Por ELIZABETH BURGOS
El 14 de mayo de 1948 marca el término del mandato británico sobre Palestina. David Ben Gurión, presidente del Consejo Nacional Judío, proclama la independencia del Estado de Israel. Socialista en sus comienzos, el Estado de Israel es hoy uno de los países de mayor avanzada en el mundo capitalista. Con un crecimiento del 3,3% desde 2003, su renta per cápita es hoy de 37.292 (Francia: 36.854) dólares anuales, y un desempleo de apenas 4,3% de la población activa. Figura en el puesto 19, entre los 188 países en el índice de Desarrollo Humano de la ONU, por delante de Francia, Bélgica e Italia, solo tres por debajo del Reino Unido. Su esperanza de vida es la octava más alta del mundo. Seis de sus universidades figuran entre las 100 mejores de la lista de Shanghai Academic Ranking Table.
Es el único país proveniente del sistema de descolonización en el siglo XX que se ha convertido en un país desarrollado. Comienza con una población de apenas 650.000 judíos, hoy cuenta una población de 8,84 millones de habitantes de los cuales 6,70 millones son judíos. La población judía proveniente de los cinco continentes, pese a que el hebreo moderno es la lengua franca del país, ha convertido a Israel en el país más poliglota del mundo. Al igual que el judaísmo es el credo religioso mayoritario, existe libertad de culto practicado por cristianos, musulmanes, drusos y bahais. Tiene en su haber seis premios Nobel, y es líder en innovación tecnológica como en el rubro de la ciberseguridad, inteligencia artificial, medicina, drones, tratamiento del agua, etc.
Es la única democracia liberal en ser primera potencia militar, miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de la región.
Tantas ventajas no eximen al Estado de Israel de vivir en la zozobra y el temor, entre otras razones, por la incertidumbre de sus fronteras aún no reconocidas internacionalmente por lo que el conflicto palestino continua siendo el punto en donde convergen los conflictos y las rivalidades de los Estados que conforman el Medio Oriente. El panorama es uno de los más complejos del tablero geopolítico del mundo contemporáneo y se caracteriza por la simultaneidad de puntos de fricción. Israel tiene acuerdos fronterizos con Egipto y Jordania, pero no con Siria y el Líbano. Como bien sabemos, los dos últimos países forman parte del radio de acción y de la influencia militar de Irán. Y es allí en donde radica hoy el centro del conflicto.
El estado de guerra entre Israel y los Estados árabes existe desde su nacimiento, es un hecho que ha marcado la dinámica que determina la vida del país. Cabe recordar la guerra israelo-árabe en 1956, la de los Seis Días en 1967, luego, en 1973, la Guerra de Kipur.
Tras esos episodios bélicos ya los estados árabes se han resignado a la existencia de Israel. Pervive el conflicto con los Palestinos que por el momento no significa un peligro militar, pero sigue marcando un pretexto para generar crisis cuando la geopolítica regional lo necesite. La rivalidad de Irán con los Estados de la Liga Árabe, suscitó un fructífero período de alianza entre los dos países durante el reinado del shah: Israel le compraba petróleo a Irán y le vendía armas. La revolución islámica del ayatola Jomeini rompe el equilibrio de la región. Jomeini, al pretender ejercer el liderazgo del mundo musulmán, modifica radicalmente el escenario: convertido en un estado teocrático, Irán se declara enemigo jurado de Israel, se apropia de la causa palestina y designa a Israel como su enemigo principal, al mismo tiempo que emprende una actividad para dotarse del arma nuclear, arma que, por cierto, Israel también posee.
La amenaza de Donald Trump de romper el tratado de control nuclear firmado con Irán por EE.UU. bajo la presidencia de Barack Obama y varios países de la Unión Europea, al término del cual Irán se comprometía a detener su proyecto de dotarse del arma nuclear, perfila el estallido de una nueva guerra. Además, está la decisión altamente simbólica de Donald Trump de trasladar la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. Por cierto que el Departamento de Estado acaba de anunciar que la apertura de la nueva sede diplomática tendrá lugar antes de lo anunciado, se realizará en este mes de mayo. Cabe destacar que la decisión de la ruptura o no, del tratado nuclear con Irán, Trump la anunciará el 12 de mayo. Simultaneidad de decisiones simbólicas y políticas no es mera coincidencia.
