Por Alfredo Michelena
El colapso de Venezuela no pasará inadvertido en la región. Se irá agravando con más migrantes y con la exportación de delincuencia internacional organizada e inestabilidad política y social.
Para el gran escritor Mario Vargas Llosa, Venezuela “prácticamente va a desintegrarse”. Para el presidente colombiano Juan Manuel Santos, el vicepresidente norteamericano Mike Pence y el secretario general de la OEA Luis Almagro, Venezuela es un Estado Fallido. Es decir, un país que no es capaz de asegurar los servicios básicos a sus ciudadanos -alimentación, salud, agua, luz, transporte, entre otros- ni el respeto a los derechos humanos -incluyendo el derecho a la democracia- y menos ejercer un control sobre el territorio frente a los grupos delincuenciales incrustados en el Estado que operan por la libre en Venezuela. Según el Departamento de Estado de EE.UU. por aquí circula el 20 % de la coca mundial y el 40 % de la que se produce en Colombia. El régimen se ha transformado en un pranato o paravatocracia (gobierno de delincuentes) y es un peligro para la región y el mundo.
Hace un año, la embajadora de EE.UU. en la ONU advertía al Consejo de Seguridad que Venezuela transitaba el mismo camino de «Siria, con Corea del Norte, con Sudán del Sur, con Burundi y con Birmania». Y con sus diferencias, allí hemos llegado.
Que un país, Estado o sociedad se autodestruya es difícil de entender, pues en general la mayoría asumimos que las sociedades progresan y que los retrocesos son circunstanciales. Para las ciencias sociales los sistemas sociales son, como tales, sistemas autoregulados que tienden a permanecer en el tiempo ya que sus componentes buscan un reequilibrio frente a procesos de crisis. Esto, al articularse con la concepción darwiniana de la historia, postula que las sociedades siempre avanzan, aunque puede haber retrocesos coyunturales. Pero la dura realidad nos ha mostrado países que han entrado en crisis y no la han superado.
No es descabellado plantearse que Venezuela va hacia el colapso provocado desde el Estado. No es producto de una guerra ni de una sequía como en Somalia; pero hay semejanzas pues hay unos individuos que se han aferrado al poder a la brava e inducido el colapso de la producción en especial la petrolera potenciando una crisis humanitaria acelerada por la caída de los precios petroleros.
Según la Universidad de Harvard y el FMI nos acercamos al peor colapso mundial en 50 años. Según el FMI, la inflación este año será de 14.000 % y el PIB caerá en 2018 a -15 %, su cuarto año consecutivo. Trágicamente, en términos de seguridad alimentaria, la FAO ya coloca a Venezuela junto a Eritrea, Myanmar y Corea del Norte.
Según ACNUR «en el punto álgido de la crisis europea, Italia recibía, anualmente, 180,000 personas. Colombia está recibiendo por mes 130,000 [venezolanos]”. Esta estampida migratoria ha sido comparada a la de Siria con 5 millones de desplazados. Hay más de 4 millones de migrantes venezolanos que en su mayoría han salido en los últimos tres años y cada año salen más.
Ya no es un tema “moral” de violación de derechos humanos y la dictadura ahora es el impacto de esa estampida migratoria en el vecindario, que se irá agravando no solo con más migrantes sino con la exportación de delincuencia internacional organizada e inestabilidad política y social. El colapso de Venezuela no pasará inadvertido en la región.