Por Elizabeth Burgos
* Al evaluar el medio siglo del famoso Mayo Francés, la autora observa que Venezuela se le había adelantado de una década en 1958 y hoy nuevamente, está en la vanguardia de una anti revolución inminente.
Hace cincuenta años en las calles del Barrio Latino de París, los estudiantes armaron barricadas y se enfrentaron a las fuerzas del orden, reanudando con la tradición parisina de las revueltas y de las barricadas.
Mayo 68 fue uno de esos momentos de la historia de Francia en que los franceses dejan el lado su legendario cartesianismo y se dejan llevar por la pasión y la irracionalidad. La chispa que encendió la pradera estalló en la Universidad de Nanterre situada en un suburbio de París. De arquitectura moderna, con residencias estudiantiles, su construcción se debió a la necesidad de darle cabida a la multiplicación del estudiantado debido al incremento de la natalidad que el país experimentó después de la Segunda Guerra Mundial. Y por supuesto, a la política de modernización del país emprendida bajo el régimen del General Charles de Gaulle.
Fue el periodo en el que Francia experimenta el mayor incremento tecnológico de su historia: se dota de la energía nuclear, la industria automovilística y aéreo espacial se expanden, se incorporan modelos arquitectónicos de vanguardia en la modernización de las estructuras públicas, se desarrolla una política exterior independiente de los dos grandes colosos de la época. La clarividencia moderna de De Gaulle la demostró al emprender su legendario viaje de casi un mes en 1964 por toda América del Sur, incluyendo a México. Viaje que justificó por que se “trataba de una parte de occidente que no se había desarrollado tecnológicamente” para lo que había que ayudarla.
No es pues casual, que la revuelta estudiantil surgiera del espacio universitario más moderno de París. Podría decirse que la revuelta de los jóvenes franceses en mayo 68, obedeció al deseo de dotar del mismo nivel de modernidad los usos y costumbres de la sociedad, hasta entonces sujetos a la moral burguesa francesa que se había impuesto desde el siglo XIX, muy influenciada por el modelo victoriano británico y ya no se correspondía con la época. De allí que la revuelta tomara el giro de la rebelión contra el conservadurismo de la autoridad familiar y política. No en balde, las primeras manifestaciones de desobediencia fueron las de protestar contra el reglamento que prohibía a los hombres o a las mujeres frecuentar las habitaciones de unos u otros.
El mayo 68 de París aparece en la Historia como un acontecimiento único, que al igual que la Revolución Francesa, se volvió un hecho universal. En verdad, las revueltas estudiantiles francesas tuvieron antecedentes en Berkeley, en Polonia, incluso en Brasil, pese al régimen de los militares. La revuelta estudiantil de Nanterre se inscribe en la continuidad de las de California, si bien es cierto que ninguna de esas experiencias tuvo el impacto cultural, social y político que experimentó Francia, como el hecho de que el Partido comunista, el “Primer Partido de Francia” en la época, y los sindicatos se aprovecharan de la oportunidad para decretar la mayor huelga general de Francia. Las ventajas laborales y salariales que lograron entonces, difícilmente las logren de nuevo.
Para el sociólogo y filósofo Edgar Morin, que entonces prefirió optar por el papel de observador gracias a su calidad de intelectual nómada, lo que le permitía echar una mirada global sobre los acontecimientos, el movimiento del 68 fue un movimiento profundamente libertario ; un movimiento explosivo que no tenía por objetivo la toma del poder. El movimiento traducía las aspiraciones profundas expresadas por los adolescentes que revelaban las verdaderas carencias de la sociedad. En la historia europea de entonces, opina Morin, la adolescencia no estaba socializada como tal. Entonces se pasaba sin transición, de la infancia a la vida laboral en los medios populares. Los estudiantes siempre fueron sociológicamente los únicos adolescentes, puesto que se incorporaban tardíamente a la economía del trabajo. Progresivamente, en los años 60 se fue formando una clase de edad con su lenguaje, su música, su moda de vestir. Un deseo de expresar aspiraciones que sólo en esa edad tienen cabida, que luego se olvidan en la edad adulta. La afirmación de su “yo”, desarrollar su propia personalidad en el seno de una comunidad. “Lo estudiantes fueron los ideólogos y la vanguardia política de esa clase de edad en formación desde 1960”.
