzas en cuanto a la rebeldía estudiantil y el clamor por una democracia verdadera frente al control férreo de Ortega sobre el Congreso, la justicia y el CNE, las diferencias son relevantes. En Nicaragua no hay crisis económica, tampoco hay partidos y una oposición organizada resistiendo, ni presos políticos – al menos hasta ahora-. Ortega es un líder con alto grado de popularidad y no ha perseguido a los empresarios. Adicionalmente Ortega ha reculado, derogando los decretos, liberando los detenidos y llamando a un diálogo.
La Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, ha estado muy activa y se prepara para jugar un papel estelar como garante de un diálogo entre el Consejo Superior de la Empresa Privada, Cosep, y el gobierno. Al respecto monseñor Silvio Báez, obispo de Managua, declaró: «Por primera vez es el Gobierno quien llama al diálogo en un momento en que se encuentra muy debilitado y en una situación de falta de credibilidad muy grande en la nación», por eso el diálogo debe «tener como objetivo la democratización de Nicaragua». El obispo ha convocado una marcha para el sábado 28 de abril.
La comunidad internacional está pendiente del tema, desde los EE.UU. hasta Naciones Unidas, pasando por la OEA y la Unión Europea que han manifestado su preocupación. Esperan que el diálogo funcione y se castigue a los responsables de las violaciones de los derechos humanos. Ya veremos…