*Con las expectativas enfocadas en la histórica cumbre que espera realizar con el controvertido líder norcoreano Kim Jong un, el presidente Donald Trump acelera los pasos para sepultar el acuerdo nuclear con Irán, otro legado de la era Obama.
Por ROBERTO MANSILLA BLANCO
Corresponsal en España
El histórico encuentro entre los presidentes de Corea del Norte y Corea del Sur, Kim Jong un y Moon Jae-in, celebrado el pasado 28 de abril en la zona militarizada fronteriza de la península coreana, supone un giro inesperado que certifica lo que se está cocinando en la política internacional.
Con anterioridad, Kim había visitado Beijing, otra inusual gira internacional para el líder del país más aislado del planeta. El clima de deshielo en la península coreana profundizó la posibilidad de una histórica reunión entre Kim y el presidente estadounidense Donald Trump. Tras la cumbre coreana, Trump anunció que su reunión con Kim se daría en “tres o cuatro semanas”.
El objetivo ahora es el lugar de la histórica cumbre. Se barajan varias posibilidades, desde países neutrales como Malasia y Singapur, hasta la propia zona militarizada fronteriza entre ambas Coreas, conocida como Panmunjón, en el paralelo 38 que divide ambos países desde el final de la guerra en 1953.
La cumbre Kim-Moon permitió un clima distendido aprovechado por Pyongyang para anunciar el cierre de sus instalaciones nucleares para este mes de mayo, probablemente en vísperas de la eventual cumbre con Trump. En todo caso, no dejan de aparecer interrogantes sobre el inesperado y súbito giro conciliador de Kim, el cual también debe contar con el tácito apoyo de China, su principal socio económico y aliado exterior.
Trump busca retomar la iniciativa de Washington en el conflicto coreano, donde en los últimos tiempos Beijing ha tenido un peso estratégico. Por ello, sorprende igualmente que, tras meses de retórica incendiaria mutua, ahora Washington y Pyongyang traduzcan palabras de conciliación que permitan abrir un canal de negociación para una eventual solución a un conflicto enquistado desde el final de la guerra en 1953, y del cual sólo existía un armisticio, no un tratado de paz.
Por el momento, la expectante conciliación domina el tratamiento de Trump hacia Corea del Norte y hacia un controvertido líder en un caso donde el propio Trump declaró ser “una honra reunirme con él”.