Para Morin, esos jóvenes “jugaron a la revolución de manera muy seria”. Mimaron revoluciones pasadas construyendo barricadas. Esa parte lúdica se ve manifestada en los carteles, en las pintas, en la originalidad de los eslóganes. En sus escritos de la época, Edgar Morin, gracias a su cualidad de observador lúcido, denunciaba el mito que propagaban los grupúsculos trotskistas y maoístas que “parasitaron” un movimiento que en su origen era contrario a esas ideologías, pues se trataba de un movimiento profundamente libertario. A los jóvenes los movía el sentido de lo individual, pero también de lo comunitarios. Una parte de esa juventud se dejó influenciar por ellos bajo la promesa de la realización de sus sueños gracias al socialismo marxista-leninista. Lo más granado de la intelectualidad francesa se sumó a esa promesa. Vimos a Sartre apoyar el terrorismo en Alemania, a Roland Barthes y a los lacanianos, ir a Pekín a aplaudir la Revolución Cultural, a otros, apoyar resueltamente a los Jemeres Rojos.
Los estudiantes franceses, salvo una ínfima minoría, (la máquina cartesiana recobró su dinámica) eludieron caer en el terrorismo. No fue el caso de Alemania y de Italia en donde se derramó mucha sangre. Alemania, con su dinámica propia y su herencia histórica cercana, logró sobrellevar y solventar el escollo. No Italia, la cual vive todavía las secuelas de esa época sangrienta.
Uno de los logros más positivos del Mayo 68 fue el surgimiento del movimientos de Liberación de la Mujer que todavía, pese a los exabruptos caricaturales procedentes de EE.UU. como el “me too”, continua su marcha como lo vimos este pasado 8 de marzo en España, en donde se realizaron manifestaciones multitudinarias en todo el país, además de la original huelga de mujeres de 24 horas. Según el sociólogo Alain Touraine, los cambios que se avecinan provienen de los pueblos que han sido colonizados y de las mujeres, que comparten ese estatus de colonizadas con ellos. Es decir, ejercer labores que se les han adjudicado en razón de su sexo o de su raza: labores ejercidas gratuitamente, que benefician no sólo a sus parejas, sino también al Estado.
Hoy en Francia, algunos movimientos a los que por inercia llaman de ultra izquierda, pero que más bien miman el modelo castro chavista que aprendieron sus líderes en sus viajes a Caracas durante el reinado de Hugo Chávez, manifiestan una mezcla de populismo vengativo, de un conservadurismo a ultranza, opuestos a todo signo de modernización de la sociedad. Es innegable de que existe un malestar en la sociedad, y es un hecho universal y simultáneo como lo fue en 1968, pero su expresión carece de la imaginación, la creatividad de los jóvenes del 68. Algunos llegan hasta el ridículo, como los estudiantes del Instituto de Ciencias Políticas de París en donde se forma la elite de las elites, quienes bloquearon la entrada con una pancarta que decía “Bloqueemos la fábrica de elites”. De igual manera, la Escuela Normal Superior, la célebre ENS, vivero de formación de filósofos, fue bloqueada por alumnos de la misma escuela, escudándose en el anti-elitismo.
No es la historia la que se está repitiendo en forma de farsa, es un artefacto caricaturesco que demuestra más bien contorsiones impotentes ante un Nuevo Mundo que no se comprende.
Peligrosamente, en Italia se está llegando al clímax de esas contorsiones : la alianza de los dos campos ultra: el de la derecha con el de la izquierda.
En Venezuela, con el chavismo, ambos nacieron fusionados. Demostrando Venezuela su cualidad de iniciadora en donde todo sucede antes de que en el resto de occidente. 1968 sucedió diez años antes en Venezuela y fue en 1958. Cuando se enumeran las características del mayo francés : los cambios sociales y políticos de la sociedad, la participación estudiantil etc. etc., compararlos con lo que se vivió entonces en Venezuela es totalmente procedente. Hoy cuando Europa se sumerge en el populismo izquierdoso/derechista, Venezuela ya está de vuelta de esa experiencia y la población lucha con los medios que tiene a su alcance, de manera no violenta, para librarse de ese artefacto dañino. La abstención es un arma de la no violencia.