Por J. Gerson Revanales
Estas elecciones serán tan espurias como pretender acabar la inflación con una ilusión óptica de quitarle ceros a la moneda.
A la víspera del nonagésimo noveno sarao electoral, esta columna sale con un mal sabor en la boca al presumir que ya los resultados están guardados en una caja fuerte del Ministerio del Interior cubano, a cargo del vicealmirante Julio César Gandarilla Bermejo.
La política del bozal de comida instaurada al inicio del gobierno en 1999 por el Ministro de Planificación de origen dominicano, hoy ha dado sus frutos. El gobierno se presenta con sus tres únicos grandes logros: Llevar la cesta familiar por encima de los 100.000.000 de Bs F pagaderos solo con chapitas de Coca Cola, debido a que la inflación anualizada pasó de 4.966 % en 2017 a 17.968 % en abril de este año. Una tendencia que de continuar así llevará este indicador a más de 100.000 %, superando las cifras de países africanos como Sudan del Sur, República Democrática del Congo y Libia y las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ubica la inflación en índices galácticos de 13.864 % para finales del presente año.
El segundo gran logro de la revolución ha sido dividir al país entre ricos y pobres; entre blancos y negros; entre patriotas y apátridas; entre los privilegiados con el Carnet de la Patria y los desamparados a la buena de Dios por tener dignidad y no comer de la mano del amo.
A esta convocatoria electoral se presentaran cinco candidatos que aspiran a ganar una contienda que parece destinada a una baja participación, la cual podría oscilar entre 50 % y 60 %, porcentaje suficiente para que el aparato electoral del partido de gobierno pueda controlar la participación de sus carnetizados; y por último la quiebra de PDVSA al punto de que ya ni siquiera puede exportar sus crudos y productos a riesgo de que le pongan los ganchos si salen a aguas internacionales.
Frente a estos escenarios, la comunidad internacional ha hecho sus mayores esfuerzos en convencer al gobierno de que el camino es otro. El Vaticano prestó sus buenos oficios; la Unión Europea manifestó su buena voluntad para lograr unas elecciones libres y transparentes; el Grupo de Lima conformado por 12 países (Argentina Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú) han intentado por todas las vías diplomáticas y políticas lograr que el gobierno atienda las demandas de la oposición; pero todos los esfuerzos y buenas intenciones han sido inútiles, al punto de que México y Chile desistieron de seguir en el acompañamiento y República Dominicana (en voz de su canciller) puso en duda continuar como facilitador entre el gobierno y la oposición.
La pregunta es ¿qué busca el gobierno? No puede ser autoelegirse en unas elecciones de yo contra yo, sino lavarse la cara con unas elecciones espurias al estilo cubano, nicaragüense o norcoreano con la participación de varios candidatos esquiroles que, en ningún momento le darán la legitimidad necesaria para evitar que la comunidad internacional le aplique nuevas sanciones más duras, más restrictivas a partir del 20 de mayo.