Las recientes declaraciones del Jefe del Estado Mayor de Israel, el general Gadi Eizenkot, parecería que tienden a preparar a la opinión pública hacia un desenlace militar. Considera a Teherán como “el enemigo central de Israel”, por lo que no descarta la posibilidad de una guerra este año y la certeza de que la ganará, porque Israel “es un país invencible, con una ventaja estratégica considerable frente a sus enemigos”. Por su lado, el analista del International Crisis Group, Ofer Zalzberg, observa que “La probabilidad es muy fuerte de un conflicto entre Israel e Irán en un futuro poco lejano”.
Si esa predicción se realiza, las consecuencias estratégicas tendrán implicaciones inmensas. Por primera vez, es probable que Saudi Arabia y Egipto apoyen a Israel debido a su hostilidad contra Irán. Y por primera vez, el intermediario de mayor peso, no será solamente EE.UU., sino también Rusia, debido al papel central que está jugando en Siria.
Por supuesto, el temor de Israel ante Irán no es imaginario. El antagonismo se ha radicalizado debido al apoyo prodigado por Irán al Hezbolah shií libanés, como también a la milicias shií en Irak y a la rebelión en Yemen. En Siria, los Guardianes de la Revolución conformados por libaneses, afganos, paquistanís e iraquíes, financiados por Irán, constituyen el apoyo más firme del régimen de Bashar el-Asad. Las comunidades chiíes dispersas a todo lo largo del Oriente Próximo, constituyen las bases de influencia de Irán en la región. Incluso, Teherán apoya al Hamás palestino, pese a ser de obediencia sunita, sólo porque esa organización que ejerce el poder en la banda de Gaza, se niega a reconocer la existencia del Estado de Israel.
La perspectiva del fin de la guerra en Siria acentúa las probabilidades del enfrentamiento de Israel e Irán, porque significaría la instalación permanente de fuerzas militares iraníes, como también la ocupación por el régimen sirio, de zonas ocupadas por la rebelión anti el-Asad, fronterizas con el Golán ocupado por Israel. Varios incidentes bélicos se han producido a partir de febrero desde territorio sirio hacia Israel. Incidentes que llevan a declarar al general Amos Yadlin, director del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv, en el semanario francés Le Point, que Israel tiene dos metas estratégicas: impedir que Irán se instale definitivamente en Siria y el otro, “mejorar (o anular) el acuerdo internacional sobre el tema nuclear con Irán, alcanzar esos dos objetivos mayores, con el fin de impedir en el futuro amenazas iraníes serias, plantea ciertos riesgos inmediatos”. “Israel tiene que prepararse a enfrentar nuevas etapas del conflicto, que suscitaran respuestas enemigas y un repliegue de Irán”. Israel no quiere correr la suerte de Corea del Sur, obligada a soportar impotente la posesión del arma atómica por parte del Corea del Norte. “Israel prefiere golpear de manera preventiva”, concluye el general.
Por su parte, el Guía Supremo iraní, el ayatola Kamenei, compara el “régimen sionista” a un cáncer que conviene “extirpar de la región”.
Los peligros que amenazan a Israel persisten, y pese a su desarrollo excepcional como país, la zozobra y el temor continuarán a estar presentes entre sus habitantes. En Israel, todos los jóvenes, hombres y mujeres, deben cumplir con el Servicio Militar. Todas las familias viven en la angustia de perder a un hijo o una hija. No existe la palabra que designe la orfandad de la pérdida de un hijo o hija, por tanto, es una condición común en el país, como lo es, por cierto también, para los padres palestinos. Mientras no se logre resolver el conflicto entre Israel/Palestina, pretexto para mantener el estado de guerra detrás del cual se disimula la rivalidad entre Irán y Saudi Arabia y la rivalidad sunita/chií, no habrá paz en esa región.