Por Fernando Luis Egaña
Farsa consumada la de las supuestas “elecciones presidenciales”. Una farsa ilegítima, antes, durante y después…
No faltaron los “analistas” que afirmaron que las “elecciones” recién efectuadas, serían pospuestas, y que la situación no permtiría que se llegara al domingo 20 de mayo, sin una ruptura previa. ¿De dónde sacaron los insumos para esos análisis? No lo sé, quizá ni ellos mismos lo sepan. Pero lo cierto del caso es que la anunciada farsa se escenificó, y como era de esperar, los farsantes se hicieron notar.
En un breve recorrido que hice el domingo por la mañana en Caracas, pude constatar que el día se parecía a un primero de enero. Muy poca gente en la calle, comparados con los domingos ordinarios. Nada de ambiente comicial, salvo por los llamados puntos rojos, con un grupito de personas. De las candidaturas distintas a la de Maduro, no encontré muestras visibles de existencia. Pase cerca de varios centros de votación, incuso de algunos importantes, y los votantes brillaban por su ausencia.
Las irregularidades del “proceso”, no faltaba más, se desbordaron donde pudieron. Casi el único que no se dio cuenta (…) fue el señor Rodríguez Zapatero, cuyos habilidosos elogios a la hegemonía roja, demuestran la dadivosidad de ésta con sus servicios políticos, diplomáticos y mediáticos. La abstención superó el 80%, lo que era de esperarse, y el CNE le “concedió” a Maduro casi el 70% de los supuestos votos, lo que también se esperaba.
Algunos voceros políticos que formaron parte de la farsa, desde una pretendida posición opositora, han denunciado la ilegitimidad del asunto y han manifestado que no reconocen los resultados. Veremos a ver qué pasa, pero para decir esas cosas después, las hubieran podido decir antes, porque bien se sabía lo que pasaría.
Lo ideal es que la farsa consumada termine por acicatear a los sectores políticos de la oposición, y los confluya en un frente de beligerancia verdadera en contra de la hegemonía y a favor de la causa democrática. Apoyo internacional no les faltaría si se decidieran por un camino sin matices de ambigüedad, para no hablar de componenda. Lo ideal, no obstante, muchas veces se distancia de lo real.
Ahora más que nunca, Venezuela reclama un cambio de fondo. Lo acaba de demostrar, aunque la parafernalia fraudulenta del oficialismo trate de disimularlo. A estas alturas debería estar suficientemente claro que con la hegemonía roja, el país sólo tendrá el continuismo empeorado del presente. Y eso no puede ser convalidado.