Por Carlos Canache Mata
La reacción de la comunidad internacional ante la despreciable comedia electoral del domingo ha sido rápida y contundente.
La dictadura jugó posición adelantada convocando con ocho meses de anticipación la elección presidencial del período 2019-2025, y se ha dado un autogol. La pantomima montada el 20 de mayo puede ser la pirueta final, el canto del cisne. No es de extrañar que las despedidas se emplumen con arrogancias de que no habrá adiós definitivo.
Por las calles solitarias y los centros electorales vacíos andaba el fantasma del llamado socialismo del siglo XXI que, sin darse cuenta, emprendía su último viaje. Una abstención de alrededor del 80% del padrón electoral (si nos atenemos a las informaciones y encuestas serias) es como una lápida para cualquier tentación totalitaria. Se ensayaron amenazas y artilugios para amedrentar o seducir a los votantes, y éstos no cedieron y se blindaron con la coraza de la ausencia. Como lo han señalado los expertos, el régimen acaba de protagonizar, en medio de su soledad, una jornada electoral coronada con la más baja participación de tiempos remotos o recientes. Los videos que recorrieron el mundo prueban que la gran mayoría de los venezolanos se resistieron a convalidar la farsa.
La dictadura pensó que la caricatura comicial del 20 de mayo iba a fortalecerla, a darle musculatura. Fue por lana y salió trasquilada. Ahora está más debilitada. El CNE la viste con velos de votos millonarios, pero desnuda se queda. No se puede precisar exactamente cuánto tiempo más seguirá destruyendo el país, provocando la diáspora sin precedentes de los venezolanos, emborrachándose con el dinero del narcotráfico o robado.
Días antes del 23 de enero de 1958, se sabía que la dictadura de Pérez Jiménez estaba tambaleándose, pero no se sabía cuántos días faltaban para que atravesara las puertas de su partida. Se había engreído con la feria fraudulenta del plebiscito del 15 de diciembre del año anterior y creía haber asegurado la permanencia en el poder. El pueblo, el de traje civil y el de uniforme, salieron en defensa de la Constitución y de la democracia, y el todopoderoso huyó en “la vaca sagrada”. La política es así, como en las cacerías, en cualquier momento puede saltar la liebre.
Ha sido rápida y contundente la reacción de la comunidad internacional democrática ante la despreciable comedia electoral del 20 de mayo. De todas partes se alzan condenas de la satrapía que oprime a Venezuela. Estados Unidos, Canadá, el Grupo de Lima, la Unión Europea, ex-Jefes de Estado y de Gobierno y varios organismos internacionales han dejado oír su voz. Algunos países han llamado a sus embajadores y hablan de dejar la representación a nivel consular. Ya están rodando nuevas sanciones, nos embargan activos y recursos petroleros en el exterior, galopan la hiperinflación y la escasez, se derrumba la producción de PDVSA, mientras la inseguridad ha puesto la vida de los venezolanos en duermevela. Habrá replanteamientos de la tragedia venezolana en la OEA y en otros escenarios internacionales. El peor gobierno de los tiempos recientes tiene a Venezuela viviendo su peor momento, y la reacción interna estallará con bríos renovados.
A veces, los desenlaces afortunados tienen alas veloces.